El triunfo de Lula en Brasil ha confirmado el giro electoral hacia el progresismo en la región, pero plantea al mismo tiempo el desafío de la gobernabilidad. Se trata de un problema que afecta no sólo a América Latina, sino a todo el mundo emergente (Asía, África y Latinoamérica). La combinación del aumento simultáneo de las tasas de interés, el precio de los alimentos y el combustible, implica una situación muy difícil para los países en desarrollo y los de bajos ingresos. Las consecuencias de la pandemia y la guerra de Ucrania han convergido en este fenómeno.
El mismo Brasil enfrenta ahora el desafío en materia de gobernabilidad. Ante la afirmación de Lula de que pretende reformar la Constitución para elevar el piso del gasto público autorizado por ella y aumentar los salarios y el gasto social comprometido en la campaña, los mercados han respondido negativamente. A ello se suma la oposición radicalizada que significan los seguidores de Jair Bolsonaro. Además de la personalidad conflictiva del Presidente que termina, se agrega la movilización en las calles de sus partidarios, dispuestos a llevar a este ámbito su actitud opositora.
En México, que vive una situación de inseguridad crónica por los carteles del narcotráfico, el debate sobre el sistema electoral está generando un conflicto creciente. El Presidente Andrés López Obrador es cuestionado por sus características populistas desde los sectores opositores y el empresariado. A dos años de la próxima elección presidencial -el mandato en México dura 6 años y no hay reelección de por vida-, el Presidente ha entrado en conflicto con el instituto estatal que supervisa el funcionamiento electoral.
Se trata de una instancia institucional que fue clave en el proceso de democratización puesto en marcha desde la presidencia de Raúl Salinas de Gortari, que es considerado garantía de la transparencia electoral, terminó con el control sucesorio (“el dedazo”, que permitía al Presidente saliente elegir a su sucesor), y que es ahora cuestionado por López Obrador.
En los países de la región andina se registra una inestabilidad creciente en Perú, Ecuador, Chile y Bolivia. En el primero, el Presidente progresista Pedro Castillo sufre un nuevo intento de destitución en el Congreso, impulsado por los partidos de derecha. El Presidente se encuentra en minoría y moviliza a sus partidarios en las calles para sostenerse. En Ecuador, el Presidente de centroderecha Guillermo Lasso, enfrenta una situación que amenaza con el descontrol por parte de los carteles de la droga que controlan las cárceles, en las cuales tienen lugar sangrientos motines y enfrentamientos entre bandas. En Chile, el “progresista” Gabriel Boric ha sufrido una fuerte caída en su aprobación en los primeros meses de gobierno y, además de dificultades económicas, no logra dominar la violencia de la insurgencia de la etnia mapuche en el sur del país. Respecto a Bolivia, las protestas en Santa Cruz de la Sierra -epicentro de la oposición al Gobierno, desde donde se impulsó el desplazamiento de Evo Morales a fines de 2019- van a cumplir un mes. El gobierno ha reprimido con firmeza, pero no logra imponerse. Además, dentro del oficialismo se encuentran enfrentados el Presidente Luis Arce y su predecesor, Evo Morales. En cuanto a Colombia, la situación es compleja pero el Presidente Gustavo Petro está logrando dar pasos en función de su política de “paz total”, que incluye a los grupos guerrilleros que decidieron no desarmarse frente a las propuestas del Presidente Santos. Ahora se ha incluido también a los carteles del crimen organizado y el narcotráfico. En cuanto a Venezuela, el Presidente Nicolás Maduro estuvo en París en la Cumbre convocada por el Presidente Macron, para hallar una salida a la guerra de Ucrania. El mandatario francés intenta una mediación entre el gobierno y la oposición venezolana, con el apoyo de los Presidentes de Colombia y Argentina.
En la Cumbre del G20 que se reunió en Indonesia, participaron los tres países latinoamericanos que lo integran: Brasil, México y Argentina. Fueron elegidos para integrarlo quince años atrás por ser las tres economías más importantes de la región. Tradicionalmente han mostrado bajo nivel de coordinación entre ellos en las posiciones que se han discutido en esta Cumbre.
Brasil suele tener como referencia su pertenencia al grupo BRICS, integrado por las potencias emergentes, México se mueve en el ámbito del grupo MIKTA, integrado por los países medianos, y Argentina no integra ninguno de los dos. Los temas de la reunión son la guerra de Ucrania y el aumento de los precios de alimentos y energía que ha provocado. Medio ambiente y el mundo digital integran el temario, pero no tienen un lugar central, dada la coyuntura.
Estos mismos tres países definirán en los próximos días el nuevo titular del Banco Interamericano de Desarrollo. Han presentado sus respectivos candidatos, como también lo ha hecho Chile. Estados Unidos integra el BID pero no ha presentado candidato, aunque tendrá un rol importante en la definición.
En definitiva, el progresismo ha consolidado su regreso al poder en América Latina, pero su desafío central es demostrar ahora que puede tener gobernabilidad.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.