Atroces dilemas que perturban a la OTAN

La asimetría entre el poderío militar ruso y el de Ucrania justifica que Zelenski procure que las potencias de Occidente envíen tropas a Ucrania.

Bombardeo en Polonia
Bombardeo en Polonia

Oscuros dilemas ensombrecieron la OTAN cuando misiles causaron destrucción y muerte en Polonia.

Dos de las hipótesis sobre lo ocurrido plantean escenarios de pesadilla.

La primera es que fue un ataque deliberado de las fuerzas rusas, para sondear la reacción de la alianza atlántica y su verdadera predisposición sobre entrar en confrontación directa con Rusia.

La segunda hipótesis apunta a un ardid de los ucranianos para lograr lo que Volodimir Zelenski ha buscado sin éxito desde que comenzó la invasión: que la OTAN entre de lleno en la guerra contra Rusia.

El o los misiles (podrían ser dos) que cayeron en Polonia dejaron a la vista que los líderes de Europa y Estados Unidos sospechan más de una operación montada por Zelenski que de un ataque deliberado de Vladimir Putin.

En la historia hay muchas operaciones de ese tipo. Nunca se disipó la sospecha de un auto-atentado en el hundimiento del acorazado Maine en el puerto de La Habana, para justificar la guerra de 1898 en la que España perdió Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas, convirtiendo a Estados Unidos en lo que hasta entonces había sido el estado ibérico: un potencia de ultramar.

La asimetría entre el poderío militar ruso y el de Ucrania justifica que Zelenski procure que las potencias de Occidente envíen tropas a Ucrania y ataque por aire a los invasores en el Donbass, en Crimea, en el Mar Negro y en la mismísima Rusia.

Lo que no se justificaría es que, por no tener efecto sus pedidos y gestiones, intente activar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte lanzando proyectiles a Polonia para culpar a Rusia.

Que fuese un ataque ruso efectuado de manera deliberada, colocaría a la OTAN ante un dilema atroz: tomar represalias militares contra el país que atacó a uno de sus miembros, como establece el quinto artículo de su constitución, o dar prioridad a la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada, que evitó choques entre superpotencias porque una confrontación de ese tipo desembocaría en un holocausto nuclear sin vencedores.

También genera un dilema atroz que las explosiones que causaron destrucción y dos muertes en Polonia respondan a un plan urdido en Kiev para crear un casus belli.

Si se probara que se trató de un ardid ucraniano para causar el choque directo entre la alianza atlántica y Rusia, el carácter deliberado del hecho debería provocar represalias de la OTAN, pero contra Ucrania.

O sea que, de ser esa hipótesis la acertada, al artículo cinco del Tratado del Atlántico Norte, por el cual la OTAN debe atacar al país que agrede a uno de sus miembros, deberían aplicárselo al país invadido al que llevan meses asistiendo con miles de millones de dólares en armamentos y ayudas económicas.

Es evidente que a Biden no le cae bien Zelenski. Varios líderes europeos piensan igual. Y se notó que, tanto en Washington como en Bruselas, hubo una tendencia a sospechar de un complot urdido en Kiev para obligar a la OTAN a lo que no quiere: entrar en guerra directa con Rusia.

Que esa hipótesis sea la acertada desvela a los líderes de la alianza atlántica tanto como la hipótesis del ataque ruso deliberado.

La situación no da para mostrarle al mundo un Zelenski capaz de tramar un ataque contra un país que lo está ayudando para lograr un casus belli.

La imagen del presidente ucraniano juega un rol clave en este conflicto y la OTAN no puede dañarla, aunque descubra que intentó falsificar un ataque.

Tampoco quiere dejar de lado la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada para mostrarle a Putin que con la OTAN no se juega.

Por eso es posible que a la investigación las conduzca un ánimo de evitar medidas peligrosas.

Si eso ocurre, la conclusión dirá que fue un misil anti-misil de la defensa antiaérea ucraniana que se desvió de su curso.

Parece inverosímil que misiles lanzados hacia el Este se desvíen en U y caigan en el Oeste.

También parece inverosímil que estallen al caer en tierra proyectiles diseñados para autodestruirse en vuelo si fallan contra el objetivo aéreo que debían interceptar.

Pero por inverosímil que resulte, eso se dirá si se comprueba que fueron proyectiles lanzados por las fuerzas ucranianas.

En caso de que los peritajes prueben que fueron misiles rusos lanzados por las fuerzas rusas, la conclusión dirá lo que muy probablemente sea cierto: se trató de un misil disparado contra Leópolis, o alguna otra ciudad ucraniana del Este, y la intención no era que sobrepasara la frontera y callera en Polonia.

El mundo suspirará aliviado.

El riesgo de una conflagración nuclear de dimensión apocalíptica, habrá sido conjurado.

Al menos por el momento.

* El autor es politólogo y periodista.

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