Florencia Álvarez: “Puedo amar el malambo tanto como un varón”

La bailarina mendocina habla sobre su camino en la danza y las repercusiones de su actuación en la Fiesta de la Vendimia.

Algo personal: En esta sección proponemos que nuestro entrevistado describa en primera persona su arte y su vida. Aquí, la que habla es la bailarina y Reina de la Vendimia de Rivadavia de 2015.

"No hay que tratar de apagar la luz del otro para que la nuestra brille". Desde que bailo y me involucro con el público es mi frase de cabecera. Siempre trabajé para que mi luz brille, sin apagar la luz de los que bailan al lado. Es la frase que me mueve desde chica y que tengo presente. Sin meterme con mis colegas, sin envidia y sin maldad, logré lo que conseguí.

"Zapateo desde los 12 años y recién a los 22 años se me presenta esta oportunidad de bailar un malambo en la Fiesta de la Vendimia. Había participado en la Vendimia del 2016 y en 2015 como Reina. Recién este año volví.

"Bailé ocho cuadros pero  esperaba el momento de salir a zapatear. Y aunque muchas mujeres no se animan, después de verlo me apoyan para que continúe.

"Desde chica, cuando iba a la Fiesta de la Vendimia en Rivadavia, me emocionaba y lloraba con el cuadro del malambo. Y le decía a mi mamá: 'Quiero bailar como ellos'. Mi mamá me explicaba entonces que no podía porque eran todos varones los que bailaban. Pese a esa realidad, mis padres fueron los que estuvieron a mi lado. Buscamos profesor, aunque no estaban seguros de que me fuera a enseñar. Pero siempre me apoyaron y jamás me dijeron que desistiera. Veían las ganas que yo le ponía, veían que no era un capricho. Era cuestión de todos los días.

"Desde chica bailé danza árabe y clásico. Después de bailar toda la tarde, buscaba videos de malambo para copiar los pasos. Hacía cualquier cosa, porque no sabía la estructura. Para aprender, copiando videos de internet e iba a los festivales, filmaba y reproducía para sacar los pasos. Para mi familia era fuerte ver eso, pero siempre me apoyaron. Incluso mi mamá, que me hacía los trajes de danza, pasó de bordar lentejuelas para los trajes de árabe a coser la falda-pantalón y chaquetas para zapatear.

"En mi cumpleaños de 15 fue la primera vez que la gente me vio zapatear. En ese momento las quinceañeras hacían un pequeño show con las amigas y yo no quería bailar árabe o clásico. Como justo había empezado a zapatear y mi primo que es músico tocó el bombo, me animé. Recuerdo que todos se sorprendieron.

"Recién a los 17 años tuve profesor y comencé mi carrera profesional. En 2013 gané una competencia, le gané a todos varones. Y en 2016 competí en cinco provincias y gané las cinco. El malambo me llevó por casi todas las provincias del país y sé que puedo amar el malambo tanto como un varón. Le dedico mi vida.

"En las competencias tuve que pasar muchos tragos amargos, no todo fue color de rosas. Tuve que aguantar comentarios hirientes, pero en un punto me hicieron más fuerte. En vez de tirarme abajo, me esforcé para seguir haciendo lo que me hace feliz. Hasta el día de hoy tengo que sobrellevar esos comentarios, pero son los menos.

"¿Y la Vendimia? Fue una sorpresa que el equipo me eligiera para zapatear. Con mucha responsabilidad y trabajo de por medio tenía que estar a la altura de ochenta compañeros malambistas. Lo encaramos con mucho respeto y me tomó por sorpresa porque no es habitual ver a una chica zapatear y menos en este escenario.

"Estar expuesta a la opinión de todos era complicado, pero lo tomé como lo que más me gusta hacer en la vida. Y lo encaré así, más allá de los nervios y las dudas que generaba.

"El equipo siempre me alentó y estábamos seguros de lo que hacía, con mucho trabajo de por medio para cuidar todos los detalles.

"Tal vez algunos compañeros no esperaban que una chica zapateara delante de ellos. Hay que respetar si a la gente le gusta o no, pero el equipo me alentó a que lo disfrute. Lo que viví en estos tres días de Vendimia fue lo más movilizante que sentí con el malambo.

"Para mí la Vendimia es todo el año y así lo viví como Reina de Rivadavia. En el invierno de mi reinado les llevaba a los chicos de distintos distritos de mi departamento chocolate caliente y algo para desayunar a los obreros de la viña.

"Yo iba de jean y zapatillas, con la banda puesta. La gente primero no me quería saludar porque decían que estaban sucios y trabajando. Ese prejuicio para mí, que crecí en una finca fue muy sorprendente. Pero después me lo agradecían y reconocían que nunca una Reina les había llevado un chocolate caliente a las siete de la mañana.

"En ese momento ellos creían que estaba en competencia y lo hacía por un voto, pero en realidad lo hacía por ellos. Y eso no salió en la tele.

"Como mujer creo que la tradición de elegir la Reina tiene que perdurar en el tiempo y rescatar esta tradición. Hoy quizás se impone como un concurso de belleza y para ver quién es la más linda, en eso no estoy de acuerdo. Pero creo que las chicas desde su lugar tendrían que tener más presentes a los verdaderos protagonistas y hacedoras de Vendimia.

"No sé si voy abriendo caminos, pero desde el lugar que hoy me toca estar reconozco y soy consciente que les facilito las herramientas a muchas nenas y chicas que les gusta el malambo, para que no pasen lo que pasé yo. Que las puertas que se cierran las dejen guardadas, porque ellas pueden ser mis sucesoras.

"Desde hace un año me mudé a Buenos Aires para estudiar danza. Y les doy clases de malambo a niños y niñas, jóvenes, hombres. Estar en frente de una clase, con nenas de seis años que en dos clases aprendieron dos zapateos es un montón. Y hoy en pleno 2018 todavía tengo que aclararles que no te enseñan malambo por ser mujer o se burlan, porque tenemos otros tiempos de aprendizaje, otras maneras de ver las cosas."

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