Domingo Faustino Sarmiento fue muchas cosas: maestro, periodista, presidente, polemista incansable. Pero también fue un hombre que supo ver, más allá de las urgencias políticas, el potencial económico y cultural de la tierra cuyana. Su apuesta por el Malbec y por la llegada del francés Michel Aimé Pouget marcaría un antes y un después en la historia del vino argentino.
El proyecto no estuvo libre de obstáculos, resistencias ni críticas, pero sembró las bases de una identidad que aún hoy distingue a nuestro país en el mundo.
El sueño Sarmiento: Mendoza y el Malbec
En 1853, Sarmiento, convenció al gobierno de Mendoza de contratar a Pouget, un agrónomo francés que ya había introducido el Malbec en Chile. Su idea era replicar la experiencia trasandina mediante la creación de una Quinta Agronómica: un espacio experimental donde formar técnicos locales y adaptar las cepas europeas al suelo mendocino.
Era un plan ambicioso, porque implicaba traer nuevas variedades, formar mano de obra y cambiar la manera de producir. En aquel momento, Mendoza apenas contaba con unas 67 hectáreas de viñedos y la vitivinicultura era aún rudimentaria. Sarmiento vio allí una oportunidad para transformar a la provincia en un polo agrícola moderno.
Embed - Sarmiento relata su aporte a la vitivinicultura
Pouget y las primeras resistencias
El entusiasmo inicial pronto se topó con recelos. A Pouget se le prometieron diez mil pesos para su tarea, pero la Legislatura provincial redujo el presupuesto a apenas mil. La desconfianza hacia el extranjero era tan fuerte que incluso se dictó una ley que estipulaba que, si era separado del cargo antes del tiempo previsto, tendría derecho a quedarse con la mitad del valor de las plantas vivas que hubiera introducido.
En medio de esas tensiones, Sarmiento escribió a su amigo José Posse:
“¿Sabes que he fundado en Mendoza, contra la voluntad de todo el mundo, una Quinta Normal, que cuenta ya con millares de plantas (...)? Si lo ignoras es porque los mendocinos no lo saben tampoco”.
El sanjuanino era consciente de que su proyecto despertaba incomodidad, pero estaba decidido a sostenerlo.
La obra de Pouget: cepas y saberes
Pese a las adversidades, Pouget cumplió un rol decisivo en la historia del vino argentino. Introdujo variedades como Malbec, Pinot Noir, Merlot y Cabernet, y formó a jóvenes locales en las técnicas modernas de cultivo y vinificación. Su trabajo fue silencioso pero fundamental: detrás de cada cepa se abría un futuro de calidad y posibilidades.
Décadas más tarde, Sarmiento lo reconocería en su discurso de 1884, durante su última visita a Mendoza:
“Púseme en contacto desde Chile con el Ministro Dr. Vicente Gil; y secretamente conspiramos para formar en Mendoza una Quinta Normal a fin de introducir las maderas de que carecía, mejorar la viña y restablecer el olivo y las higueras perdidas. (...) Monsieur Pouget, de rudos modales, de fuerza hercúlea, pero profundo saber, plantó en San Nicolás (...) todos esos árboles que embellecen la ciudad y enriquecen la industria son, pues, hijos de aquella plantación primitiva”.
Críticas y demoras
El proyecto no estuvo exento de observaciones. En 1879, el mendocino Eusebio Blanco señaló en su manual un problema clave:
“Sabido es que no hay una sola viña donde no haya muchas variedades de uva, estando mezcladas las buenas cepas con las inferiores. Lo mismo ha ocurrido con la cepa francesa, porque el introductor trajo cerca de cuarenta variedades que plantó confundidas entre sí”.
Más tarde, Salvador Civit atribuiría a esa falta de clasificación una demora de 25 años en el desarrollo vitivinícola mendocino. Críticas atendibles, pero que no alcanzan a opacar la dimensión del salto inicial que Pouget y Sarmiento provocaron.
El legado: de Mendoza al mundo
El impulso dado en aquellos años fundacionales se vio reforzado por la llegada de inmigrantes europeos, que trajeron conocimientos y manos para expandir la industria. Lo que comenzó como un sueño de Sarmiento y el trabajo perseverante de Pouget se transformó en una marca de identidad: el Malbec mendocino.
Hoy, cada copa de vino argentino guarda la memoria de ese gesto visionario: un estadista que supo mirar más allá de la política inmediata y un francés que, con “rudos modales” pero “profundo saber”, sembró las raíces de una de las mayores riquezas culturales y económicas de nuestra tierra.