Apuntes sobre Cristina y Massa: entre fulleros anda el juego

En el juego de truco Massa y Cristina son tan fulleros que ambos -aún jugando para el mismo bando- uno quiere ganar y la otra quiere perder. Algo pocas veces visto. Otro invento peronista, como las testimoniales. En este caso importan las habilidades del fullero aunque las posea un político incompetente en la gestión. Las habilidades esenciales del truco -el más auténtico juego de cartas nacional y popular- son dos: saber mentir mejor que nadie y descubrir la mentira ajena mejor que nadie. El que tiene ambas cualidades es un gran jugador. Y Massa lo está intentando con una audacia a prueba de balas y de Cristina.

Apuntes sobre Cristina y Massa: entre fulleros anda el juego
Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner

En los últimos tiempos Cristina dijo dos grandes verdades que tienen relación con su nuevo candidato, Sergio Massa. Primero, que en política a ella los rencores no le duran más que seis meses. Segundo, que Massa es un fullero. Aunque ella no le vaya en saga.

En el juego de truco los dos son tan fulleros que ambos -aún jugando para el mismo bando- uno quiere ganar y la otra quiere perder. Algo pocas veces visto. Otro invento peronista, como las testimoniales.

Lo de Juntos por el Cambio es otra cosa, es un juego de rugby donde el referee ha perdido el control del partido por parcialidad manifiesta y entonces los jugadores cada dos por tres infringen el reglamento, rompen las reglas y no hay nadie con autoridad en la cancha para hacerlos volver al orden.

Pero separemos los tantos. Lo de JxC es riesgoso porque si los dos rivales internos se pelean demasiado y no dan imagen de gobernabilidad, eso les hace perder votos a ambos, unos hacia Milei y otros hacia el peronismo (cuando hace un tiempo JxC era número puesto). Sin embargo lo que hacen Larreta y Bullrich es algo más normal que lo del peronismo, porque están dirimiendo unas PASO muy parejas. Lástima que les falte referee pero al final el juego siempre se recompone y sigue dentro de sus reglas. Al menos hasta ahora.

Mientras que Cristina ha armado otro de sus usuales monstruos frankensteinianos, en este caso, una nueva “unidad” frankensteiniana. Y siempre llega al mismo resultado. Cristina es tan inteligente en los medios como tan poco inteligente en los fines, de allí las dos características más importantes y en apariencia contradictorias del proceso kirchnerista: su incomprensible larguísima duración (16 años) frente a un mar de incompetencias en los resultados.

Hoy estamos ante un nuevo experimento que repite los preceptos de siempre, los de elegir a los peores, como ocurrió con Boudou, Aníbal o Alberto, En este caso importan las habilidades del fullero aunque las posea un político incompetente en la gestión. Es más valorado y posiblemente más redituable electoralmente ser un pícaro para ganar al truco. cree ella y cree él. Las habilidades esenciales del truco -el más auténtico juego de cartas nacional y popular- son dos: saber mentir mejor que nadie y descubrir la mentira ajena mejor que nadie. El que tiene ambas cualidades es un gran jugador. Y Massa lo está intentando con una audacia a prueba de balas y de Cristina.

De ser así, si este personaje fullero representara el futuro argentino, estaríamos frente a algo más que un mal kirchnerista o un mal peronista, sino ante un mal argentino. Una tentación nacional al masoquismo si un tipo que aumenta la inflación que debía bajar y no tiene ni el más mínimo logro verificable puede llegar a presidente por el voto popular solo porque supuestamente salvó del incendio inmediato a los piromaníacos que gobiernan.

Massa debe pensar en términos parecidos a los siguientes: Estoy jugado y sin cartas pero logré hacer creer que era el único que podía salvar al gobierno y por eso acepté conducir al ministerio suicida. Felizmente tuve la habilidad de que haciendo nada o haciendo todo peor que Guzmán, sigo siendo imprescindible. Todo mal, pero el mito de que el gobierno no se cayó por mí ( aunque en realidad no se cayó por que me apoya el FMI, suerte que no tuvo De la Rúa) hace que mientras peor me va más imprescindible siga siendo. Y no sólo eso, también hace que ahora sea el único capaz de garantizar la unidad del peronismo, y que me vuelva más imprescindible aún. Mientras peores cartas tengo, mejor me va en el juego. Soy un fullero como dice Cristina, quien me quiere por eso. Y además, porque ella cree que tiene las únicas cartas medianamente ganadores con las cuales al final del juego logre sacarse de encima a todos y sobrevivir solo ella para, desde la resistencia bonaerense, salvar la ropa que queda. Todo lo dilapidó ella con Alberto, seamos justos, aunque su intento sea imponer el relato de echarle la culpa entera a Alberto por haber gobernado mal solo él, Y luego echarme toda la culpa solo a mí por perder la presidencia. Ella quiere que todos pierdan y que la única que perdiendo termine ganando sea ella. Pero acá nadie es tonto, menos yo, aunque ella crea que sí.

