Nadar con tiburones ballenas en México
El punto de encuentro es a mar abierto, pero exactamente dónde, sólo lo sabe el capitán de la pequeña embarcación y el guía del tour.
Para el resto del grupo estamos en el medio de la nada flotando sobre un agua que se adueña tanto del horizonte como de los puntos cardinales.
Sin embargo, una aleta que se asoma sobre la superficie es suficiente para saber que estamos en el sitio correcto. Antiparras, snorkel y al agua ¡Empieza la aventura!
Entre los meses de mayo y setiembre en el Golfo de México se repite religiosamente un ritual: Cardúmenes de tiburones ballena se acercan a estas aguas.
Todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar, estos peces-que pueden llegar a alcanzar 18 metros de largo- se dan cita aquí. A pesar de su intimidante tamaño, en su ambiente líquido se mueven con la gracia de bailarinas y con la calma de quien da un paseo.
No se inmutan por los visitantes que los siguen pataleando con rapidez en la avidez de no perderse ningún detalle de estas maravillosas criaturas, cuyo color grisáceo les permite fusionarse fácilmente en la profundidad del océano.
Los lunares blancos de sus lomos, son uno de sus sellos distintivos, no sólo de la especie, sino también de cada espécimen ya que cada uno exhibe un dibujo diferente que lo identifica. Así se pierden en el azul profundo y vuelven a aparecer como por arte de magia.
Como un niño que juega en la plaza, al salir del agua suplicamos al guía ¡un ratito más!
(U$S 175; incluye traslados, equipo y tentempiés a bordo. www.solobuceo.com).
Cenar en Jerusalén
¿Quién no ha querido cuando viaja, sentirse uno más en ese sitio que visita? No vivir una ciudad como lo hace un turista, sino como un local. Salir donde ellos salen, comer lo que ellos comen, hablar de lo que ellos hablan. A veces, al menos por un rato, se puede.
La cita es en el corazón del mercado Makhne Yehuda en Jerusalén y nuestros anfitriones, una joven pareja israelí: ella es Chen y él, Alon. Ambos crecieron en el interior del país y hoy viven, junto a su pequeño bebé, en una centenaria casa de techos abovedados en la capital.
La propuesta es una cena shabat y la mesa se llena de platos tradicionales de la cocina judía que encandilan con su aroma y luego con su sabor. Mientras Alon nos cuenta de su niñez en un kibutz (comunidades agrícolas israelitas) cerca de la Franja de Gaza, Chen nos mima con las especialidades que cocina.
Desde hace varios meses son anfitriones de eatwith.com, una aplicación que promueve compartir comida, historias y risas en un ambiente auténtico e íntimo.
La sobremesa se extiende entre copas de vino -lejos de los convencionalismos y las etiquetas- hablamos de religión, de política, de actualidad y nos sentimos al menos por un rato que somos unos habitantes más de esta milenaria ciudad.
(U$S 89. Incluye appetizer, dos entradas, tres principales, postre y galletas dulces. www.eatwith.com).
A orillas del río de agua caliente en Islandia
Islandia es un escenario de paisajes tan originales como únicos. Tanto que hasta a los viajeros más experimentados logra quitarles el aliento. Hveragerði es un pueblo que se ubica, aproximadamente, a 45 minutos de la capital, Reikiavik.
Desde aquí se inicia un trekking que nos pasea por paisajes propiamente islandeses como aquellos dominados por el negro opaco y gastado de las piedras volcánicas.
O los pastizales amarillos en los que descansan los fornidos caballos islandeses –variedad propia del país- y que dejan ver diminutos líquenes que dan fe de la pureza del aire.
La última hora de la caminata, se realiza a orillas de un río de agua caliente, cuyas temperaturas superan, en algunos sectores, los 80 grados. Para el placer de los pies cansados la travesía culmina en un sector apto para el baño e ideal para sumergirse.
Aquí la ropa térmica se reemplaza por el traje de baño y desde las cálidas aguas se disfruta de los contrastes propios de la naturaleza islandesa.
A Hveragerði se accede por transporte público y la entrada al Parque Geotermal es gratuita.
