Un terremoto de magnitud 9.1 y posterior tsunami, se registraron el 11 de marzo de 2011 frente a la costa noreste de Honshu, la isla más grande de Japón. Las consecuencias fueron de alto impacto, afectando de forma considerable vidas y bienes. Se afirma que fue el sismo más potente en la historia del país.
La ciudad más afectada fue Ishinomaki, donde las personas que salvaron sus vidas, fueron alojadas en refugios temporales. Se evidenció que, a las necesidades que debían ser atendidas había, en forma paralela, otra necesidad tan urgente como el cuidado de la salud y la alimentación: la información.
Las personas que estaban en los refugios solicitaban la mayor cantidad posible de datos sobre el evento, para calmar la incertidumbre y disminuir sus niveles de angustia. Durante seis días la ciudad no tuvo energía eléctrica, ni acceso a internet.
El periódico local Hibi Shimbun se hizo eco de la necesidad de los sobrevivientes, y sus editores, escribieron en papel las noticias que necesitaban conocer las personas que estaban en los centros de socorro. Este periódico local de la ciudad de Ishinomaki entregó seis ediciones escritas a mano, tras el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011.
Eran ejemplares de periódicos murales, escritos con “marcadores” rojos y negros, que se repartieron diariamente en los albergues donde se alojaban los evacuados y, también en algún centro de compras que había quedado a salvo, en la parte alta más alta de la ciudad.
Su contenido se refería a la asistencia y ayuda humanitaria que se estaba recibiendo, cómo se iba dando respuesta al desastre, propiciando también fortalezas para enfrentar el desastre.
En una nota para el Washington Post, Hiroyuki Takeuchi, jefe de redacción del Hibi Shimbun, señaló que “las personas que sufren tragedias así necesitan comida, agua y también información”.
Acotemos que cada periodista, en cualquier medio de comunicación, también es parte de la comunidad afectada. Pero la profesión y la vocación de servicio, supera esa condición e impulsa a tomar contacto con la sociedad y dar las noticias que van a colaborar con la supervivencia y la promoción de resiliencia. Acotemos que cada periodista, en cualquier medio de comunicación, también es parte de la comunidad afectada. Pero la profesión y la vocación de servicio, supera esa condición e impulsa a tomar contacto con la sociedad y dar las noticias que van a colaborar con la supervivencia y la promoción de resiliencia.
Este ejemplo y otros que podemos mencionar, dan cuenta de la importancia del periodismo que, como decimos habitualmente, es “el libro de actas de la sociedad”. Su tarea se engrandece y adquiere una gran relevancia, para reflejar la realidad circundante, transmitir de forma clara y concisa los hechos cotidianos. En situaciones extremas como desastres, severas emergencias, conflictos bélicos, crisis humanitarias, etc., su valor se incrementa, y demuestra que es un insumo para la supervivencia. Es positivo recordar y confirmar el papel crucial del periodismo, manifestado en octubre de 2024, en la “DANA” de Valencia, con la gestión de la información y cobertura de la emergencia.
El periodismo siglo XXI ha adoptado múltiples formatos, soportes y “autopistas” de la comunicación y debe hacer frente a los escollos que las “fake news”, la desinformación, el torbellino de las redes sociales, el reciente uso de la IA, y ciertas agresiones a la libertad de prensa, pretenden afectar la responsabilidad y la ética periodística. El periodismo siglo XXI ha adoptado múltiples formatos, soportes y “autopistas” de la comunicación y debe hacer frente a los escollos que las “fake news”, la desinformación, el torbellino de las redes sociales, el reciente uso de la IA, y ciertas agresiones a la libertad de prensa, pretenden afectar la responsabilidad y la ética periodística.