Vale decir, Cristina no solo cree sino que quiere que Massa pierda y él lo acepta porque en su carrera política había llegado a un callejón sin salida. Por ende, debió arriesgarse a la misión imposible del ministerio y quedar encerrado en el laberinto de la imposibilidad. Sin embargo, ya jugado por jugado, se acordó que de todo laberinto se sale por arriba y salió con la candidatura presidencial que además la impuso de unidad. Massa, mientras peor le va más dobla la apuesta. Es tan parecido en su camaleonismo a Alberto pero es tan diferente -su antípoda- en voluntad de poder. Alberto es un matoncito que en los bares empuja con el pecho a los ebrios más débiles que él y se arrodilla ante los más poderosos aceptando todo con tal de sobrevivir. Y solo se rebela cuando la quieren quitar hasta la posibilidad de sobrevivir. Lo único que para él tiene valor es el pellejo. Solo cuando Cristina le dijo pegate un tiro él se negó y hoy estamos viviendo su módica y fallida rebelioncita de cotillón. Massa en cambio dice: Si pierdo la presidencia, que es lo más seguro, no pierdo nada porque no tengo nada más que perder, pero si gano exilio a Cristina en Saturno o en Plutón porque el Calafate queda demasiado cerca.

Cristina lo sabe y por eso no cree ni quiere que gane, pero lo necesita porque es el que más mide para que le permita ganar Buenos Aires, no sólo para refugiarse allí ella y los suyos sino para intentar hacerle a un gobierno no afín (incluso aunque fuera -por una de esas casualidades- el de Massa) lo mismo que los militares le hicieron a Frondizi, no dejarlo gobernar para que pueda volver ella.

Massa no es como Cristina y su marido que querían tener su propia corte de empresarios obsecuentes. Néstor y Cristina quisieron hacer de la Argentina un gran feudo, una Santa Cruz ampliada, en la cual ellos eran los dueños de la estancia y los empresarios todos eran como Lázaro Báez o sea testaferros de ellos. El Sergio más bien representa directamente a los empresarios prebendarios. No le da el cuero como a Néstor ni le interesa hacerlos testaferros, sino que le alcanza con ser el principal testaferro de ellos. Como máximo su expresión política y si se lo permiten, un socio más. Es la expresión directa de lo que en una nota anterior denominamos “El País De Mendiguren”, el de la industria subsidiada y los capitalistas anticompetitivos. El del capitalismo de Estado puro y duro. Pero con Massa se acabaron las ideologías y vuelve el país real directamente tal cual es. Sin cambiar nada, solo diciendo las cosas por su nombre y no cubriéndolas con fraseología revolucionaria. Él es bien de derecha y reaccionario-conservador (pero no liberal) como el país que nos dejan los Kirchner, pero no oculta su simpatía por Estados Unidos y su odio por Maduro. Salvo que le sea necesario camalonear, pero por necesidades de él, no de Cristina ni de nadie más.

Massa, sin cambiar nada de fondo quisiera sacar a la familia feudal del país corporativo para que las corporaciones manden directamente. El proyecto de país es el mismo, el de un Estado (más grande con los K, quizá más chico con Massa) subsidiando al capitalismo incapacitado de competir por sí solo, ni en lo interno ni en lo externo. Los que sustituyen importaciones por chucherías nacionales atadas con alambre.

