El trabajo de la tierra nos devuelve la esperanza

El editor general de Los Andes habla sobre qué significa esta nueva temporada agrícola.

Imagen ilustrativa.
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En distintas épocas y culturas, la llegada de la primavera ha regocijado a los pueblos con su fuerte significado simbólico, además de marcar -a grandes rasgos- el comienzo del ciclo vital más productivo de la mayoría de las especies vegetales. El campo vuelve a vivir, suele decirse con simpleza y contundencia. Y aunque la frase suene romántica y banal, el contexto histórico actual le otorga más peso y sustancia que nunca.

La pandemia del coronavirus nos ha enfrentado a un otoño y un invierno que nunca imaginamos, opacados por la enfermedad, los miedos, los sinsabores y las pérdidas. Un escenario acaso atenuado por las estadísticas de la vitivinicultura, que brillaron con su mayor venta de vino tanto en el mercado interno como en el externo.

Por eso, este arranque de temporada agrícola parece darnos el horizonte de esperanza que necesitamos para que nadie baje los brazos. El que despierta las ganas de volver a sembrar, fertilizar, invertir... en definitiva, de apostar al enorme potencial de la tierra.

Acostumbrados a lidiar con las heladas, el granizo, el precio corto y otros tantas adversidades, los productores mendocinos señalan el camino y empiezan de nuevo, tal vez con algo de aquel espíritu de labor y superación con el que arribaron aquellos inmigrantes que cambiaron la cara al desierto cuyano.

Si bien la superficie cultivada de Mendoza no alcanza al 2% de su geografía, el sector agropecuario representa aproximadamente el 7% del PBG regional y le da trabajo a unas 47.000 familias, aunque en un alto porcentaje sin registrar. Es cierto además que la provincia necesita diversificar su matriz productiva y apostar a nuevos rubros y actividades (como la minería y la energías sustentables, por ejemplo). Es real también que necesitamos ser más competitivos y eficientes, incorporar tecnología de punta y aprender mejor cómo funcionan los mercados y qué prefieren los consumidores. Pero aún así es la actividad productiva que lleva adelante el estandarte y el sello de la calidad “Mendoza”.

Los mendocinos estamos orgullosos de lo que producimos. De nuestros vinos, nuestro ajo, tomate, frutales, nueces... De las manos que cosechan y los empresarios que arriesgan. De sus proyectos y sus ganas de crecer. Y esta edición especial de Fincas que Los Andes publica hoy quiere reflejarlo. Con la mirada optimista y resiliente, intuyendo que una buena campaña puede devolvernos las fuerzas y derramar sus riquezas. ¡Que arranque la temporada!

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