Celebramos el 8 de noviembre, el Día Mundial del Urbanismo. La ocasión se nos presenta como otra gran oportunidad para pensar los espacios del territorio que habitamos y sacar cuentas sobre lo que hemos hecho y lo que nos falta. Hasta ahora, seguimos parados en el mismo lugar cómodo, donde se repiten frases que revoleamos sin reflexión ni discusión.
Porque si un día repetimos a mansalva que el sistema de transporte debe evitar el uso del vehículo individual, al poco andar, nos olvidamos y solo son micros que llevan gente amontonada y a destiempo. Nunca fue una política activa sostenida día a día para hacer que el objetivo ocurra. Pasó el furor de la moda, dejó de ser un tema presente y se perdió entre lo rutinario.
Otro día le apuntamos a la sustentabilidad y repetimos esa palabra hasta vaciarla de contenido, significado y trascendencia.
Más tarde repetimos cambio climático, crisis hídrica, cubiertas verdes y cualquier otra cosa que supuestamente, nos catapulte a la vanguardia de estos tiempos.
Pero hasta ahora, somos lo mismo pero peor. Sin voluntad para debatir, los temas urbanos van a seguir en el territorio de las modas, las suposiciones y la imposición de las creencias de quien llegue a algún lugar de decisión. Y después vendrán otras personas con otras creencias y cambiará la obra que se justifique con el mismo discurso plagado de sustentabilidades, crisis hídricas, cambios climáticos y techos verdes. No importa lo que se diga. A los tres primeros pasos, nos daremos cuenta que las soluciones no solucionaron, pero fueron caras e ineficientes. Porque la complejidad de nuestro territorio no solo necesita respuestas técnicas. Si no abarcan la totalidad del problema, las supuestas soluciones agravan los conflictos. Ejemplos tenemos.
La impermeabilización de cauces de riego está haciendo desaparecer las arboledas de calles y carriles rurales. ¿Es necesario impermeabilizar? Puede ser. ¿Es necesario que se haga de esa manera? Absolutamente no. No se ha considerado todo lo demás que el sistema de riego genera, los aspectos paisajísticos, los sociales. Nunca se ha considerado la vida que la comunidad desarrolla bajo los árboles. Son intentos de solución centrados en un único aspecto, la eficiencia del traslado del agua. La obra desconoce todo lo que hace que ese canal de riego sea mucho más que una acequia que lleva agua. Y por eso es parte de la cultura de sus habitantes.
Volvamos al transporte público y veamos qué se hizo en calle San Martín de Godoy Cruz con el Metrobus, un invento que dio solución a problemas de otro lugar, pero se trasladó a nuestro contexto sin el menor análisis. Ni siquiera pasó por el Concejo Deliberante. Ante la alternativa razonable, que era troncalizar el transporte desde Luján de Cuyo hasta Las Heras a través del Metrotranvía, se lo censuró y se impuso la troncalización por calle San Martín. Sin discusión y a puertas cerradas. Nunca se evaluó todo lo que excede al tema transporte propiamente dicho. Forestación, vida social y comercial, vehículos particulares, clínicas médicas, bancos, nada.
Menos consideración, ninguna, para aquellos valores no tangibles que, generalmente, se dejan de lado en nombre de la eficiencia de la obra. Nada de paisaje, patrimonio e historia.
Solo un par de años después, se está volviendo a la discusión inicial, pero sin discusión. Se está estudiando cómo pasará el Metrotranvía por Godoy Cruz, para llegar desde Luján de Cuyo hasta Las Heras. Van a existir dos ejes troncalizadores paralelos, casi pegados. Un despilfarro de recursos que los empujarán a una competencia caníbal para disputarse el mismo grupo de usuarios y recursos económicos. Desde lo técnico, hasta lo económico, un despropósito sin estrategia para ordenar el territorio, darle racionalidad y razonabilidad.
Pero todavía hay posibilidades de que esto se revierta y valoremos lo que nos va quedando. Si nos diéramos cuenta que un cartel para que los turistas se hagan selfies, no puede ser más importante que una plaza que rinde homenaje a la Independencia, ni puede ser el punto cúlmine del mural que da sentido al homenaje, si volviéramos a mirar y valorar, a conocer la historia de nuestros espacios, lo que sucedió en esas calles, plazas, edificios, si eso ocurriera, en una de esas, dejaríamos de esquivarle a los aciertos. Podríamos invertir en lugar de gastar en suposiciones caprichosas.
Y podríamos recomponer la tan deteriorada confianza en los actos de gobierno. Porque mientras desde un escritorio se trata de meter las creencias por la ventana y del otro lado se trata de imponer creencias cortando las calles, esa pulseada no posibilita consensuar un Plan de Desarrollo Provincial. La legislación para que esto suceda es la vigente. No se implementa porque no hay voluntad política para hacer las cosas de otra manera y se sigue recurriendo a los mismos métodos que han fracasado. Y acá estamos. Estancados y confundidos.
En síntesis, el 8 de noviembre es el Día Mundial del Urbanismo. Es mucho más que trazar calles y hacer barrios. Trasciende a las ciudades. Es la forma en que la comunidad interactúa, convive, produce y usa sus recursos. Está marcado por los espacios de encuentro, por la calidad del espacio público. De eso depende la calidad de vida de la población.
*El autor es arquitecto