Massa es un político recibido de tal. Alberto jamás lo fue. Y Cristina no tuvo más remedio que recurrir a él, convencida que ella tiene todas las cartas y él no tiene ninguna. Aunque le diga fullero, cuando en realidad es un juego entre dos fulleros. Los dos con voluntad de poder en medio del naufragio. Habrá que ver si la oposición es capaz de demostrar esa misma voluntad de poder, porque es fácil pelearse para alcanzar lo que aún no se tiene como entre Bullrich y Larreta. Pero lo difícil es seguir peleando cuando de acuerdo a los resultados objetivos deberías estar hecho polvo, como Massa. O incluso Cristina. Pero Cristina y Sergio siguen peleando en la cubierto del Titanic mientras se está hundiendo. Para que aprendan los que quieren cambiar el país corporativo, que no se necesitan solo ideas distintas, ni siquiera aunque le sumés el coraje, sino que debés tener, por sobre todo, la voluntad de poder. Que es algo más que andar peleándose entre ellos hasta el límite de lo tolerable, sólo por ganar unas PASO, como a veces le pasa a la oposición que deja jirones de sí misma en el camino, sólo por su propia torpeza. Y por la viveza de los fulleros ajenos.

Massa es tan o más camaleón que Alberto pero sigue siendo siempre él mismo. Es una variedad camaleónica que nunca se transforma en otro como Alberto que se transforma en todos porque él no es nadie. Massa no se cree ninguna conversión de las infinitas que ha hecho en su trayectoria política, explica que eran necesarias pero él sigue siendo el mismo. Alberto, en cambio, se las cree todas, porque para seguir siendo él mismo siempre debe ser otro. Porque nunca fue nadie.

Hace cuatro años Cristina hizo uno de sus tantos experimentos frankensteinianos al haber inventado a un hombre que no estaba capacitado para ser presidente, que no lo estuvo nunca y ella lo sabía. Entre camaleones que la habían traicionado, preparado para ser presidente delegado era mucho mejor Sergio Massa, como lo demuestra todos los días con su oportunismo inteligente, pero ella no quería un traidor que aún arrepintiéndose, siempre puede volver a serlo, Ella no quería un potencial traidor sino un ex traidor rendido y vencido, o sea Alberto. Fue una irresponsabilidad pero ella elige así, es su forma de ser y de hacer política. Sin embargo, ahora está más debilitada y entonces se ve obligada a elegir a alguien mucho más peligroso que Alberto. Y lo hace porque supone que no puede ganar. Pero a seguro se lo llevaron preso.

Massa posee el arte de no decir absolutamente nada importante nunca, de modo que pueda pasarse en un santiamén hacia un lado o el contrario sin contradecirse o contradiciéndose de un modo que no le signifique mucho costo, porque además ya lo pagó todo, puesto que haga lo que haga ya no hay nadie que no sepa que su vocación de saltarín es lo que mejor define su vida pública. Sin embargo tiene inteligencia política. Y entiende el clima de los tiempos.

Dice el gran sociólogo Juan Carlos Torre con gran ingenio que si querés volverte comunista tenés que transformarte en comunista, o sea dejar de ser lo que sós para ser otro. En cambio el peronismo no te pide nada para ser peronista, te deja seguir siendo lo que siempre has sido. “Yo nunca hice política, siempre fui peronista” decía el personaje de Osvaldo Soriano. El kirchnerismo en eso no es parecido al peronismo tradicional, porque con su ideologismo es igual a la izquierda dura: te obliga a transformarte en otro distinto al que eras. Para ser kirchnerista tenés que creer que a Maldonado lo mató Macri aunque no haya evidencia alguna e incluso todo lo contrario. Es como creer en la santísima trinidad, que no se puede demostrar racionalmente, solo que la iglesia te dice que creas en la santísima trinidad por la fe que es algo razonable, mientras que el kirchnerismo te pide que creas en lo de Maldonado por la ideología aunque la realidad demuestre todo lo contrario, y eso ya no es razonable.

Massa, en cambio, es más un peronista clásico, no te pide que te transformes en nada, ni que creas en nada, solo que lo votes. El que se transforma todos los días es él, como el camaleón que nunca dejó de ser. Sergio les propone a los peronistas, que cada uno siga siendo lo que quiera mientras marchen juntos. Y para los K que no les gusta esto (que en su lógica ideologista lo de Massa es más bien de derecha) allí tienen para votarlo a Grabois, como custodio de la unión de dos tipos de fe: la kirchnerista y la papal. Total al final, sus votos se los quedará Massa y todo volverá a su lugar. Como debe ser.

* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar

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