En el corazón de la historia de Mendoza late una devoción antigua, una mezcla de fervor religioso, identidad cultural y legado colonial que ha perdurado por siglos. El 25 de julio, los mendocinos celebran el día de su Santo Patrono, Santiago Apóstol, una figura que encarna protección, valentía y espiritualidad, y cuya presencia en la memoria colectiva de la provincia se remonta a los primeros años de la fundación de la ciudad.
La fundación de Mendoza y la elección de su primer patrono
Cuando Pedro del Castillo fundó la ciudad de Mendoza el 2 de marzo de 1561, lo hizo con una clara intención de establecer no solo una base territorial para la expansión española, sino también un orden institucional y religioso que asegurara la permanencia de la conquista. En el acta de fundación quedó consignado que la advocación de la iglesia mayor se haría a nombre de San Pedro, apóstol y mártir, considerado la piedra sobre la cual Jesús edificó su Iglesia. Se trató del primer patrón y abogado espiritual de la ciudad.
San Pedro, pescador de oficio y figura fundamental del cristianismo primitivo, fue uno de los discípulos más cercanos a Jesús. Según la tradición, fue el primer Papa y murió mártir en Roma. Su nombre representa el origen de la Iglesia y la fe, por lo que su elección como patrono inicial de Mendoza no fue menor. Sin embargo, con el correr del tiempo, la figura de otro apóstol comenzó a ganar protagonismo.
El apóstol que fue al "fin del mundo"
Después de la crucifixión de Jesús, los apóstoles se distribuyeron el mundo conocido para difundir el cristianismo. Según la tradición, a Santiago —hermano de Juan Evangelista e hijo de Zebedeo— le tocó la misión más remota y desafiante: viajar a Hispania, lo que en ese entonces se conocía como el “finis terrae” o “fin de la tierra”. En su paso por la península ibérica, la leyenda dice que participó en varios milagros, entre ellos la aparición de la Virgen María en Zaragoza sobre una columna de jaspe. Ese evento extraordinario dio origen a una de las advocaciones marianas más antiguas y veneradas: la Virgen del Pilar.
Tras su tiempo de predicación en tierras hispánicas, Santiago regresó a Palestina, donde fue arrestado y decapitado en el año 44 d.C. por orden de Herodes Agripa II, quien buscaba frenar la propagación de la fe cristiana. Sus discípulos, decididos a honrarlo, colocaron su cuerpo en una embarcación que, según la tradición, fue guiada milagrosamente por un ángel hasta las costas gallegas. Allí reposaron sus restos hasta que, siglos más tarde, volvieron a reaparecer.
En el siglo IX, durante el reinado de Alfonso II de Asturias, se afirmó que la tumba del apóstol había sido redescubierta gracias al resplandor de una estrella en el cielo nocturno. En ese mismo lugar se levantaría la ciudad de Santiago de Compostela (del latín Campus Stellae, campo de la estrella), que se transformó en uno de los principales centros de peregrinación del cristianismo. A partir de entonces, el culto a Santiago fue instrumental para los reyes en su afán de reconstruir el antiguo reino visigodo, enfrentado a la ocupación musulmana de la península.
Santiago Matamoros y la llegada de su figura a Mendoza
Con el paso del tiempo, la figura de Santiago se transformó en símbolo de la lucha por la fe y la patria. Las crónicas de la Reconquista lo muestran como un guerrero celestial que se aparecía en batalla para auxiliar a los ejércitos cristianos, siempre montado en un caballo blanco y empuñando una espada. De estas visiones nace el apodo de "Matamoros", una imagen poderosa que sería llevada a América junto con la cruz y la espada.
En Mendoza, su culto fue asentándose poco a poco. Si bien las actas capitulares no registran el momento exacto en que Santiago comenzó a ser reconocido como patrón de la ciudad, existen evidencias de su progresiva importancia. En el acta del 22 de junio de 1566, se menciona que Gabriel Cepeda fue designado Alférez Real, quien debía portar el estandarte en los actos públicos, prestando solemne juramento, como era costumbre en las vísperas de festividades religiosas.
Ya en 1575, el acta del 24 de julio lo menciona explícitamente como «Patrón de las Españas y a quien esta Ciudad tiene por Patrón y Abogado». Desde entonces, se volvió tradición el paseo del estandarte en su honor, acto que se repetiría año tras año como parte de los festejos oficiales.
Un protector frente a los temblores
Santiago no solo fue venerado por su papel de evangelizador o su aura milagrosa en los campos de batalla. En Mendoza, su figura adquirió también un carácter protector ante el fenómeno natural que más temor genera entre los habitantes: los terremotos. Con una historia marcada por temblores destructivos, entre ellos el devastador sismo de 1861, los mendocinos comenzaron a ver en Santiago un escudo espiritual frente a estas amenazas.
Este fuerte vínculo con la identidad local se consolidó en 1976, cuando la Legislatura provincial sancionó la ley N.º 4081, que declara feriado el 25 de julio en homenaje al Santo Patrono Santiago.
Procesión, devoción y cambio de imagen
Una de las manifestaciones más visibles de esta devoción es la tradicional procesión del 25 de julio, cuando miles de personas recorren las calles del centro mendocino acompañando la imagen del apóstol. Esta práctica está documentada desde principios del siglo XVII, aunque en ese entonces se realizaba la víspera de la festividad. En la actualidad, la procesión se celebra el mismo día y es presidida por autoridades religiosas y civiles.
Durante más de 400 años, la imagen que encabezaba el cortejo era la del “Santiago Matamoros”, que había llegado desde España alrededor del año 1600. Esta figura reflejaba la visión triunfalista de la cristiandad y el legado militar del santo.
En 2001, se optó por sustituirla por una nueva, más cercana a los valores del peregrino evangelizador. La escultura fue tallada en madera por la hermana Marta Morader, religiosa de la congregación de misioneras Claretianas, y presenta al apóstol como caminante, con vestimenta sencilla, cayado de peregrino y una expresión de serenidad. Es esta figura la que hoy preside la procesión mendocina, mientras que ambas —el guerrero y el peregrino— se conservan en la parroquia de la calle Sarmiento, en el microcentro de la ciudad.
Una fe que camina con Mendoza
Santiago Apóstol ha dejado una huella imborrable en la identidad mendocina. Su historia, tejida entre la leyenda, la tradición religiosa y los documentos coloniales, lo ha convertido en una figura polifacética: evangelizador, mártir, protector, símbolo de resistencia y, finalmente, un santo que acompaña al pueblo en su caminar.
Ya no es solo el patrón de las Españas o el caballero de las batallas. En Mendoza, Santiago es el que protege frente a los sismos, el que une a los vecinos en procesión, el que vela por una ciudad que ha sabido reinterpretar su figura con los tiempos. Porque ser patrono no es solamente estar en lo alto de un altar, sino habitar la memoria, la esperanza y la fe viva de un pueblo. En cada 25 de julio, cuando su imagen avanza entre cantos y plegarias, Santiago vuelve a caminar con Mendoza. Y Mendoza, en silencio o en oración, camina con él.