A mayor cepo menor producción

No es más cepo lo que necesita el país, sino un plan económico integral, de largo aliento y elaborado bajo el mayor consenso político posible, que estimule la generación de divisas.

Banco Central de la República Argentina
Banco Central de la República Argentina

A menos de cuatro meses de la anterior restricción del mercado oficial del dólar, el Banco Central argentino tuvo que reforzar el cepo una vez más. Lo había hecho a fines de mayo. Desde entonces, no dejó de especularse nunca sobre cuándo se anunciaría un nuevo cepo. Por tanto, parafraseando el título de una famosa novela de García Márquez, estamos frente a la crónica de un error anunciado.

La falta de dólares, combinada con la amplia brecha cambiaria que generan los gobiernos cuando quieren controlar su venta, termina una y otra vez en una brusca devaluación y en picos de inflación. El cepo de mayo, en vez de frenar la demanda de dólares, la aceleró. Si esa mayor restricción no consiguió el objetivo, ¿por qué ahora lo conseguiría? Agregar un nuevo impuesto a la compra de moneda extranjera para achicar falsamente la brecha con las cotizaciones no oficiales equivale, de hecho, a una devaluación encubierta, que más temprano que tarde repercutirá en el mercado interno a través de suba de precios.

Las autoridades podrán decir que, en teoría, no hubo una devaluación brusca. Pero en la realidad los argentinos quedaremos a merced de un pico inflacionario. Porque el nuevo cepo impacta sobre las operaciones comerciales y financieras de las empresas, más que sobre las personas. Si una empresa no puede acceder libremente a los dólares que necesita para importar insumos para su producción, o para cancelar sus deudas, ni aun para exportar, sus costos crecen en un porcentaje difícil de estimar.

Para reasegurarse, ¿qué valor les asignarán a esos dólares que requieren y les cuesta conseguir? Como mínimo, el más alto de los diferentes mercados paralelos. No por especulación, como parece creer el presidente, sino por realismo económico.

Al menos desde 2011,  la economía argentina no cuenta con el flujo de dólares que necesita para funcionar con cierta normalidad. Los distintos cepos que hemos conocido desde aquella fecha frenan relativamente la salida de los pocos dólares disponibles, pero impiden con mayor fuerza su ingreso. Es más que ingenuo pensar que ahora el resultado será distinto. No es más cepo lo que necesita el país, sino un plan económico integral, de largo aliento y elaborado bajo el mayor consenso político posible, que estimule la generación de divisas. Para ello, las empresas y los inversores precisan reglas claras, estables y amplia libertad de movimiento.

Al Banco Central le quedan muy pocas reservas. Si las pierde, la economía colapsa. Pero si para conservar lo poco que tiene hoy pone numerosos obstáculos a la actividad económica, es seguro que mañana no recuperará fondos, porque esas trabas sólo provocan más desconfianza.

Mal que nos pese, en tales circunstancias, muchos actores económicos deciden limitar al máximo sus movimientos o retirarse del juego antes de seguir recibiendo noticias inesperadas e inconducentes en medio del proceso. Esto ha ocurrido en nuestra historia una suficiente cantidad de veces. Todos sabemos cómo termina.

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