Un padrino solidario que resiste: superó una tragedia y junta fondos para el club de sus amores

Franco Lizardo debió ser amputado tras un incidente con una moledora de uva, en abril pasado. Mientras se recupera pide ayuda para la entidad que apadrina, el club Barrancas.

Hasta el 8 de abril pasado, Franco era entrenador de las inferiores y también delantero de la Primera en el Club Social y Deportivo Barrancas. Foto: José Gutiérrez / Los Andes
Hasta el 8 de abril pasado, Franco era entrenador de las inferiores y también delantero de la Primera en el Club Social y Deportivo Barrancas. Foto: José Gutiérrez / Los Andes

En medio del proceso triste y doloroso que significó perder ambas piernas de manera trágica, Franco Lizardo, que hasta el 8 de abril pasado era entrenador de las inferiores y también delantero de la Primera en el Club Social y Deportivo Barrancas, en Maipú, inició una campaña para ayudar a la entidad que, según dijo, atraviesa numerosas necesidades.

Nombrado padrino del club tras el incidente que lo dejó en silla de ruedas, Franco intenta salir adelante tras esta prueba de fuego que marcó un antes y un después en su vida.

Como se recordará, aquel día Franco introdujo ambas piernas en una moledora de uva de la antigua bodega Viniterra, ubicada en lateral Este del Acceso Sur, a la altura del kilómetro 17 en Luján de Cuyo, y perdió ambas extremidades. Tras un tiempo en terapia intensiva volvió a su casa y hoy está en plena rehabilitación, pero siempre cerca del club de sus amores.

“Es muy difícil ‘remar’ un club cuando los recursos no alcanzan pero no me daré por vencido. Somos gente simple, de campo, y estamos pidiendo ayuda para poder entrenar a nuestros chicos y que no les falten elementos indispensables como pelotas, camisetas, medias”, dice en diálogo con Los Andes.

La necesidad más urgente es conseguir un lugar para los entrenamientos, que hoy se llevan a cabo en la parte trasera de una escuela. No es lugar adecuado por falta iluminación y queda chico para la cantidad de jugadores.

Por eso Franco alzó su voz desde el más profundo cariño que siente por esta entidad que lo vio nacer y crecer. Y también golear, claro. “Es un club que contiene y abre las puertas a muchísimos chicos que, de otro modo, estarían en la calle”, repite.

“Buscamos sponsors, padrinos y gente interesada en colaborar con esta causa noble. Queremos concretar algo lindo, un proyecto que siga incluyendo a los chicos especialmente de la Primera, Reserva y fútbol femenino, que no tienen camisetas, pantalones ni medias. Para inferiores hemos hecho un gran esfuerzo y hoy cuentan con la indumentaria”, indica.

“El lugar donde entrenan quedó muy chico, son numerosas las categorías que hoy acuden a nuestro club y muchas veces terminan tarde. No hay luces y los padres no están en condiciones de afrontar un espacio privado y menos aún de trasladar a sus hijos”, aclara Franco.

Una pasión y un sueño

Hoy Franco sigue estando más presente que nunca en Barrancas, aunque sus tiempos han cambiado por las horas que le lleva la rehabilitación.

“Pero quiero sorprenderlos. Realmente es mi deseo conseguir pelotas, pecheras, pesas, conos y camisetas para estos jugadores. Necesitamos la ayuda de la comunidad y que se sumen empresas y bodegas, que sabemos que las hay. Sólo falta que conozcan lo que hacemos y que se decidan a dar una mano”, señala.

Acota que el club posee la documentación en regla y que conseguir un terreno resulta la misión más difícil.

“He pedido en distintas firmas, fundaciones, incluso en varios medios y lo seguiré haciendo. Necesitamos difusión y buena voluntad”, reclama el ex jugador de Barrancas. “Lograríamos una gran mejora no sólo para el club en general sino para los padres y los chicos. Esto es deporte, algo fundamental para el crecimiento y el futuro de muchísimos niños y niñas”, agrega.

Empezar de nuevo

Aquel 8 de abril la vida de Franco dio un vuelco para siempre. Podría incluso haber sido peor. Podría haber muerto en esa moledora de uva, pero un compañero logró retirarlo a tiempo y el resultado fue la amputación de sus dos piernas. Sin embargo, su poder de resiliencia y el apoyo incondicional de su familia lo está sacando adelante.

Franco tiene 29 años y es maipucino. Vive con sus padres y tiene otros dos hermanos, Diego y Braian. Hoy, más entero y con el apoyo de su novia, además de la rehabilitación donde, según dijo, suele ver casos más graves, Franco intenta ponerle una sonrisa a la vida y agradece.

“No se lo deseo a nadie. Fue muy difícil empezar a vivir distinto, a bañarme solo, a desplazarme en silla de ruedas. Hubo que adaptar la casa, el baño, los marcos de las puertas. Tuve que empezar de cero. Extraño la vida normal que llevaba antes y sobre todo entrar a la cancha”, reflexiona.

Y cierra: “Pero desde otro lugar sé que puedo ayudar. Soy padrino y si bien ya no puedo jugar, cumpliré ese rol de la mejor manera posible”.

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