Nos visita un presidente acompañado únicamente de su soledad

El presidente comenzó el año como no lo hizo en ninguno de los anteriores de su mandato. Con Sergio Massa gobernando casi en exclusividad, el Jefe de Estado se dedica a inaugurar todo lo que encuentre dentro del territorio nacional.

Nos visita un presidente acompañado únicamente de su soledad
El presidente Alberto Fernández y la primera dama Fabiola Yañez .(Presidencia de la Nación)

El presidente Alberto Fernández comenzó el año como no lo hizo en ninguno de los anteriores de su mandato. A pesar de que su nivel de popularidad están por los subsuelos, él se siente de algún modo liberado porque las dos tareas políticas que hoy está ejecutando no se las encargó Cristina sino que pertenecen a su propia decisión, aunque una de ellas la haga nada más que para quedar bien con la vicepresidenta en jefe.

Con Sergio Massa gobernando casi en exclusividad (es al menos el único que habla y parece decidir en las cuestiones de gestión), el presidente se dedica a inaugurar todo lo que encuentre dentro del territorio nacional, esté terminado, a medio terminar o recién iniciado (incluyendo hasta la renovación del techo de la estación de trenes de La Plata).

Y todo eso lo hace con una sola intención que comparte con una sola persona, vale decir con él mismo: la de encarar tempranamente la carrera por su reelección presidencial. Algo que el resto de la Argentina cree imposible, pero como Alberto supone (y supone bien) que de no ser reelecto lo único que será imposible es su posibilidad de sobrevivir políticamente en cualquier lado o cargo, es que se la juega a todo o nada.

Acompañado solamente de su inmensa soledad, la que hoy encuentra también en Mendoza.

Pero fuera de ser veraces, Alberto Fernández no está encargado solamente de tan fútiles tareas electoralistas para un presidente de un país en gravísima crisis económica.

También está conduciendo, y esta sí es una tarea eminentemente política, la torpe pero brutal embestida contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Algo que comparte con Cristina y que lo hace para quedar bien con Cristina a ver si ella le permite reelegirse. Pero a la vez Cristina debe estar aterrorizada por el modo en que Alberto está ejecutando su kamikaze jugada que sólo logrará desprestigios nacionales e internacionales inmensos a cambio de no obtener nada de lo que se propone.

Que eso es lo que indigna a Cristina: que el  hombre que contrató pura y exclusivamente para que la sacara de sus enredos judiciales, al no haber logrado nada en tal sentido, ahora quiera armar una puesta en escena donde pretende suplir su impotencia con espectacularidad teatral, que es lo único que el peronismo espera ganar con este ataque al Poder Judicial, muchas veces bordeando la inconstitucionalidad.

Ese es el presidente que viene hoy a Mendoza, un hombre ocupado sólo de spots publicitarios electorales donde comunica la buena nueva de que la Argentina funciona como los dioses y que pelea como Don Quijote contra molinos de viento a los que no les hará ni mella.

Es la misma persona que necesita reconciliarse con Mendoza luego de haber jugado desde el primer momento, decididamente, por La Pampa en el tema Portezuelo del Viento. Provincia donde también irá después a recibir las felicitaciones que espera le compensen los rechazos que recibirá en Mendoza. Porque ningún mendocino ignora que no solo en este sino en todos los temas en que nos enfrentemos con La Pampa, este señor que ejerce de presidente jugará siempre en contra nuestra y a favor de una provincia que está tomando la disputa por el agua como una guerra a todo o nada con una irracionalidad provocadora.

En ese clima político, el gobernador Rodolfo Suárez, en una decisión opinable, decidió ponerse del lado de la opinión pública mayoritaria y no recibir al presidente como señar de rechazo, de queja y porque afirmó no sentirse con estado de ánimo para encontrarse con quien parece ser tan poco amigo de Mendoza.

Insistimos, se trata de una decisión institucionalmente discutible aunque comprensible y muy popular porque los mendocinos casi en su totalidad están incómodos con esta visita. Incluyendo en la misma incomodidad a una parte considerable de la dirigencia peronista que hubiera preferido que Fernández se quedara inaugurando techos de estaciones de trenes lejos, muy lejos de aquí.

Es lamentable que la grieta política llegue a estos extremos en las que el presidente que visita una provincia no pueda reunirse con el gobernador de la misma. No le hace bien a nadie, ni es una buena noticia. Pero también es cierto que hace mucho tiempo que el presidente Fernández no le hace bien a nadie ni trae una buena noticia,  ni para Mendoza, ni para el resto de la Argentina, salvo prebendas partidariamente direccionadas.

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