Su gusto por la cordillera

Desde aquel tímido show de 1985 en Villa Hipódromo, pasando por la consagración en el estadio Malvinas (1989), hasta el último recital que Cerati diera en la Argentina, en el Bustelo. Trazó un adorable puente.

Su gusto por la cordillera
Su gusto por la cordillera

El viernes 6 y el sábado 7 de setiembre de 1985 Soda Stereo hizo pie en Mendoza. Alcanza altura mítica el lugar escogido para su primer show: el CEC, en Villa Hipódromo. No hay demasiado registro de aquello, salvo que fueron acompañados por 300 personas. El músico Fredi Pacheco amplía aquel debut en Cuyo, de la banda de Gustavo Cerati. “También  tocaron en Al Diablo. Esa noche fuimos a Pequis y allí estaban los Soda con Oscar Sayavedra -ver página 4- tomando unas cervezas. En el show de Al Diablo se cortó la luz y ellos siguieron tocando como si nada. Luego volvimos a Pequis y Gustavo fue a bailar a Saudades”, recordó, en las redes sociales.

¿Qué era el rock en Mendoza a mediados de los 80? Poco más que una secta, que despertaba a puro bostezo, aunque varios de los hoy dinosaurios estaban muy activos: de los Enanitos Verdes a Alcohol Etílico, de Mario Mattar a Kinder Videla Mengele. Uno de los lugares que convocaba al público de esta nueva ola era Le Mirage, un pub a cielo “abierto”, ubicado en el subsuelo de la Galería Caracol. Allí, los sábados al mediodía se presentaban los mendocinos que tampoco sabían por entonces que hacían punta en una historia que no tiene fin.

A los pocos meses de su primera vez, volverían  en el marco de la gira de presentación del disco que quebró la pendiente del rock nacional: “Nada personal”. Hace poco, Zeta Bosio recordaba aquel momento: “Un 3 de mayo pero de 1986, Estadio Pacífico, Mendoza”. Y subía una foto del afiche de difusión, que remarcaba que se trataba del “concierto del año”. Esa noche Pacífico era escenario de otra jornada histórica, aunque, como siempre, la emoción y las ganas tapaban la pésima acústica de un tinglado hecho para los deportes. Nada importaba: allí se iba a cantar y a bailar. Y a escuchar a las chicas en alaridos variados con cada solo y declaración de amor de los músicos en escena. Un año después, cuando Soda Stereo ya era más que una moda o un fenómeno aislado, volvían a Pacífico, como parte de su gira “Signos”.

Hay dos mendocinos que tuvieron relación estrecha con Soda Stereo desde el vamos. Uno es Oscar Sayavedra, el otro el periodista Carlos Polimeni. Este último, el pasado viernes, en su programa de televisión, contó varios entretelones de esta relación, dando especial atención a la lírica legada por Cerati. Ofreció detalles de la serie unplugged, así como testimonio del grupo al que llama el primero supranacional. “Estuve de gira con ellos. Los vi desembarcar y eran como héroes anglosajones que cantaban en castellano. Pero esto llevó también a una fuerte reacción de los músicos locales. Fue ese dominio casi imperial del rock argentino en América Latina el que despertó al rock mexicano”, dijo, para reafirmar a Cerati como músico de altura continental.

Sayavedra acaso es quien más rápido asimiló la sodamanía, desde la primera hora. Varios años y algunos discos estuvo al pie del cañón, como manager (entre 1985 y 1989), asistente, productor y amigo.

Vuelve a aparecer Mendoza en el disco “Doble Vida” y en esta etapa de Cerati, ya que el diseño y la estética fue realizada por la comprovinciana Tite Barbuzza. Ella hizo la tapa  y también el desarrollo del logotipo de la banda. “Luego les hice la publicidad vial y el merchandising: camisetas, camperas, pins, algo que en esa época era novedoso”, apunta.

Otro mendocino que siguió de cerca la explosión de Cerati es Carlos Goldsack, Peluca, quien como manager de Fricción, el grupo de Richard Coleman, compartió varios de los momentos más estéreos. “Cada vez va a ser más inmenso lo que hizo. A medida que vaya pasando el tiempo va a ir cobrando real dimensión lo que hizo en calidad artística y musical, que creo que es una cosa que muy pocos pueden lograr”.

A esa altura, Soda Stereo ya se había impuesto. Era imparable el éxito, la expansión y el crecimiento. Todo éramos Soda Stereo, de Argentina a México. “Doble Vida” tocó Mendoza, en el Estadio Mundialista, a fines de 1989, y el 23 de marzo del año siguiente, sería el turno de una nueva parada, con “Languis”, en Andes Talleres.

La infraestructura y el nivel de profesionalismo se hacían sentir en todo los detalles. Cada disco nuevo, cada recital, superaba el anterior. Resurgía el concepto de estrella de rock y la posta era tomada por Gustavo Cerati. Lo peleaban desde el rock más cuadrado, lo bardeaban, pero había tanto vuelo que el águila no se posaba en cualquier parral. Cerati llevó el rock a una zona poco explorada en el país: música y letra de finísima calidad. La masividad fue la respuesta ante un estímulo que sacudió el modo de producir canciones.

La gira de “Canción animal” volvió a un Estadio Pacífico más que al palo, en dos fechas: 5 y 6 de diciembre en 1990. Este fue uno de los recorridos más impactantes que encaró el rock en Argentina. Soda quería tocar allí donde nunca antes lo había hecho, con el mismo rigor y nivel de show en cada presentación. La hazaña les llevó meses y meses. Y una logística que incluyó a cientos de personas en la organización. Era una parafernalia al servicio de la música. Esto terminaría en la Avenida 9 de Julio, en Buenos Aires. Allí Soda realizó un recital gratuito. Se juntaron 250 mil personas. Caía el Muro, allá en Berlin. Y en Argentina se construía uno, más feliz y divertido. Cerati lo hizo.

Una década después Gustavo compartía escenario con Luis Alberto Spinetta, en el Anfiteatro del Parque en San Rafael. Era un tramo de una serie de conciertos organizados por la televisión estatal. Cerati y Spinetta no tocaron juntos allí, pero ambos, en el mismo escenario, dándose  lugar, fue el telón en cual se reunían al maestro con su mejor discípulo. Aquella vez, parte de la letra de “río Babel” fue “río Atuel”. Si estuviste ahí, entre el público, también hiciste historia.

Otro punto ineludible en este intento de racconto es la presentación aquí de “11 Episodios Sinfónicos”, una perfomance (también CD) de versiones orquestadas sobre sus propios clásicos, que incluso fue parte de la programación del Teatro Colón. Hubo tres shows en el Teatro Gran Rex de nuestra ciudad. Y allí Cerati contó con la colaboración de la Orquesta Sinfónica Provincial, dirigida por Alejandro Terán.

Dicen que en Mendoza fue su último show “argentino”. Y allí aparecen las crónicas de aquel recital. Leo Oliva apuntó: “Un músico que, ya pisados los 50, conserva su cualidad de clásico y de vanguardista, de hacedor de canciones y cultor de tendencias, de diseñador de contrastes que combinan mejor que nadie, como el negro y el blanco con el que se vistió y vistió a todos”.

Dicen que ya no está más. Y no se va. Cerati no, no se va.

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