Fue el más internacional de todos. No sólo porque en los '80 conquistó Hispanoamérica; sino, también, porque en los '90, Soda fue la única banda argentina en perfecta sincronía con las nuevas tendencias musicales a escala mundial. Y quizá, con "Dynamo", hasta se adelantó. Dicen que los verdaderos artistas son aquellos que saben leer la realidad de una sociedad. ¿Qué se dice de aquellos que logran tomarle el pulso a todo un planeta? (Si temas como "Un millón de años luz", por ejemplo, hubiesen surgido en New York o Londres, hoy serían himnos universales. Pero, claro, si mi abuelita hubiera tenido ruedas, sería bicicleta…).
Su compromiso era con la música. La coherencia de Cerati estaba puesta en no traicionar la visión estética de su obra. Para decirlo claro: no transó; la calidad nunca fue una variable de cambio en sus producciones. También hay que mencionar que esta postura (no era pose) lo separaba de propuestas musicales aparentemente más espontáneas y barriales, creando un verdadero karma para él y para todo el rock argentino: la falsa dicotomía Redondos-Soda.
"El hecho de que a alguien le guste una banda y que eso lo ponga en una posición antagónica a otra es una gran pelotudez. Sobre todo porque estamos hablando de música. Igualmente, como yo soy cero futbolero creo que no entiendo del todo lo de la futbolización de la música. Sé que hay intolerancia en muchos niveles. Vivimos años muy jodidos, con gobiernos que ayudaron a que la gente se lobotomizara culturalmente. Esta especie de globalización peligrosa que se planteó en los 90 trajo como resultado una resaltación de valores como el chauvinismo. ‘Argentina, Argentina’ como grito, cuando realmente Argentina es otra cosa", decía Cerati en una charla que tuvimos antes del recital de abril de 2010 en Mendoza. Sería, desgraciadamente, la última entrevista que diera en Argentina.
Y aquí radica la verdadera sabiduría del hombre que empezó cantando músicas ligeras y terminó redefiniendo el sonido de medio mundo. Sabía que el arte es uno solo, y que intentar hacer una lectura clasista, machista o geográfica de la canción era una estupidez más grande que tres estadios de River completos. “Pero ojo, yo también soy de un barrio, de Villa Urquiza -dijo-. La gente cree que yo vengo de Barrio Norte, pero no. Tuve mi formación musical en barrios característicos donde nacieron un montón de bandas, así que nunca entendí, del todo, eso (de que nosotros no fuéramos) del rock barrial”.
Gustavo nació el 11 de agosto de 1959 en ciudad de Buenos Aires, Argentina, hijo mayor del ingeniero y contador Juan José Cerati y de Lilian Clark, una de las mujeres de su vida. (La que estuvo con él hasta el último minuto. La que encontró las palabras en medio del silencio de un velorio nacional: “Yo sé que Gustavo estará presente siempre”, dijo en camino a la Legislatura porteña, donde reposaba su campeón).
Ya desde chico dibujaba muy bien, creó un personaje de historieta llamado Supercerebro, parecido a Superman, pero con más onda. La kriptonita no le hacía nada; las medium, sí. También fue un joven hábil en los deportes (obtuvo un segundo lugar en un certamen de la revista Billiken, tras correr los 100 metros en una competición intercolegial) y se probó con éxitos rotundos en coros y en primeras banditas estudiantiles. Cerebro, habilidad y música.
En 1982, tras haber probado suerte en otras bandas sub 18 de vida efímera, se propuso con sus amigos Charly y Zeta tocar un rock más The Police, más Cure. Un rock moderno, mucho más parecido al británico que al que, a la vuelta de la esquina, tocaba Charly García. Al trío le pusieron Soda Stereo y así empezó la historia que cambiaría la historia.
Cerati fue argentino, pero el más internacional de todos. Murió pronto, quizá en la cumbre de sus capacidades artísticas, pero sin deberle nada a nadie. Sin deberse nada. Murió sin edad. Por su sabiduría. Porque supo, desde un primer momento, que siempre es hoy.
Un trío que nació de una conquista
“La fecha es el año 82, Guerra de las Malvinas -dijo Cerati en una entrevista-. Yo trabajaba en una agencia como junior. Había estudiado Publicidad en la Facultad y con Zeta teníamos asignaturas en común, pero no nos conocíamos mucho. Yo estaba tocando con una banda de blues en Flores, al oeste de Buenos Aires y él con un grupo que hacía covers. En el verano me fui a Punta del Este con un grupo de música disco, un grupo para ganar dinero.
El lugar donde tocábamos quebró y nos quedamos sin un peso en Punta del Este. Alquilamos el piano para poder quedarnos, porque estaba bueno ese verano. Uno de los pocos buenos, porque había gente sin plata, como nosotros. En otro lugar de Punta del Este estaba Zeta tocando con un grupo que se llamaba The Morgan. Como no tenía dónde quedarme, me fui con ellos, y ahí empezó mi relación con Zeta. Finalmente nos quedamos Zeta y yo con los teclados de Andrés Calamaro, con quien formamos una banda que se llamó Proyecto Erekto, que era un grupo de tecno. Pero nuestra idea era armar un grupo de rock.
Había llegado The Police a Argentina (en diciembre de 1980) y teníamos que ir todos a verlos”. Formaron varios embriones de bandas sin demasiado vuelo hasta que Carlos Alberto Ficicchia Gigliotti (Charly Alberti), se decidió a conquistar a la hermana del guitarrista, María Laura Cerati. No estuvo ni cerca, pero de tanto llamar a casa de Gustavo, se animó a sumarse a sus proyectos musicales. Primero, a Los Estereotipos. Y luego, ya sí, a Soda Stereo.