Road trip por Nueva Zelanda
Si hay un país que invita a perderse en sus carreteras e impregnarse de sus paisajes, es Nueva Zelanda. No sólo porque en un espacio concentrado, este archipiélago ostenta bellezas naturales únicas como géiseres, playas de arena negra, aguas termales, volcanes, bosques, selvas y praderas, sino también porque está preparado para ser recorrido sobre ruedas.
Desde la posibilidad de alquilar los más equipados motorhomes que no tienen nada que envidiar a un hotel de varias estrellas hasta campings que ofrecen todas las facilidades; algunos hasta son gratis.
La propuesta es abarcar tanto la isla norte como la isla sur para poder apreciar la belleza neozelandesa en toda su expresión.
Alquilar una moto en Koh Phangan
Una ruta decorada con palmeras a ambos lados se abre camino en la selva, sube, baja, se ondula. De repente, el mar aparece en uno de los costados y la postal exige apagar motor y observar detenidamente. Un banco de arena a metros de la costa, invita a arremangarse el vestido y caminar por el agua hasta alcanzarlo.
La arena es blanquísima y el agua, de un turquesa profundo, todo lo rodea. La sensación de libertad y asombro es instantánea y perdura aunque los minutos pasen.
Las guías de viajes suelen desaconsejar alquilar motos en Tailandia, basta observar el caótico tráfico de Bangkok para saber que se trata principalmente de sentido común.
Sin embargo, Koh Phangan es otra historia. Esta pequeña isla que descansa sobre el Golfo de Tailandia y que se ha vuelto célebre por sus Full Moon Parties invita justamente a ser recorrida en dos ruedas.
Las cortas distancias, el precio desmedido de los taxis y la inexistencia de transporte público son la ecuación que convierte a las scooters en la forma de movilidad por excelencia ¡De qué otra manera sino, se vivirían estos momentos mágicos!
El alquiler por día ronda los U$S 4 (150 baths) y el litro de nafta U$S 1 (30 baths).
El inframundo de Berlín
Se estima que durante la Segunda Guerra Mundial el 80% de Berlín fue destruido. Poco y nada quedó en la superficie de esta ciudad, testigo de las luces y las sombras del siglo XX.
La Asociación Berliner Unterwelten lucha por mantener un patrimonio que logró sortear los bombardeos y hoy permite contar su parte de la historia: sus subsuelos. Desde 1999 ofrecen tours subterráneos que muestran cómo fue la vida de esta ciudad durante los momentos históricos que la tuvieron de protagonista.
Recorridos temáticos como los refugios antiaéreos de la Segunda Guerra Mundial y las fugas subterráneas en épocas del Muro son algunas de las propuestas.
(Visitas desde 11 euros. www.berliner-unterwelten.de).
Nubes en la cara en Machu Picchu
“Más rápido, más rápido, apuren el paso”. “Hace cuatro días que estamos caminando, y no hemos dormido más de 3 horas. . .”.
Cuando el grupo terminó de subir, trepar, literalmente, los últimos peldaños del Camino Inca y finalmente, cada uno pasó por la Puerta del Sol, la sensación fue de sinestesia. Mix de estímulos sensoriales y emociones.
Nubes tocando los rostros, lágrimas, frío y calor a la vez, olor a hierbas, y esa postal de la ciudadela tantas vista en guías de viaje y páginas de Internet allá abajo. Para devorarla con la vista, para desandarla con los pies.
Tan intenso como efímero fue ese momento. A ellos se debía la premura con la que el guía había levantado a los turistas en plena madrugada y los había hecho caminar a paso sostenido en la oscuridad para llegar al alba al ansiado pórtico.
Su experiencia le indicaba, que por esa época del año, las nubes suelen jugar una mala pasada. Sólo unos minutos de magnánimo espectáculo.
Con el sol ya despuntado, las nubes bajaron y taparon con su densidad el panorama. Ya no se podía ver más nada. Era necesario descender para vivenciar más de cerca las ruinas del Machu Picchu. (Información: http://incapoint.com/, precio U$S 440).
Toco y me voy: Colonia
Cuántas veces al año se viaja a la capital del país por trabajo u otros asuntos. Cuántas veces se siente el asedio urbano, el ruido del tránsito, la molestia de las aglomeraciones.
