La nostalgia no sólo es un sentimiento, es también un poderoso motor económico. La explotación de momentos vividos o idealizados es parte de varias industrias, incluida la tecnológica.
El reproductor de música de Apple, que revolucionó la industria tecnológica a principios del 2000, vive un auge inesperado. Qué hay detrás de este resurgimiento y por qué es más que una moda pasajera.
La nostalgia no sólo es un sentimiento, es también un poderoso motor económico. La explotación de momentos vividos o idealizados es parte de varias industrias, incluida la tecnológica.
Desde hace tiempo vemos como dispositivos último modelo se lanzan con diseño vintage, y conviven ahora con la tendencia de rescatar viejos gadgets para darle una segunda vida.
El caso más emblemático es el del iPod de Apple, que está de vuelta para desafiar a la era del streaming.
La tendencia asomó el año pasado y este 2025 ha cobrado fuerza con el furor por los iPod clásicos y otros gadgets del pasado que se han convertido en objetos de deseo para una generación que busca desconectarse, revivir la nostalgia y resignificar lo analógico en un mundo saturado de pantallas.
El iPod, especialmente en sus versiones Classic y Nano, está teniendo una segunda vida. Aunque el fenómeno gira en torno a este dispositivo no es el único que ha vuelto, pero es la estrella y muchos -desde adolescentes hasta adultos- recorren tiendas online para hacerse con alguno de segunda mano.
El iPod es el reproductor de música más famoso no sólo por calidad y diseño, sino porque cuando se lanzó, en octubre del 2001, provocó un quiebre en la industria de la música. Lo que hasta ese momento eran ventas de CD de música, el iPod lo convirtió en compras de canciones sueltas por alrededor de un dólar cada una. De esa forma el usuario no estaba atado a adquirir todo un disco sino que podía comprar las canciones de sus artistas favoritos y armar su playlist a gusto.
También se transformó en el objeto aspiracional frente a los incontables modelos de reproductores de MP3 existentes hasta entonces.
En redes sociales como TikTok, cientos de videos muestran a usuarios presumiendo de su “nueva” compra para redescubrir la experiencia de escuchar música sin notificaciones, ni algoritmos o distracciones. Solo ellos, sus auriculares con cable y una rueda táctil que gira al ritmo de la nostalgia.
Volver a la música offline no se limita al consumo. A la par también ha crecido una comunidad que se dedica al “modding”, o sea, a reparar y personalizar cada dispositivo para que funcione adecuadamente y, a su vez, tenga un estilo propio. Así, hay quienes cambian las baterías, reemplazan los discos duros por memorias flash, instalan firmware alternativos o rediseñan las carcasas con colores personalizados.
Claro, nada de esto es gratis. Comprar un iPod usado puede ir desde los $65.000 para el modelo shuffle hasta más de $300.000 para los modelos Nano o Classic. Los hay más baratos, pero por lo general requieren reparaciones que pueden costar casi tanto como el producto.
En un mundo hiperconectado, donde los celulares monopolizan nuestra atención, el iPod representa un acto de resistencia, aunque también de pose para alardear online. La gran ironía es que para anunciar una desconexión, muchos usuarios comparten su gadget favorito en la plataforma más viral y adictiva: TikTok.
Más allá del postureo, escuchar música sin recibir mensajes de WhatsApp y sin notificaciones de redes sociales se vuelve una forma de autocuidado.
Priorizar la desconexión es también combatir el FOMO (sigla de Fear Of Missing Out, que significa temor de quedarse afuera de lo que sucede en redes) y priorizar el disfrute sin tentaciones.
Este deseo de simplificación también explica el resurgir de otros dispositivos analógicos como cámaras digitales compactas de los 2000, reproductores de CD y cassettes, y hasta teléfonos “tontos” (en contraposición a los “inteligentes”, mejor conocidos como smartphones) que solo permiten llamar y mandar mensajes y que ya en 2022 destacamos en Los Andes como una tendencia en alza.
“La desconexión digital nos permite reequilibrar nuestro tiempo y energías, mejorando nuestra salud mental y emocional”, señala Alejandro Suárez, psicólogo y experto en salud digital.
Sin embargo, alcanzar el bienestar digital no es tarea fácil ni absoluta. “Con cada notificación que recibimos, nuestro cuerpo libera dopamina, la hormona asociada con la recompensa y el placer, lo que nos genera la necesidad de estar permanentemente conectados”, señala el I Decálogo de Bienestar Digital, realizado por la empresa ING, a cargo de Manuel Armayones, doctor en psicología e investigador del Health Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
El científico señala que a pesar de la adicción que puede generar estar online, la desconexión total no es la solución. “Cuando alguien ha sido alcohólico pues no puede beber nunca más porque siempre es alcohólico. Con la tecnología no pasa eso porque no podemos vivir sin tecnología. No podemos decir 'yo me desconecto del todo”’, afirma Armayones y agrega: “No podemos huir. Lo que sí que podemos hacer es un uso racional y significativo. Si tú eres capaz, cuando llegues a tu casa, de romper con ese paradigma”.
El dato más llamativo es que esta tendencia de la nostalgia y la desconexión se da en medio de un proceso de innovación y desarrollo de tecnología de consumo nunca antes visto.
Mientras los fabricantes luchan por imponer la próxima gran innovación -desde smartphones plegables hasta inteligencia artificial móvil- se impone esta búsqueda por volver al pasado.
Sin embargo, lo que a primera vista podría parecer una moda pasajera, es en realidad una declaración cultural. En vez de rendirse al vértigo de lo nuevo, muchos usuarios están eligiendo lo viejo, lo táctil, lo imperfecto. El furor por el iPod en 2025 no es nostalgia vacía: es un intento de recuperar el control sobre el tiempo, la atención y los sentidos.
El iPod que aparece en las fotos de este artículo fue un regalo que recibí en 2007 y aún funciona perfectamente, a pesar de que alrededor del 2010 lo guardé en un cajón sin saber que iban a pasar 15 años hasta volver a encenderlo.
Aún no me he sumado a la tendencia de la desconexión, pero sí admito que resucitar mi iPod Nano de 3era generación ha despertado una combinación de sentimientos generada que incluye el redescubrir un gadget hermosamente fabricado y la música que adoraba escuchar en él.
Este nuevo contacto con una tecnología que se niega a quedar obsoleta me hace entender por qué hay un deseo convertido en furor
El mito del eterno retorno, que postula la filosofía al sostener que todos los sucesos del universo tienden a repetirse de forma cíclica, parece condensarse perfectamente en las tendencias de esta moda.
Estamos en pleno revival del Y2K con ropa, música y dispositivos incluidos. Y entiendo la fascinación que genera ver celebridades e influencers que usan relojes estilo Casio o auriculares con cable, pero también recomiendo -con mi tomo más aleccionador posible- distinguir entre lo que es realmente útil y lo que es meramente un accesorio de moda.