27 de febrero de 2014 - 23:05

El mundo en Toronto

La cosmopolita urbe alberga a ciudadanos de los cinco continentes que la han convertido en su nueva patria, dando color a las costumbres y a la fisonomía ciudadana.

Kristina es lituana y Ettore, italiano. Michael nació en Toronto pero su padre es polaco y su madre panameña. Marina es argentina y Cinthya peruana. Leonard es sudafricano y Moto japonés. Kamal es de Bangladesh y Tariq de Pakistán. Nazaret es de Etiopía, Alex de Taiwán y Gaille es belga. Esta es una pequeña muestra del mosaico global contenido en esta preciosa ciudad de seis millones de habitantes a orillas del lago Ontario.

Así es Toronto, cosmopolita por antonomasia. "Si existe en algún lugar del mundo, está aquí en Toronto", dicen los torontianos, cuando se refieren a la cantidad de lenguas que se pueden oír esta urbe. Un dato que ilustra sus dichos: el boletín oficial de la ciudad se publica en veinte idiomas diferentes.

La metrópoli se erige como un emblema de la modernidad y pujanza canadiense, plasmada en las moles de vidrio del centro financiero y, sobre todo, en la emblemática CN Tower, una torre de diseño futurista. Pero Toronto, al mismo tiempo, parece esquivarle al frágil futurismo de cristal, y conserva su antigua arquitectura, palpable en sus barrios, con sus casas de dos plantas y ladrillo a la vista. Es entonces a través de estos distritos, caminándolos sin rumbo fijo y a paso lento, que el viajero puede adentrarse en el corazón de esta ciudad, conocer sus secretos, usos y costumbres; su gente y sus códigos.

Están aquellos que crecieron con las diferentes corrientes migratorias, como Greektown, Coreatown y Chinatown; también Little India, Little Portugal, Little Italy y hasta un Little Poland. Dicen que un paseo por ellos  permite viajar por el mundo a través de su gastronomía. Y no hay nada más cierto. Pero además de los barrios de diversas colectividades, hay una serie de vecindarios emergentes que marcan tendencia, donde Toronto se revela como una ciudad de vanguardia.

Por los barrios

Bares y restaurantes, tiendas de diseño, galerías de arte, hoteles boutique, mercados, todas las piezas encajan perfectamente en el amplio menú de opciones de los principales distritos. Kensington, The Junction, Yorkville, West Queen y West Queen West, alguna vez fueron sitios alejados del Downtown, esquinas frecuentadas por la bohemia, por los artistas que buscan los sitios más económicos para vivir y montar sus talleres. Y fue entonces, gracias al movimiento artístico, que esos rincones comenzaron a transformarse.

Demos inicio el circuito entonces por el más alejado: The Junction. Este era en los viejos tiempos un distrito independiente donde regía la prohibición de beber alcohol debido a las continuas riñas en que se trenzaban sus antiguos habitantes, trabajadores de los ferrocarriles y granjeros. Anexado a la ciudad a principios del siglo pasado, fue uno de los últimos reductos en emerger, sobre todo luego de que en el año 2000 se derogara la ley seca, hecho que abrió la veta para que llegaran nuevos restaurantes y negocios diversos.

Indi Ale House es es uno de esos casos, una cervecería artesanal, que resulta una buena opción para arrancar la recorrida con una degustación de las variedades de cerveza Ale, de alta fermentación y sabor amargo. "The Junction fue muy industrial a principios de siglo. Luego hubo muchos corrales y mataderos de cerdos, tan populares que hasta la ciudad le debe uno de sus sobrenombres "Hogtown"(ciudad de cerdos) ", explica, cerveza mediante, Kristina Skindelyte, quien llegó de Lituania hace algunos años.

Aquí se hornea la pizza más antigua, y según se dice, la mejor de Toronto: Vesubio Pizzería &Spaghetti House. Ettore Pugliese, su dueño, llegó de Calabria en los años cincuenta, y fundó el negocio pizzería en 1957. "Me gusta lo que veo. Un montón de gente joven mudándose, comprando casas, abriendo comercios. Junction creció mucho en los últimos cinco años", afirma este hombre que lo vio todo por aquí.

En el Downtown, en la intersección de Spadina y Dundas St West, dos de las arterias principales, se encuentra Chinatown, con sus coloridos mercados de frutos exóticos, y sus tiendas de baratijas orientales y ropa de oferta. Ahí nomás, doblando en Andrew, Baldwin o Nassau St, se adentra uno en el planeta Kensington, el antiguo barrio judío, donde hoy se respira una atmósfera pueblerina y hippie.

Callejones con graffitis, tiendas vintage, de ropa usada y de diseño; un negocio de productos cannabicos (aquí la legislación permite su uso medicinal), un mercado de frutas y restaurantes étnicos. Hacia el norte se llega a BloorSt, y de ahí hacia el este, a unas pocas cuadras, se encuentra Yorkville, el barrio más caro de Toronto. Todas las marcas y diseñadores están aquí. También la antigua y pintoresca biblioteca y el cuartel de bomberos, que contrasta con el hotel FourSeasons, una mole espejada a su lado.

Volviendo al Downtown, por YongeSt,  se llega a Queen St, un verdadero desfile de moda: todos los looks de Toronto se pueden ver a lo largo de esta avenida dividida en dos distritos bien fashion: West Queen y el más novedoso West Queen West, el "distrito de artes y modas oficial" de la ciudad.

