Muchas veces nos animamos a cambiar en algunas cosas; y, paulatinamente, vamos volviendo a nuestras viejas rutinas, a nuestros viejos hábitos. Caemos otra vez en las mismas conductas que queremos evitar.
Ahora, ¿Qué hace que nos comportemos como lo hacemos? Nuestras creencias. El tema es que la mayoría de ellas son inconscientes. Por ejemplo, si tengo la creencia de que nadie puede hacer las cosas mejor que yo, todo mi accionar va a estar en coherencia con eso. No delegaré, y me llenaré de trabajo que con toda seguridad me va a generar mucho estrés.
Pero a través de alguna técnica de Coaching, como por ejemplo la sesión Empowerment, vemos emerger esa creencia limitante y decidimos cambiarla. Para ello creamos una nueva creencia, posibilitante para nosotros, que podría ser “el trabajo en equipo da mejores resultados que trabajar solos” y pongo manos a la obra. Empiezo bárbaro y poco a poco voy cayendo otra vez en las mismas conductas de hacer todo yo.
¿Por qué ocurre esto?
Porque en mi mente hay conexiones neuronales que están determinado esa conducta que me ha acompañado durante toda mi vida, o gran parte de ella. Y, para que se genere con esa misma fuerza otra conexión neuronal igual que aquélla, deberé repetir muchas veces la nueva creencia, hasta fortalecerla y debilitar la anterior.
Ahí entra en juego mi “voluntad” de cambiar ese hábito que tanto me molesta. Deberé pasar de ser incompetente inconsciente a incompetente consciente, luego a competente consciente para luego, finalmente, haber adquirido esa nueva creencia y ser competente inconsciente.
La buena noticia es que es posible
Esto explicaría nuestra “resistencia” al cambio. Pero… ¿Cuándo aparece el “miedo al cambio”? Cuando las fuerzas conservadoras superan a las fuerzas motivadoras, cuando los juicios que hago respecto de la supuesta situación futura, porque el miedo es una emoción que está ligada totalmente al futuro, se basan, por ejemplo en que no soy capaz, que haga lo que haga siempre me va a salir mal, que no soy lo suficientemente competente, que voy a hacer el ridículo, que no me van a aceptar el proyecto, y unos largos etcéteras.
Y ahí es donde entra en juego nuestro trabajo como coachs: podemos revisar cuán fundados son esos juicios y nuestro objetivo será destrabar esos obstáculos que la propia persona se pone. Porque, no hay que olvidarlo: el miedo es una emoción generada por un pensamiento. Y así como somos capaces de generarla, también somos capaces de eliminarla.
Por último, en nuestras sesiones, tenemos en cuenta que todo coach tiene una historia detrás suyo, con un montón de experiencias, aprendizajes, dolores, alegrías, etc. Todo eso es lo que ha configurado su mapa mental, su forma particular de ser y de estar en el mundo. Y sabemos que una persona que de niño/a fue siempre a la misma escuela, vivió en el mismo barrio, nunca viajó, no tuvo actividades extraescolares que le permitieran conocer personas diferentes a sus compañeros de escuela, etc., seguramente no habrá desarrollado la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas, a otras personas, por ejemplo. Lo cual, por supuesto no tiene que ser determinante, pero nos da información a tener en cuenta.
Y contrariamente, un niño que fue cambiado de escuela, que se cambió de casa, que conoció otros niños diferentes, muy posiblemente ya tiene en su haber el conocimiento (la creencia que determina su conducta) de que es capaz de adaptarse a los cambios, y su comportamiento lo pondrá de manifiesto.
Y para desdramatizar…desde mi mirada, el miedo no existe, es sólo una construcción mental que nosotros mismos creamos para autoboicotearnos. Mi nombre es Julieta Casnati, Master Coach Internacional, y si querés saber más sobre coaching, ingresá a nuestra cuenta de Instagram @coachingpsicologicointegral para enterarte de todo lo que tenés que saber sobre nuestra academia ¡Nos vemos en la próxima!