Pájaros, árboles y color: Cecilia Carreras nos lleva al interior de Aristóbula

La artista plástica cerró una etapa en Chacras de Coria para empezar otra en Ciudad. Nos cuenta los secretos de su nuevo atelier, que terminó de montar la semana pasada.

Carreras frente a su taller.
Carreras frente a su taller.

El 2020 fue un año bisagra para la artista plástica Cecilia Carreras. Un año bisagra, al igual que para muchos. Pero lo de esta artista plástica, mendocina por adopción desde hace 28 años, el giro fue drástico: se mudó a la sexta sección, dejando atrás el que había sido su hábitat desde siempre, Chacras de Coria.

Ahí, entre árboles sombríos, dejó el espacio que la había acompañado durante diez años y que se había convertido en uno de los polos artísticos más amenos y queridos del lugar. Ahora, le brinda toda su energía a Aristóbula, su nuevo espacio, que terminó de montar la semana pasada.

¿Cómo fue el proceso? “El 2020 me llevó a replantearme todo”, confiesa Cecilia, apuntando que la cuarentena obligó a cerrar todas sus actividades, como los cursos que se hacían en ese lugar (y que continúan vía Zoom).

“Seguí pintando todo el año, trabajando mucho. Fue uno de mis años más productivos, trabajando para adentro también. Un mundo interior que me estaba faltando, porque uno siempre está saliendo, haciendo cosas, en un movimiento muy rápido. Y el año pasado encontré mucha calma. En ese sentido, a mí me vino muy bien. Y con eso vino un tema interno con muchas decisiones, cambios y transformaciones. Eso me llevó a pensar que tenía que dar otro paso más”, dice.

Y ese paso la llevó a cerrar un capítulo en su vida y abrir otro, que empezó con la necesidad de buscar un nuevo espacio para vivir y compartir su arte. “Siempre añoré las casas chorizo, o antiguas. Siempre fue mi deseo tener algo así. Este tipo de casas me permitían tener todo lo que yo quería: poder mostrar mi obra y la de colegas, tener los cursos, tener los talleres, y poder vivir ahí al mismo tiempo. Son ese tipo de casas que te permiten todo. Así que, aparte de que siempre soñé con una casa así, coincide con mi estilo de vida de acá en más: dedicarme totalmente a pintar”.

Su sueño ya lo encontró, y está en la sexta. Además, una sucesión de señales le dijeron que el lugar también le correspondía: “Cuando en plena pandemia fui a ver la casa y la señora abrió la puerta, lo primero que vi fue un mandarino, y esa fue mi primera señal. ¿Por qué? Porque si hay una fruta que me acompañó en la cuarentena, fue la mandarina. Fue muy hermoso, sentí algo muy lindo internamente. Después, cuando vi el jardín me encontré con tres árboles de granada, y la granada me viene acompañando hace más de 20 años en mi obra. Decidí estar acá prácticamente con por los árboles”, nos dice Cecilia, quien pinta grandes frutas desde hace décadas, al punto de que son uno de los elementos que caracterizan su estilo.

Pero además, fue un volver a lo simple y esencial. “El año pasado también sentí que tenía que volver a la naturaleza, sentir que necesitaba un poco de tierra y tener árboles. Esta casa me permite eso”.

También reflexiona sobre el cambio: “Todo proceso lleva un tiempo previo. Uno lo ejecuta, es cierto, pero ya había un ‘a priori’. Ya estaba en mí querer generar un cambio. Después cuesta tomar la decisión, pero te das cuenta de que había algo previo y la decisión ya estaba tomada”.

Después, las reformas duraron meses. Dejó intacta la estructura pero sectorizó los ambientes para poder tener una habitación exclusiva para mostrar su obra (y la de los colegas que lo deseen), su propio atelier y darle protagonismo a los árboles.

“Y quise que la casa tuviera un nombre, su propia impronta y personalidad”, agrega. “Ahí también hay un cambio. En Chacras conocían mi taller como ‘la casa de Cecilia Carreras’, pero quise que acá tuviera su propio peso, su propia identidad. Ir conociéndola día a día y que ella me conozca a mí. La bauticé Aristóbula, en un devenir de nombres que quiso que deviniera femenina, porque quería que fuera mujer. Aristóbula ama la naturaleza, la libertad, los pájaros. Y yo me despego un poco de la casa también, porque considero que ella es la protagonista”, dice sobre su taller, que se puede visitar con cita previa (de lunes a viernes, entre 17 y 20, al 261-6631964).

-Esa identidad ya la expresaste desde la fachada...

- Sí, tenía en claro que quería pintar un mural, como pasó en Chacras. Me gusta mucho la pared para pintar. Acá elegí uno de los muros de la entrada para pintar un mundo natural. Fue mi regalo para la casa. También quería poner una obra de Fernando Rosas. Qué mejor que poner una obra en la puerta de la casa, porque cuando uno entra ya hay una obra de él que te recibe. Le expliqué quién era Aristóbula y él, con esa creatividad que lo distingue y esa magia, creó ‘su’ Aristóbula, y está en la puerta acompañándome y acompañando a todos. El mural y esa pieza reciben a todos.

-¿Qué podés contar sobre tu última producción?

-La obra nueva que estoy haciendo (y que también fue pensada para la apertura de este espacio) tiene que ver con los frutos. Hay varios cuadros sobre la granada. Hay otros anteriores que también tienen que ver con ello. Siempre está presente la naturaleza, la vegetación, y me gustaría seguir con la temática de los animales. Creo que por ahora voy a seguir con esta temática de las ‘macrofrutas’: en pequeño, mediano y gran formato.También tengo encargos de cartas de tarot, que me encanta hacerlas. La primera que me pidieron, de hecho, fue la del Sol, que es una carta hermosa. Tiene mucha simbología: es algo que se renueva y algo cíclico. Me encantó que fuera la primera.

Me siento agradecida”, concluye. “Sí, esa es la palabra”, afirma. “Agradezco tener esto y sobre todo poder hacer lo que me gusta hacer, que no es poca cosa en estos tiempos”.

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