En ese contexto, una escapada – que puede ser apenas de unas horas- en Ferry hasta Colonia, implica mucho más que un cambio de aire.
Embarcar temprano en la mañana, dejarse mecer por las aguas del río de la Plata y descender, ya en Uruguay, en otra dimensión espacio-temporal.
El empedrado colonial castiga las suelas de los zapatos que andan por ese casco antiguo cargado de historia, tanta que le ha valido el galardón de Patrimonio de la Humanidad.
Callejuelas angostas, reminiscencias de la época colonial portuguesa y española, y la brisa del río que pega en la cara. . . La vuelta sigue por el Bastión del Carmen, la Calle de los Suspiros, la Casa del Virrey, la Iglesia Matriz y la Puerta de la Ciudadela.
En las mesas de la calle de cualquiera de los bares, una cerveza helada, un plato típico y la más amena de las charlas, sin mirarse a los ojos, que siguen prendados del entorno.
La sobremesa no se puede extender demasiado, es preciso volver al puerto y retornar. La promesa de regresar tácita, sobran las palabras. (Información /www.buquebus.com, precio $ 1.050).
First class, usted se lo merece
Sabemos que no es para cualquiera. Pero si usted es un ciudadano del mundo, de esos que se encuentran en los aeropuertos en varias ocasiones al año, y está dentro de sus posibilidades, no tiene que dudarlo y debe comprar boletos en primera clase.
Todas las tensiones que los vuelos pueden deparar, sencillamente se olvidan y el viaje se vuelve sólo placer. Check in sin demoras, diarios de varios países del mundo, suite, con un amplio asiento reclinable -ofrece masajes dirigidos a distintas partes del cuerpo, bar individual y luego una cena de alta escuela, maridada con espumantes, si lo desea. Volar es realmente un placer.
Ver las estrellas en Barreal
Durante el día el cielo de Barreal-en la cordillera de San Juan- es de un celeste pleno. Aquí la excepción son las nubes y la regla es un firmamento desnudo.
Aunque cuando más se luce este lienzo es por las noches, cuando su atmósfera diáfana nos traduce sin filtros la infinidad del espacio: constelaciones, estrellas fugaces, planetas, supernovas, galaxias.
A la mente le cuesta dimensionar las cifras que el anfitrión de la visita guiada brinda: cuántos miles de millones de años luz nos separan de aquello que estamos viendo. Por primera vez, a través de un telescopio que me acerca miles de años, veo a Marte y también a Plutón.
Me acuerdo de una frase de Shakespeare que dice, “hay más misterios bajo las estrellas que por arriba de ellas” y en una noche así difícil es creerlo.
(Visitas nocturnas a cargo de la estación Dr. Carlos Cesco. www.oafa.fcefn.unsj-cuim.edu.ar 2648-441087).
Trekking por el glaciar Perito Moreno
Caminar por un glaciar, es una actividad que da vértigo. No se trata de miedo a las alturas, no hay que malinterpretar: da vértigo –o asombro- saberse caminando en unas nieves tan eternas.
Después de las indicaciones pertinentes y con los crampones puestos, empieza el recorrido. Nos abrimos paso en ese blanco tan profundo como etéreo con sus tornasoles azulados.
Por momentos, cuesta recordar dónde estamos, el paisaje parece simplemente de otro planeta. Casi todos los integrantes del grupo son extranjeros. Sí, yo también cruzaría medio mundo para poder caminar por el Perito Moreno.
(Recorridos desde $ 1.800. www.hieloyaventura.com).
Detener el tiempo en Maimará
Desde hace años, la Quebrada de Humahuaca gana presencia en el turismo de nuestro país. Y con los viajeros han proliferado los hoteles, los restaurantes y las demás instalaciones orientadas a ellos.
Con agendas apretadas los turistas recorren Purmamarca, Tilcara, Humahuaca. En su apuro se olvidan de conocer el tesoro escondido de la Quebrada: Maimará. Ese pueblo ajeno al paso del tiempo.
