Machu Picchu: la ciudad sagrada que los Incas abandonaron

Se puede subir en tren o caminando tres días. El premio está a los 4.000 m. Un fabuloso “tetris” de piedra al alcance de todos.

Machu Picchu: la ciudad sagrada que los Incas abandonaron
Machu Picchu: la ciudad sagrada que los Incas abandonaron

Manco Cápac nació en la Isla del Sol, en medio del lago Titicaca, a 4.000 metros sobre el nivel del mar (msnm). Nació directamente de Inti, el dios Sol, quien le dio por compañera a Mama Ocllo y como misión la fundación del Imperio Inca.

Las leyendas se entrecruzan y a veces se contradicen. Es casi imposible constatar la historia porque los incas no dejaron documentos, no llegaron a desarrollar la escritura. Algunos historiadores han sugerido un bosquejo de la biografía del fundador del imperio. Otros llegan a poner en duda que haya existido.

Siguiendo la leyenda, la pareja peregrinó hacia el norte y descubrió el Nudo de Villcanota donde nace el río sagrado, el Willkamayu (hay ortografías diversas) y siguiendo su curso, mucho más al norte, se adentraron en El Valle Sagrado y fundaron la ciudad que iba a ser capital de ese mítico Imperio, Cuzco.

La visita al Valle Sagrado de los Incas es interesantísima. A cada paso encuentra el viajero motivos de atracción, tantos y tan variados que es imposible listarlos.

Cusco se encuentra a 3.600 m sobre el nivel del mar y, como toda ciudad, sólo hay una forma de verla, a pie. Teniendo en cuenta su relieve escarpado, es a veces problemático para el recién llegado transitarla por el mal de altura, la puna o el “soroche”, como le llaman allá.

Se llega en vuelo directo de Lima, a nivel del mar, y por eso a veces la bienvenida es con náuseas y jaqueca. Ni mi esposa, quien me acompañó en este viaje, ni yo mismo lo sufrimos lo mínimo, por fortuna.

Con ser pequeña, cuenta con 14 iglesias católicas y el pueblo es muy creyente. En la Catedral hay misa diaria y muy concurrida pero, curiosamente, la mayoría de los devotos practica también el milenario rito de la Madre Tierra, la Pachamama.

Los campesinos van a misa muy temprano y luego cavan un hoyo en el suelo y ofrendan a la Tierra antes de comenzar sus labores.

Un guía turístico nos explicó que para explotar la minería es fundamental contar con los servicios de un “chamán” (un brujo) y agregó: “Tiene que ser uno bueno… Este hombre hace sus ofrendas y entonces la Pachamama permite que los mineros se lleven la riqueza del suelo. Si no, pues ella se encarga de emanar gases tóxicos que resultan mortales.”

Aguas Calientes

No hay ruta para llegar al pueblo Machu Picchu, el atractivo principal del Valle, a unos 100 km de Cusco. Oficialmente se llama “Aguas Calientes”, que refiere a un balneario de aguas termales al norte del pueblo. Nos explicaron en la municipalidad que se está tramitando el cambio de nombre a Machu Picchu, pues este monumento es su principal atracción y lo que lo identifica en el mundo.

El lugar es fascinante. Se puede circular por ruta hasta Ollantaytambo y desde allí se llega por tren o de a pie por el célebre “Camino del Inca” que demanda tres días de marcha a buen ritmo para recorrerlo completo. Hay también programas para caminar sólo algunos tramos.

Actualmente, muchas empresas de turismo ofrecen programas bien estudiados y con apoyo logístico para el caminante. Se ha dado el caso en el pasado de personas extraviadas y algunas fallecidas en la travesía. Los trenes turísticos son confiables, muy confortables y sus grandes superficies vidriadas permiten apreciar el maravilloso paisaje.

Subir al monumento es sencillo, a pie o en bus. Los buses suben en la mañana temprano y empiezan a descender a las dos de la tarde. El flujo de turistas es enorme, lo que exige una gran organización y el respeto de ciertos horarios muy estrictos.

Las excursiones posibles son tres: El Monumento (la ciudad inca), la ascensión al Huayna Picchu y la ascensión a La Montaña Machu Picchu que es la que da nombre a la ciudad.

El monumento se recorre tranquilamente en un par de horas y abundan los guías que explican sus detalles. Las ascensiones -nosotros hicimos las dos-, en días consecutivos, exigen un cierto esfuerzo pero cualquier persona en buen estado físico puede acometerlas sin problemas.

Hay mucho personal, los senderos y las zonas de estar se encuentran muy bien señalizados, todo está limpio y bien mantenido y para disfrutarlo se requiere sólo de un poco de disciplina, acatamiento de consignas muy sencillas, mucho respeto y abrir muy grandes los ojos y el alma.

En la neblina de marzo

El clima en marzo, cuando lo visitamos, no es el ideal, puesto que suele haber neblina, lo que limita las fantásticas vistas desde las cimas. Como ventaja, hay menos visitantes y eso facilita un poco las cosas.

De todos modos es una romería permanente, un hormiguero de turistas de todo el planeta que exige paciencia para moverse. En temporada alta es mucho más complicado.

En el mes de febrero, el complejo permanece cerrado para el mantenimiento anual.

Misterio a salvo

La ciudad fue "descubierta” por el explorador estadounidense Hiram Bingham, en el mismo sentido en que decimos que Colón descubrió América, sólo porque la dio a conocer al mundo.

Obviamente, el sitio preciso era conocido desde mucho antes por los lugareños y algunos estudiosos peruanos lo habían visitado también.

Al día de hoy, el gobierno peruano reclama por vía diplomática la restitución de gran cantidad de objetos de inmenso valor arqueológico que este hombre recogió en las ruinas y llevó a su país.

