Argentina ingresa definitivamente en una nueva etapa. Lo que resuelvan los votantes en este escenario de mitades apenas imperfectas, que todo indica quedará en evidencia hoy, empezará a impactar en la economía y la política desde esta misma noche. No habrá que esperar al 10 de diciembre para ver las primeras consecuencias de la decisión que tomaron.
Pero hay una marca, una constante de los últimos años, que todo indica no se modificará fácilmente: la grieta. Aun cuando los dos candidatos presidenciales que llegan al balotaje, Sergio Massa y Javier Milei, empezaron su recorrido en la campaña procurando mostrarse superadores de ese Boca-River político en el que hemos vivido los últimos 15 años.
Esos papeles quedaron arrugados y tirados en un rincón. La necesidad de usar todo, lo que sea, para ganar, cambió el libreto original de ambos. Y el balotaje aparece allí como un potenciador de la división social, que atraviesa a todos los estratos.
El sistema de segunda vuelta obliga a tomar posición entre dos candidatos a los votantes que no los habían elegido ni en las primarias, ni en las generales. Y entonces, indefectiblemente, divide a la sociedad en dos, eliminando las terceras posiciones. Es uno o el otro. Como si estuviésemos condenados a la grieta.
Sólo el voto en blanco queda en este escenario como terreno neutral hoy, pero seguro opositor mañana, gane quien gane.
En las últimas cuatro semanas, se dinamitaron todos los puentes. Y la unidad nacional que pregona Massa parece a priori muy difícil. Porque la “campaña del miedo” sólo alentó a marcar diferencias y tomar posición. En la dirigencia política, pero sobre todo en la sociedad. Así, esa herramienta electoral parece ir contra el plan gubernamental si gana.
El “empate técnico” que mostraron las últimas encuestas hace imposible anticipar con certeza quien triunfará hoy en el país, pero tanto en el radicalismo como en el peronismo mendocinos creen que el candidato libertario, de alguna forma, ya ganó.
“Los próximos años, los peligros que van a enfrentar los oficialismos, nacional, provinciales y municipales, van a ser los Milei que aparezcan, no los políticos profesionales”, pronostica preocupado un referente de Cambia Mendoza.
“Ya nada va a ser igual en la política. La ‘tolerancia 0′, el discurso sin filtro que expresa Milei no se termina con su derrota”, coincide a su modo un peronista encolumnado desde siempre en la ortodoxia partidaria.
El temor no explicitado de ambos es la penetración que logró Milei en el electorado mendocino. En las generales no bastó el apoyo de todo Cambia Mendoza para que Patricia Bullrich triunfara o al menos hiciera una elección pasable en la provincia. Como tampoco la unidad del PJ y el apoyo de parte de La Unión Mendocina alcanzaron para que Massa dejara de ser tercero.
En ninguno de los dos sectores dudan que acá el libertario será el más votado hoy y con una ventaja muy amplia. Algunas encuestan anticipan que al menos reunirá más votos que los que obtuvo Mauricio Macri en el balotaje de 2015. Hay allí más que la dicotomía cambio o continuidad.
Por eso, en su “neutralidad”, el oficialismo provincial mostró más apertura hacia Milei. De qué otra forma puede entenderse el aporte a la fiscalización.
Alfredo Cornejo ha mantenido en secreto, tal como se anticipó en esta columna, su voto de hoy. No quiere quedar “pegado” a ninguno. Menos aún terminar del lado derrotado. Pero por gestos como el de la fiscalización, declaraciones y otras señales, está claro al menos que no votará por el candidato de Unión por la Patria.
Hay en ese posicionamiento, además de seguramente razones personales, una necesidad política: la mayoría de sus votantes está del lado libertario y no puede enfrentarse a ellos.
También hay un interés estratégico: Milei, de ganar, va a necesitar apoyo territorial y allí puede aparecer la liga de diez gobernadores de Juntos por el Cambio (o como se llame en el futuro ese frente, si existe) para garantizar la gobernabilidad. Ese aporte les dará influencia nacional y, seguramente, los siempre bienvenidos recursos para sus provincias.
Massa también necesitará a los gobernadores de la UCR, el Pro y aliados, porque no le alcanzará con los del peronismo, pero su apuesta es distinta. La “unidad nacional” que proclama no es con un partido o un bloque, sino que buscará sumar de a uno para debilitar a la oposición.