Aquí, el cerro se abalanza sobre las casas, le llaman Paleta de Pintor, -basta con apreciar sus colores para saber a qué hace referencia. Visitar el río, ir al mercado, pasear sin prisas y sin rumbo, los imperdibles.
La vida es tranquila, las horas se dilatan, el tiempo se pone en pausa y la Quebrada de Humahuaca se disfruta de otra manera desde Maimará.
Comer empanadas en Tucumán
La masa es casera, el relleno –jugoso de verdad- de carne de matambre cortado a cuchillo, se cocinan en horno de barro y se acompañan con un vaso de buen vino. Así son las empanadas tucumanas.
En esta fórmula tan simple como efectiva se encierra el sabor de un clásico de la cocina argentina que encuentra en el Jardín de la República su mejor versión.
Este año déjese seducir por el norte, si es durante la Fiesta Nacional de la Empanada –en setiembre- todavía mejor, lo que es seguro es que no se va a arrepentir.
Cruzar Los Andes
El cielo más azul, las estrellas más brillantes, el agua y el aire más puro, paisajes de una inmensidad deslumbrante es lo que les deparara a los aventureros la experiencia del cruce de Los Andes. A pie o a caballo, exclusivo para los que tienen buen estado físico.
Expedicionarios de todo el mundo llegan hasta Mendoza para concretar este sueño, que los locales podemos encarar cualquier verano.
Con salida desde Tunuyán, el itinerario es por los Andes centrales – alcanzando más de 4.000 metros-, justo por las mismas sendas que lo hicieran los huarpes, jesuitas, baquianos y el General don José de San Martín a su regreso a la patria y parte del Ejercito Libertador de América a mando del Capitán Lemos.
Emocionante, desde todo punto de vista (Información: info@cruceandescaminando.com.ar; tarifas desde U$S 900).
Probar vino nuevo de las barricas
Un poco más rugoso, acaso áspero y etílico. Cuando se sirva en copas habrá madurado. Pero ahora, en el curso de una recorrida guiada por cualquiera de las bodegas que reciben visitas, probar ese vino que –todavía está madurando- da cuenta de un proceso del que no siempre tomamos conciencia.
Del viñedo a la botella, el vino transita un largo camino de la mano de mucha gente que le aporta su trabajo y su amor. Todavía sin vestir, ese cata cómplice, promete un futuro grandioso cuando tenga su etiqueta.
En tanto, los visitantes que lo degustaron, fueron testigos de la juventud de Baco. En la web oficial del Ente autárquico de Turismo se puede consultar para elegir qué bodega se visitará (www.mendoza.tur.ar). Como mendocinos, nos lo merecemos.
Vuelta en velero por el dique
Están en el perilago del dique Potrerillos, pero no con ropa de neoprene, es que van a surcar las aguas, pero no en una tabla. Lo harán en un velero. Nada de adrenalina, ni velocidad, sino todo lo contrario: relax y tranquilidad.
La navegación transcurrirá entre bahías y parajes, con paradas específicas para apreciar el paisaje y la avifauna.
Ya entrados en el dique, sobre la mesa se dispondrá una tabla con Delicatessen regionales y en las copas tres varietales de buenos vinos mendocinos.
Un sommelier estará a cargo de la degustación. ¿Estaremos en Mendoza? Sí, por supuesto. (Información huayraveleros@gmail.com, tarifas desde $ 700).
Vivenciar la ruralidad
La anfitriona es diestra y rápida con la masa. Los visitantes, se sienten raros, pero se animan a hundir sus dedos en el bollo. El horno de barro está caldeado y en un rato el aroma del pan caliente despertará los sentidos.
Para el desayuno, nada de sofisticación en esta parada de Los Caminos de Altamira -en La Consulta-, mate, pan, manteca y mermeladas caseras. Nada más simple, nada más rico.
Así, son las propuestas de los prestadores de este producto turístico que surgió para palear la crisis del campo que sobrevino tras el triste diciembre de 2001.
Los productores rurales se juntaron, vieron lo que tenían para ofrecer a los visitantes: su cotidianidad y lo hicieron. Y al mundo le gustó. Anímese a probar (Información http://www.mendoza.tur.ar/)