La victoria talibán en Afganistán tiene amplias consecuencias geopolíticas en la región, además de significar el fracaso de la política de EEUU en particular y la de Occidente en general de reconstruir el Estado afgano y estabilizar la región.
La erección de un emirato islámico, como prometen los talibanes, en Asia Central irradiará conflictos y tensiones en una región de por sí inestable, porque es la victoria de un “poder desestabilizador” que se proyectará más allá de sus fronteras nacionales.
La primera víctima del Talibán, creemos, será Pakistán aliado de Washington. No en vano, la frontera afgano-pakistaní (la región Afpak) es una de las regiones donde los EEUU presta mayor atención e invierte en recursos militares. La situación es extremadamente peligrosa, atento que Pakistán es un estado infiltrado por el terrorismo –según los especialistas–, poco cohesionado, multiétnico y posee un arsenal nuclear. Una hipotética implosión de Pakistán proyectaría el poder talibán sobre el Océano Índico y el neurálgico Golfo Pérsico.
Aquello pondrá en alerta a la India, también potencia nuclear y la situación puede revivir el conflicto irresuelto de Cachemira.
El talibán sunita también puede entrar en conflicto con el Irán de confesión chiita, como sucedió con el Estado islámico erigido en Siria.
Pero a nivel geoestratégico la atención mundial debe estar centrada en las coordenadas que se ubican en Asia Central, en el espacio postsoviético. Ahí confluyen los intereses nacionales de la Federación Rusa y la República Popular China, pero también de Turquía y los EEUU. La región rica en recursos energéticos, especialmente en el Mar Caspio, es foco de atención mundial hace varios años.
Quizá Rusia y China, con importantes minorías musulmanas, hagan “causa común” contra el Talibán, hoy aliados circunstanciales en su enfrentamiento contra el “orden occidental”.
Pero es China, quien, creemos, se ve fuertemente amenazada, ya que el talibán se afianza en la región principal donde se despliega el proyecto de desarrollo y conectividad mundial: “Nueva Ruta y la Franja”, instrumento de poder mundial chino. Otra vez, el “nudo gordiano” estará en Pakistán, donde China tiene fuertes inversiones, como llave para efectuar un cerco estratégico al talibán, en asocio con la influencia y presencia rusa en los Estados de Asia Central.
Pero no se puede descartar también algún tipo de transacción entre el talibán y China para el desarrollo de la Ruta y la Franja, porque en fin “business are business” y el nuevo régimen en Kabul está necesitado de recursos.
En el mediano y largo plazo “Occidente” se verá obligado a volver a la región, en defensa de sus intereses y valores, cuando el Talibán imponga el orden islámico.
Como corolario, además de la crisis humanitaria y otras cuestiones culturales o de género, digamos la dificultad o la imposibilidad de erigir en la región una democracia al “estilo occidental”; el aumento de la inestabilidad en la región; la necesidad de los Estados circundantes de afianzar su seguridad y la puja, por todos los medios, por lo recursos energéticos del Asia Central.
*El autor es especialista en Relaciones Internacionales