Cinco microrrelatos fuertes e impactantes, con el pulso narrativo joven de su autor

Esta semana compartimos estos pequeños relatos que Fernando Echenique nos convidó para nuestra sección Aguante la Ficción.

La ilustración que Gabriel Fernández hizo para el microrrelato titulado "Para mis compas".
La ilustración que Gabriel Fernández hizo para el microrrelato titulado "Para mis compas".

Sauté

Se convirtió en un ser despreciable tan rápidamente que su entorno no tuvo tiempo de asimilarlo.

Lo supo cuando vio chirriando en la sartén -entre trozos de cebolla y panceta- los riñoncitos de su hijo más pequeño.

Plan para un feriado

No hacer absolutamente nada, dejar pasar el cielo, desordenar las sábanas, y reventarle Netflix a mi vecino. Ese era el plan hasta que un gorrión entra por la ventana. Cae sobre la ropa sucia que dejé en el piso hace diez días y no se mueve más. No soy un experto, y en mis pretensiones universitarias no existen chances de ser veterinario, pero rápidamente supe que tenía un ala herida. Ramona, en la puerta de mi habitación, se relame mirándolo fijamente.

Mamá lo recoge, lo coloca en una caja de zapatos (en casa no tenemos jaulas) y le tira unas migas de bizcochuelo. Todos en la casa sabemos que al menor descuido el pajarito será almuerzo y es evidente que ese descuido sucederá. Entonces deliberamos acerca de las acciones a tomar y se resuelve no dilatar más una muerte que seguro llegará antes del final de día. Llevo la caja con el pajarito hasta la última habitación. El pasillo es interminable, Ramona nos sigue, puedo escuchar sus uñas sobre el parqué. Dejo al gorrión en la habitación, la gata entra despacio meneándose, cierro la puerta.

El resto del día la casa es invadida por el silencio. Al caer la tarde mamá cree que ya es momento de entrar a la habitación a limpiar las plumas y la sangre. Ni bien termina de abrir la puerta grita horrorizada, todos corremos por el pasillo y al llegar vemos un tierno pajarito que despliega sus alas huyendo por la ventana y a Ramona tirada en piso con un vacío enorme en la cuenca de sus ojos.

Bichito

El bichito raro come de la basura. Un celular robado lo conecta con su minúsculo submundo y con ella, sobre todo con ella.

De noche, cuando hay suerte, se da un gustito. A su edad da lo mismo si es paco, frula, poxi o paraguayo, todo pega igual. Pero papá pega más fuerte, por eso bichito no tiene casa.

Dale, traidora, no lo dejés en banda, decile que lo querés, mentile por Whatsapp. Todo está demasiado oscuro en su historia. Dale, decile que lo querés, antes de que empiece a repartir corchazos a la yuta y tengamos que ir a recoger su cuerpecito, hecho bolita, tirado en el asfalto.

Mates fríos

Sucederá. Inevitablemente llegará el final y es probable que, para ese entonces, vos ya no estés aquí. Los fogonazos de felicidad se habrán extinguido y no serán más que una manchita azul en el recuerdo.

Pero ahora estamos acá, envueltos en llanto, cebándonos mates fríos mientras intento explicarte que no puedo responder a tus lágrimas. Porque es domingo. Porque es invierno. Porque llueve.

Para todos mis compas

Trazo recorridos, anoto horarios, posibles tardanzas y calculo en qué momento la preceptora entrará a tomar asistencia. Tengo todo escrito en mi libretita de Hello Kitty.

Afuera, en la ciudad, miles de pibes ordenan la mochila y son felices. Nunca voy a entender cómo puede haber gente que sea feliz un domingo.

La tormenta arrecia sobre mi patio. Mañana tengo dos lecciones y una prueba. Pero no puedo dejar de preguntarme si las balas que compré serán suficientes para todos mis compañeros.

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