Indecisión e inseguridad: el nuevo síntoma de nuestros miedos en la pospandemia

Desde un punto de vista biológico, el miedo puede ser visto como una alarma defensiva sin la cual no podríamos sobrevivir. Sin embargo, el estrés de la pandemia exacerbó todas nuestras sensaciones. Claves para ponernos en eje.

Desde lo biológico, el miedo puede ser visto como una alarma defensiva sin la cual no podríamos sobrevivir.
Desde lo biológico, el miedo puede ser visto como una alarma defensiva sin la cual no podríamos sobrevivir.

Podemos definir el miedo como la aprensión que siente un individuo a que le suceda algo contrario a sus deseos.

Poco importa si el daño temido es real o imaginario, lo cierto es que produce una dosis de ansiedad.

¿Es mi miedo patológico o un miedo razonable? Eso dependerá, en parte, de qué tan probable o fantasiosa sea su concreción, como así también del nivel de ansiedad que genere. Sin embargo, al menos en principio, el miedo debe ser visto como una alarma defensiva sin la cual no podríamos sobrevivir.

De todas formas, experimentar un poco de temor puede ser saludable. Si no lo sintiéramos, ¿qué impediría que cruzáramos la calle con los ojos cerrados? ¿Qué evitaría que condujéramos un automóvil alcoholizados y sin quitar el pie del acelerador? Sí, en ocasiones, el miedo se transforma en prudencia salvadora.

“Podemos definir el miedo como la aprensión que siente un individuo a que le suceda algo contrario a sus deseos.”

El inconveniente lo encontramos cuando dicho temor bloquea nuestra capacidad de alcanzar aquello que tanto pretendemos, constituyéndose en la causa principal de ansiedad y en un obstáculo difícil de sortear.

Las formas del miedo pueden ser tantas como razones que lo provoquen. Alguien puede tener miedo a perder su empleo, a enfermar de algo grave o a que su pareja le sea infiel.

Sin embargo, hay miedos menos específicos que alcanzan a la mayoría de las personas, como el temor al fracaso, al éxito, a los grandes cambios de la vida o a ser juzgados por los demás.

  • El temor al fracaso es, tal vez, uno de los temores más habituales, y suele aparecer cada vez que perseguimos una meta que nos importa. Si el miedo a fracasar es muy intenso, puede que incluso desistamos de intentar algo, sobre todo si el deseo que debería impulsarnos está deteriorado, como sucede en un proceso depresivo. Este tipo de miedo es frecuente en personas excesivamente autoexigentes.

“El temor al éxito, en cambio, es más común entre quienes cuentan con una consciencia de culpa desmedida.”

  • El temor al éxito, en cambio, es más común entre quienes cuentan con una consciencia de culpa desmedida. Y la base de dicho malestar residiría en que, a nivel inconsciente, quien lo padece no se siente merecedor de ningún triunfo.
  • ¿Y el temor al cambio? Diremos que se detecta en individuos aferrados a sus zonas de confort. Más allá de que esas zonas no tengan nada de confortables, cualquier cambio puede provocar un desborde de ansiedad.

En el fondo, todos los temores están íntimamente vinculados. Más allá de la excesiva autoexigencia de quien teme al fracaso, de la elevada culpa inconsciente de quien teme al éxito y de la enfermiza necesidad de rutina de quien teme al cambio, en todos los casos siempre se ve involucrado el temor a la mirada ajena. Y es este último miedo el que suele fortalecer a los demás.

*Psicólogo y autor del libro Los laberintos de la mente (Editorial Vergara). Contenido exclusivo de la revista Rumbos.

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