Así como la grieta en la sociedad tiene todos los condimentos para sostenerse por un tiempo, está claro que el próximo presidente deberá dialogar y consensuar sí o sí para llevar adelante sus planes. Ninguno podrá imponerse con su propia fuerza.
Aires de cambio
Un anticipo de ese nuevo escenario se vio en Mendoza la semana que pasó. La aprobación del Presupuesto 2024 fue la mejor muestra de lo que vendrá. Más por necesidad que por convicción de todos los involucrados.
Cornejo se puso al frente de la negociación y demostró una apertura que no había tenido antes. Logró así que el peronismo apoyara el endeudamiento que pedía y, como bonus track, el roll over. Dos ítems que el PJ venía rechazando, con algunas intermitencias, desde el Presupuesto 2019, el último de la primera gestión del gobernador electo.
El “nuevo” Cornejo es producto de la última elección. Aunque tiene y tendrá mayorías simples en la Legislatura, ya no cuenta con el respaldo social que tuvo. A partir de ahora, está obligado a neutralizar con diálogo y consenso el anticornejismo que las encuestas detectaron y le restó votos.
El peronismo, aunque quiere asociar su nueva postura al clima de “unidad nacional” que habría con Massa en la Presidencia, en realidad está atado también a las necesidades locales.
La última elección, con su tercer puesto lejano, le demostró que esa oposición inclaudicable que ejerció los últimos años no es bien vista por los mendocinos. Además, si su candidato pierde hoy, los intendentes ya no tendrán el amparo de la Nación y necesitarán aferrarse a la provincia.
Cornejo y los intendentes peronistas tuvieron dos reuniones. La primera más, chica; la segunda, y difundida, con todos, incluido el sancarlino Rolando Scanio, hasta ahora dentro de La Unión Mendocina (LUM), pero alineado dentro del massismo.
El gobernador electo planteó allí que los nuevos tiempos no son propicios para la conflictividad política. También que si Massa gana, todos se necesitarán. Habría así una suerte de colaboración transversal a los tres estamentos del Estado.
Esa colaboración comenzó con el apoyo peronista al Presupuesto. ¿Qué pidieron a cambio? Un compromiso político de “no agresión” en los concejos deliberantes. Dicho de otro modo, que Cambia Mendoza no le arrebate la presidencia al PJ en sus municipios. Ese pedido amplio se circunscribe en los hechos a un caso en particular: el Maipú de Matías Stevanato.
El que parece no haber sido alcanzado por los vientos de cambio es Omar de Marchi, como si aún no terminara de digerir la derrota. El líder de LUM mantiene su discurso de campaña y parece haber asumido ahora el papel de opositor furioso que hasta no hace mucho tuvo La Cámpora.
Su pataleo en redes contra la aprobación del presupuesto y sobre todo contra el diputado Vilche por haber votado a favor, hasta no hace mucho un incondicional suyo, más que fortaleza exhibió debilidad. El frente que armó hace siete meses parece deshilacharse.
Empezó por Las Heras, el territorio de su aliado Daniel Orozco. El ex candidato a intendente Martín Bustos fue el primero en irse y detrás de él, como se contó hace una semana, salió la concejal Laura Fernández. En los días siguientes, la sangría continuó y ya tuvieron reuniones con el nuevo oficialismo, que liderará Francisco Lo Presti. Cuando asuma el intendente electo, dicen que a LUM le van a quedar apenas un par de ediles.
Ese escenario puede trasladarse a la Legislatura. ¿Vilche aún puede contarse en LUM? Difícil después de haber sido tratado de traidor. A él podrían sumarse otros, si Massa gana.
Cuentan que Jorge Difonso, uno de los fundadores de LUM (que también apoyó el Presupuesto), y Scanio (que asumirá en diciembre) armarían un bloque massista “puro” junto a Gabriela Lizana y José Luis Ramón. En el Senado también pueden producirse otras fugas si el ministro de Economía se convierte en presidente: Ariel Pringles y Flavia Manoni, ambos de origen peronista, ya son tentados.
El resultado de hoy definirá la vida de cada uno de los argentinos los próximos cuatro años, al menos, pero también tendrá efectos inmediatos en la política mendocina. Cada uno, por distintas razones, tiene motivos muy profundos, más allá de la economía, para querer que gane Massa o Milei.