El arte no siempre llega como una elección consciente. A veces, es una pulsión inevitable, una necesidad que se abre paso en la infancia y crece, originada por la curiosidad, hasta convertirse en un estilo de vida.
Desde Tunuyán al país, RECnebulus transforma muros en arte. Autodidacta, muralista y explorador visual del universo y la identidad.
El arte no siempre llega como una elección consciente. A veces, es una pulsión inevitable, una necesidad que se abre paso en la infancia y crece, originada por la curiosidad, hasta convertirse en un estilo de vida.
Renzo Correa (29), conocido en el mundo del muralismo como RECnebulus, continúa abriéndose camino. Su fascinación por el dibujo lo llevó a una exploración autodidacta que lo convirtió en uno de los más reconocidos del Valle de Uco. Su trabajo fusiona elementos del hiperrealismo con la estética del surrealismo contemporáneo y se advierten influencias del futurismo. Sus murales remiten a la psicodelia visual con una mirada renovada a los códigos del arte urbano.
En su obra se encuentra una exploración constante hacia nuevas formas de expresión, siendo ya parte del paisaje urbano de Mendoza y otras provincias del país.
Del ’95, nació en Tunuyán, es el menor de tres hermanos en una familia que supo de cambios y distancias. Sus padres viven en Formosa, sus hermanos en Córdoba. Esa dispersión geográfica marcó una dinámica familiar que se convirtió en costumbre: encuentros esporádicos y el concepto de que el hogar es más amplio que un punto fijo en el mapa.
"Desde chico dibujé, pinté, fui muy creativo. Siempre tuve la inquietud de crear cosas, no solo con la pintura", cuenta Renzo. Su necesidad de entender cómo se forman las imágenes lo llevó a replicar dibujos, a experimentar con materiales y a desafiar los límites de lo convencional.
Pero su historia con el dibujo se remonta al jardín de infantes. "La llamaban a mi mamá porque dibujaba cosas que no existían", recuerda entre risas. "Nos pedían que dibujáramos un nene y yo terminaba haciendo un nene con la cabeza de un chancho y cuernos". Por aquellos años y desde la ingenuidad en su estado puro, él dibujaba un mundo de fantasía, seres mágicos y el universo, todo eso lo fascinaba. "Para mí, no había nada raro en eso", dice, "pero la seño se preocupaba y me retaba".
La casa de los Correa fue un hervidero creativo. Afirma que tuvo el contexto propicio para desarrollar sus habilidades. Su madre aprendió costura de su abuela, su padre trabajaba el metal con destreza y su hermano mayor intervenía paredes y objetos. "El primer chabón que vi pintando en una pared fue mi hermano, diez años mayor que yo", cuenta. "Él rayaba las paredes de la casa en la madrugada, yo me despertaba y lo veía. Era increíble". Considera ese momento como una revelación: no solo se podía dibujar en papel, también en superficies más grandes, sin límites.
La música también jugó un papel clave: "En mi casa sonaba Michael Jackson, Queen, Soda Stereo. Crecí con eso, con el impacto visual y sonoro de artistas que trascendieron su tiempo", afirma REC.
Su relación con el dibujo mutó en la escuela secundaria, cuando el acceso a internet le reveló un mundo inagotable de referencias. “Vi que se podían hacer cosas impresionantes y me obsesioné con entender el proceso", cuenta. Esa búsqueda lo llevó a perfeccionar estilos sin formación académica, experimentando hasta encontrar su propia voz visual. "Yo era el chico que dibujaba todo. Si me daban un mate, lo pintaba. Si me daban una heladera, la intervenía. Todo lo que se me ponía enfrente, yo lo convertía en algo distinto".
Durante sus años de formación autodidacta, Renzo tomó el hábito de desafiarse a sí mismo constantemente. "En un momento decidí que iba a subir un dibujo por día a Instagram, sin falta. Desde 2013 hasta 2016 hice eso, sin parar. Dibujé más de 1500 piezas y después muchas las regalé. Pero ese proceso fue clave para pulir mi técnica y entender cómo quería expresarme".
El proceso de aprendizaje fue técnico y conceptual. empezó a ver el arte como una forma de conexión con algo más grande que él mismo. "No sé de dónde vienen las ideas, pero siento que soy un mediador. Me llegan imágenes, formas, colores y yo solo les doy un lugar en este mundo". Esta creencia en el universo como fuente de inspiración se convirtió en un motor para su obra.
La identidad artistica de RECnebulus surgió por la inmediatez que exigen las redes sociales, casi por casualidad. "Cuando me creé Instagram, casi en sus inicios, veía que todos tenían seudónimos raros y no quería poner solo mi nombre. Probé varias combinaciones y de repente se me ocurrió REC, que viene de mis iniciales -Renzo Emanuel Corre-, y después 'Nebulus', porque estaba fascinado con las nebulosas, con el origen del universo, con la idea de la creación desde el caos", relata Renzo.
Lo que comenzó como un simple usuario en redes terminó convirtiéndose en su firma artística y en la forma en que muchos lo llaman hoy en día. "Me dicen REC como si fuera mi nombre real, y la verdad es que ya lo siento así".
Durante años trabajó exclusivamente con materiales tradicionales en sus bocetos, experimentando con acrílicos, aerosoles y pinceles sobre distintas superficies. Sin embargo, su búsqueda por alcanzar un nivel de detalle más preciso y una mayor flexibilidad en sus composiciones lo llevó a explorar nuevas herramientas. "Siempre fui de buscar mis aprendizajes, y cuando descubrí el potencial del arte digital, me voló la cabeza. Me permitió probar cosas sin miedo a equivocarme, sin desperdiciar materiales y con una libertad creativa que no conocía antes", explica.
Actualmente, su proceso creativo comienza en lo digital. "Trabajo con un iPad y es una locura. Tengo una paleta de colores infinita, un lápiz que nunca se le acaba la punta y una hoja que nunca se termina. Me da una libertad total para experimentar y probar combinaciones que antes solo imaginaba", cuenta REC. La tecnología se ha convertido en una aliada para llevar sus ideas desde el boceto hasta el mural final, permitiéndole una planificación más precisa sobre cada detalle.
Con un estilo inconfundible, su firma RECnebulus, se convirtió en sinónimo de la psicodelia visual, de la exploración cromática y de meticulosidad. "Para mí, el turquesa es infaltable", dice. "Es un color que me fascina, visualmente me transmite algo enorme". Confirmando que "siempre que puedo, lo meto. Es como que tiene algo, algo especial".
Sus obras reflejan un juego de contrastes entre lo real y lo imaginario. Su estilo varía desde el hiperrealismo más detallado hasta las composiciones que coquetean entre lo artificial y natural en entornos exuberantes. Su arte transmite movimiento, dinamismo y un uso puntual de la luz, logrando la profundidad más real. "Me encanta jugar con la luz, entender cómo interactúa con los colores y cómo puedo hacer que algo vibre o parezca que se está moviendo", explica.
A futuro, Renzo promete seguir elevando la apuesta. "Se vienen proyectos grandes, más grandes de lo que nunca imaginé", adelanta. Pero más allá de la técnica, de los retos y de las oportunidades, él no deja de lado su creencia en que el arte es algo más que un oficio, es un canal, una conexión con algo superior. "Estoy agradecido con lo que me toca hacer, con cada obra, con cada oportunidad".