Pensamos que la urbanidad “sostenible” es un equilibrio de convivencia entre la obra construida y su contexto que preserva y protege la Biomasa de los oasis, “De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias” (1) como lo menciona en su investigación de cinco siglos de historia en la ciudad del trazado de los surcos de agua.
Dentro del rico marco cultural que presenta hoy el urbanismo de oasis, la ciudad de Mendoza y la coexistencia con núcleos menores que conforman la red urbana e interurbana regional de “ciudades intermedias oasis” vinculadas a la matriz productiva, pero en resiliencia por el olvido del origen, “el agua”.
No pudiendo negar que habitamos en tierras desérticas transformadas por sistemas artificiales de riego, la observancia nos alerta de un nuevo planteo de urbanidad: los “oasis de cemento” que vienen avanzando por sobre el paisajismo pensado, con la mutilación de su masa arbórea, negando lo que la biomasa ya deteriorada en un alto porcentaje impacta en el calentamiento del estrato acondicionado del Valle de Huentata…
“El agua es el traje con el cual la vida nos visita. Toda agua viva es morada del espíritu y este aparece en las olas y en los vientos que forma. En el Amazonas, el espíritu está presente en los ríos y se muestra fuerte en los afluentes. Nunca entres a un rio o a un barco sin saludar el espíritu que vive en las aguas”, según Bep Karoti, chamán de los Kayapó.
Necesitamos repensar el camino que nos legó la historia del urbanismo y paisajismo de Mendoza.
Su formulación teórica y su investigación son hoy una responsabilidad insoslayable, aportando nuevos puntos de vista desde el conocimiento que son fundamentales para esclarecer políticas y elaborar planes más coherentes con el desarrollo de nuestro territorio.
La matriz urbana que superpone “la traza de damero, acequias y árboles” en creciente desaparición al olvidar el origen del Patrimonio Natural Culturalizado que alimenta el recurso “Kaha Chez” lleva al desequilibrio de todos los sistemas del área Metropolitana y subsistemas más alejados, al ser desplazados por la cultura de la invasión del espacio público.
Elementos fundantes del “Estrato acondicionado” (2) están en peligro, en tal sentido la desolación urbana de “alfombras de hormigón” que recalientan el ambiente rompiendo el equilibrio del sistema y la resiliencia de la biomasa de la Mendoza modelo “ciudad de árboles”.
Si bien los estratos vienen resistiendo por lo permanencia de los árboles añosos que siguen negando su extinción, tenemos la falta de comprensión, de conciencia y de conocimientos sobre la particular identidad de este patrimonio, que se encuentra en una crisis difícil de enfrentar y cuyo destino depende en gran medida, del esclarecimiento y la valoración de su particular naturaleza.
La mitigación y defensa responde a mantener la integridad de la biósfera (masa verde), cuidar el entorno percibido en forma holística, reciclando la ciudad como contención de crecimiento, su compactación y su altura en propiedad horizontal, reduciendo los “guettos” que proliferan en tierras de cultivo y reserva urbana.
El grito del agua está entre nosotros… los ríos de montaña que llegaban a los oasis periféricos han desaparecido, recurriendo a la sobreexplotación de aguas subterráneas que es un recurso finito.
Dentro de este contexto, la ciudad de Mendoza, a la cabeza del crecimiento, gestó un caso de urbanismo único en el mundo: la ciudad oasis regada con acequias y edificada dentro de un formidable bosque artificial, que sentó modelo y constituye un valioso “patrimonio cultural”.
El Parque General San Martín es el paseo por excelencia de los mendocinos, el “gran pulmón verde” de la provincia.
Una defensa aluvional a través de la forestación, modelo de respuesta salutogénica muestra indicios de sequía y deforestación.
Uruguay no está muy lejos. La sequía más severa de la ciudad construida de cara un río ancho como el mar, asentada sobre un acuífero que es orgullo nacional y con ríos internos que riegan su penillanura levemente ondulada, tienen que tomar agua salada del Río de la Plata, lo que los obligó a elevar los niveles permitidos de cloruro y sodio.
Las “lagunas de Guanacache” si nos remontamos al origen, donde los “huarpes laguneros” navegaban en sus ancestrales embarcaciones de totoras, hoy transformadas en tierras secas no irrigadas exentas y rotuladas de “desierto” y asociadas a la pobreza y al atraso cultural, el agua del suelo es naturalmente salada y contiene arsénico.
“Se puede imaginar lo que se siente al ver como el agua se tira en las calles, y nosotros allá secándonos”, con veinte días sin agua, hasta la piel de la tierra se seca.
El grito huarpe “lo que a la naturaleza le quitan, la naturaleza lo recupera”, en la expresión de José Díaz, de la comunidad Huarpe.
(1) Jorge Ricardo Ponte. Dr. en Sociología de la EHESS París - Arquitecto. Investigador Científico del Conicet Mendoza.
(2) Eliana Bórmida, Profesora Emérita de la Universidad de Mendoza–Arquitecta.
El autor es Diplomado en Arquitectura/UM FADU UNCuyo. Presidente RH&PC