La importancia de los vínculos entre la Argentina y China siguen en aumento, excediendo el ámbito comercial y financiero, para alcanzar áreas estratégicas como la nuclear, espacial y de la defensa, entre otras. Así lo han reafirmado en un memorándum de entendimiento las autoridades de ambos países.
Pero ¿De qué tipo de vínculos bilaterales hablamos? Sin importar los rótulos o denominaciones, la cuestión debe entenderse en el marco general del debate que se está dando en Occidente y los EE.UU, sobre la proyección mundial de China.
En ese orden, existe consenso en que es una “construcción de poder nacional mundial” del país asiático.
-Así las cosas, cuando hablamos de cooperación entre Pekín y países medianos y pequeños, aquella estrategia, adquiere otro significado y dimensión. Particularmente en Latinoamérica, donde entra en liza la proyección de los EE.UU. y se verifica la dificultad para encontrar un equilibrio, márgenes de maniobra, determinar deferencias en los vínculos ¿socios o aliados?, etc.
Es a partir de esas premisas, que se debe diseñar una política exterior nacional que satisfaga nuestros intereses nacionales, y no otros.
Esa cooperación se presenta como “cooperación mundial al desarrollo”, de un “desarrollo compartido”, en la “cooperación entre países emergentes”, etc. (OMC considera a China una economía emergente). Sería un intercambio principalmente de “know how”, de prácticas y experiencias comunes. Es la red de vínculos cooperativos que hacen al Sur-Global.
Desde nuestro país, el foco debe estar en la implementación práctica de esa cooperación, principalmente en los mega proyectos de infraestructura (como las centrales hidroeléctricas en Santa Cruz, la estación de monitoreo espacial en Neuquén, cuarta central nuclear, etc.). Clausulas y condiciones adquieren una importancia fundamental.
Así las cosas, nuestro desarrollo debe lograrse sin caer en vínculos de dependencia perjudiciales, conscientes (para romper con otros vínculos de dependencia) o inconscientes (producto de la fuerte interdependencia económica mundial).
Como se dijo, la cooperación también alcanza áreas o nichos donde la Argentina tiene un desarrollo tecnológico importante, como el nuclear o espacial, que hay que proteger. Es decir evitar la transferencia de tecnología sensible sin ninguna contraprestación equivalente. Pero para mayor dificultad, esas son áreas que hace años, están compartidas y fuertemente vinculadas con nuestro socio mayor del Mercosur, Brasil.
Pero también es preciso evitar que, en el afán del desarrollo nacional, nuestra matriz económica lo sea únicamente, o se transforme, en función de las necesidades del desarrollo chino, y que esos vínculos contribuyan a debilitar el Mercosur (como parece estar ocurriendo).
En lo simbólico, son vínculos que se mueven más en el ámbito de los socios, no de los aliados, desde que con claridad la Argentina es parte de la civilización Occidental y no de la asiática.
En definitiva, los vínculos entre la Argentina y China, más allá de los rótulos, deben entenderse como los vínculos con una gran potencia, como lo fueron en su momento los vínculos con EE.UU y Gran Bretaña, que son vínculos entre desiguales.
Son relaciones no exentas de peligros. Vínculos que deben ser direccionados, en la medida de lo posible, a nuestro desarrollo nacional, en el contexto de nuestra debilidad, de la fuerte interdependencia económica mundial y del proyecto de construcción de poder mundial de China.