Fue bautizado así por la  gran cantidad de galerías y locales de diseño independiente, donde no hay que dejar de visitar -y porque no hospedarse- en el Hotel Gladstone, el más antiguo de la urbe, completamente reciclado y con habitaciones temáticas diseñadas por artistas. También el Drake Hotel, otro alojamiento boutique con una galería de arte permanente y ecléctica.  Ambos son parte del circuito nocturno frecuentado por artistas.

Sobre la misma avenida Queen, está El Almacén, un "Yerba mate café" podríamos decir. Su dueño, el argentino Silvio Rodríguez, lleva treinta años por aquí. Llegó de chico con sus padres y abuelos, pero se olvidó de sus raíces. "Mi abuelo me cuidaba de chiquito, y yo lo acompañaba a trabajar en los restaurantes. Ahí aprendí a instalar cocinas, que es lo que hice durante un tiempo”. -Y a vos ¿qué te gusta hacer?  Tomar mate y hablar con la gente -respondí-. Y bueno, hacelo me dijo y siguió con sus cosas.

Plazas, ramblas y playas

Nathan Philps Square es es el lugar donde se conjugan pasado, presente y futuro. A su alrededor se erigen, uno al lado del otro, el nuevo y el viejo parlamento, un contrapunto arquitectónico: dos semicírculos de vidrio frente a una torre inglesa. En el centro hay una fuente de arcadas y aguas danzantes que hacen de este lugar una de las postales de la ciudad.

Por ahí están Phil y Ken, dos tipos que parecen sacados de una road movie de los setenta. Pelo largo y entrecano, barbas tupidas, una moto rutera estacionada junto al amplificador que despide un rock and roll crudo y rabioso. Phil y Ken improvisan, ajenos al movimiento, a las tres monedas que llevan recaudadas. El dinero no es su motor, ellos están ahí por puro placer. "Donde encontramos un lugar, tocamos", dice Ken, mientras Phil continúa ausente, compenetrado en sus acordes.

En medio de la plaza,  contemplando la fuente, están George y Pamela, inmigrantes jamaiquinos disfrutando de su día libre. Piden un retrato juntos, y afirman tener una historia de amor "muy especial, pero demasiado larga". Solo cuentan que Pamela vino primero y que George viajó un par de años después, atrás suyo, en búsqueda de nuevos horizontes. Y allí alrededor también están los puestos de comida callejera -panchos, helados, gaseosas- lo más prolijos, ordenados y limpios que este cronista haya visto en cualquier ciudad.

Desde ahí al Harbourfront, la rambla a orillas del lago Ontario, hay unas diez cuadras. Un buen tramo para ir andando. También se puede ir en subte, y conocer así elPath, una especie de ciudad subterránea, un laberinto con comercios de todo tipo, farmacias,supermercados, cafés, restaurantes, librerías, tiendas de licores y todo lo que se necesita para sobrevivir sin tener que salir a la superficie, sobre todo durante el largo y crudo invierno.

En el Harbourfront hay varias embarcaciones que hacen paseos por el lago y cruzan a las islas, donde hay playas, parques y hasta un balneario nudista. El City Passport es una cuponera que ofrece descuentos de hasta el 40 por ciento en algunas de las mejores atracciones de la ciudad, entre las que está incluida un paseo en catamarán por el Ontario. Y hacia allí vamos, en busca de una vista que brinde una perspectiva diferente. Sara, la guía del catamarán, es una rubia muy simpática, canadiense de pura cepa. Habla demasiado rápido, apenas se le entiende. Igual, resulta divertida, cada tanto mete un chiste que algunos interpretamos, y aunque parece guionado, nos arranca una sonrisa. La navegación dura una hora y se puede bajar en las islas, pasar el resto del día por allí y volver en otro catamarán.

En las alturas

La CN Tower es la atracción turística por excelencia, y no se puede ir uno ir de aquí sin alcanzar su cima. Omnipresente, esta torre de aspecto futurista se distingue desde todos los rincones y funciona como un faro para el viajero perdido. Su construcción comenzó en 1973 y fue abierta al público en 1976.

Concebida originalmente como una torre de transmisión, fue la más alta del mundo entre 1975 y 2010 (553, 33 metros de altura), hoy superada por el  BurjKhalifa, de Dubai (el edificio más alto del mundo con 828 metros) el Tokyo Sky Tree ( la torre más alta del mundo con 634 metros) y la Torre de Televisión de Cantón (600 metros). En 1995 fue calificada como una de las siete maravillas del mundo moderno por la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles.

58 segundos en un ascensor vidriado transportan al visitante hasta el Look Out Point, y el restaurante giratorio Horizons, ubicado a 346 metros. Abajo está el Look outFloor, un piso de vidrio que da la sensación de estar flotando sobre el vacío, y la terraza panorámica. Pero eso no es todo, abonando doce dólares extra, se puede llegar más alto, al Skypod, ubicado a 447 metros de altura, en el anillo más pequeño de la torre, la mejor vista de Toronto.

Y, si el viajero es audaz y no tiene vértigo, hay que  atreverse al Edgewalk, una caminata con arneses al filo del precipicio, donde se percibe la verdadera magnitud de esta metrópoli. Toronto, la ciudad de los mil países, a tus pies.

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