El lugar impresiona fuertemente por su belleza y por su mística y misterios históricos.

Los conquistadores españoles no llegaron a saber de él y eso lo puso a salvo de la destrucción que sufrieron otros sitios. Se conservó muchos siglos intacto.

Las construcciones son de piedra y tuvieron techo de paja. Los incas dominaban la técnica de la pirca pero existen también enormes piedras labradas con absoluta precisión y perfectamente encajadas unas con otras como en un fabuloso “tetris” pétreo de dimensiones colosales.

Dos arqueólogos peruanos con los que tuvimos oportunidad de conversar nos expusieron teorías diversas sobre el origen de estas majestuosas construcciones que se ven también en la ciudad de Cuzco y en varios otros sitios.

A ambos les di mi parecer sobre la difundida teoría de que ciertos alienígenas visitaron la Tierra en tiempos remotos y ayudaron a los incas a construirlas con técnicas que nosotros no llegamos aún a dominar.

Les dije que me parece el cuento más absurdo y ridículo que se pueda imaginar; sin embargo, ningún historiador se anima a descartarla, ni yo mismo, porque viendo esas descomunales moles de piedra talladas con tal perfección y encajadas unas con otras al milímetro, pues . . . simplemente no se halla explicación posible.

Se aprecian dos grupos de construcciones y un espacio grande entre ellas, reconocido como lugar de reuniones, una plaza pública. Todo distribuido con gracia, con sentido arquitectónico y exquisito gusto y en la cima de una montaña nada sencilla de escalar.

Final indescifrable

El misterio es indescifrable, especialmente teniendo en cuenta que el pueblo Inca construyó esa maravilla, la habitó y la abandonó repentinamente todo en el brevísimo lapso de cien años.

En verdad, la historia completa del Imperio Inca, que en sus apogeos llegó a dominar la cordillera de los Andes hasta la actual Mendoza, se circunscribe a apenas 300 años.

El lugar emana misterio, atrae por su fascinación y estudiando un poco su historia sólo nuevas preguntas y ninguna respuesta pueden obtenerse.

La visita es de rigor, casi una obligación para cualquier viajero curioso. Yo la tuve muchos años en agenda hasta que un día decidí pagarme esa deuda. Fue una excelente decisión.

No debí demorarla tanto.

El camino desde Cusco pasa por Chinchero, Maras, Urubamba, Ollantaytambo y otros sitios, todos ellos son bellos e interesantes pero lo que ofrece Machu Picchu me parece único por su belleza y su misterio. Además de que la infraestructura permite disfrutarlo sin sobresaltos y hay variedad de ofertas para agregarle dificultad y sabor de aventura a la visita.

El pueblo Machu Picchu (aceptemos ese nombre) es pequeño y muy pintoresco. Se ve atravesado por el río Willkamayu que sigue su larguísimo recorrido de 8.600 km hasta el Amazonas y el océano Atlántico y por el río Aguas Calientes que nutre al balneario y desemboca en el anterior en pleno centro del pueblo.

No hay transporte público ni taxis. De hecho, los únicos vehículos automotores que circulan son los buses que suben a la ciudad inca y que llegaron al pueblo por tren.

Pasando el centro, circulando por una coqueta vereda al lado de la línea férrea, se llega a una segunda estación, la de carga, a la que arriban todas las mercaderías y bienes de consumo que son luego distribuidos por changarines a pie en carretillas de una rueda (“engarillas”, en buen mendocino).

Todo el tiempo se ven estos esforzados trabajadores recorriendo las callecitas empinadas transportando toda suerte de bienes de consumo.

La hotelería es variada al igual que la oferta gastronómica, hay de gustos y precios diversos. La gente es amable y de trato delicioso. En general el peruano es exquisito en el trato, igual que el boliviano, y en estos sitios están muy habituados a tratar con turistas.

No hay problemas de seguridad, si bien el viajero debe ser siempre prudente, en cualquier sitio del mundo que visite, y todo está dado para disfrutar de una bellísima experiencia.

El encanto del Machu Picchu es impagable y sus vistas lo dejan a uno sin aliento.

Rescato el lema de vida Inca que la Organización de las Naciones Unidas recomienda como regla de comportamiento para los gobiernos del mundo. Son sólo tres reglas básicas, ojalá las pusiéramos en práctica: “Ama sua, ama lella, ama quella” (Sé veraz, sé honesto, sé laborioso).

Datos útiles

Cómo llegar: a Cusco, por avión desde Lima. La ciudad no tiene aeropuerto internacional. Hay uno en proyecto en alguna ciudad de El Valle Sagrado todavía no definida.

Dónde alojarse: gran oferta de hoteles a precios módicos, desde 30 U$ la noche en habitación doble. Lo mismo en Cusco, en Ollantaytambo y en Aguas Calientes (Machu Picchu).

La gastronomía: no es tan buena como en Lima (una de las mejores que conozco), pero se come bien por poco dinero y hay opciones para gastar un poco más. Se consiguen vinos peruanos aceptablemente buenos, especialmente los blancos. Ya sabemos que el mendocino es exigente en materia de vinos.

A Machu Picchu: sólo por tren o de a pie para los aventureros más osados. Es fundamental, especialmente en temporada alta, comprar por anticipado los tickets para el bus y para el ingreso al Monumento y a las montañas si se desea subir una de ellas o ambas. Estos ingresos están muy bien controlados y el número de visitantes está limitado. Viajar sin los tickets puede significar quedarse afuera.

El clima: es caluroso y húmedo. Es fundamental contar con ropa ligera, buen calzado y paraguas o poncho impermeable. A veces llueve fuerte y sin preaviso. El sol pega duro, crema y sombrero son imprescindibles.

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