Cuando miramos lo que fue el 2022, nos encontramos con que parece que atravesamos una carrera de obstáculos. Que nos pusieron una traba tras otra, en un camino en subida, que no sabemos a dónde nos lleva, pero sabemos que nos castiga sin piedad. Por supuesto, esto se sumó a todo lo que atravesamos en la pandemia, que tantos perjuicios nos generó, pues pese a que pudimos trabajar al ser considerados esenciales, tuvimos múltiples problemas que enfrentar. Además, en el plano internacional, sufrimos también los coletazos de la guerra entre Ucrania y Rusia, que impactó en el sector.
En 2022 pudimos “volver a la normalidad”. Realizar las asambleas zonales para luego concluir en nuestro 108° Congreso Anual Ordinario, donde nos reencontramos para debatir y definir la agenda gremial para el período que se iniciaba en septiembre, así como también reelegir autoridades. Hubo debate e intercambios, de los que creo que hemos salido fortalecidos como entidad, en base a nuestra heterogeneidad. Luego pudimos retomar las giras gremiales, realizando reuniones y asambleas en distintos distritos, escuchando a los productores de primera mano.
Como entidad agropecuaria, hemos participado de todas las instancias de diálogo a la que nos ha convocado la política, con el convencimiento de que era el camino. Sin embargo, los funcionarios no han brindado las soluciones esperadas, luego de tanta espera. Casi siempre utilizaron esas mesas para anunciarnos medidas que no consensuaron y pese a nuestras advertencias o pedidos de modificación, prosiguieron en caminos que sabíamos eran incorrectos.
Para este nuevo año, desde la Federación Agraria Argentina (FAA) reiteramos el pedido a los legisladores poder avanzar con una reforma impositiva integral; con la ley de semillas, con el retiro de retenciones desde abajo para proteger a los pequeños y medianos productores y elevación del piso del mínimo no imponible de impuesto a las ganancias para que tuviera progresividad y escalonamiento.
Además, repetimos el pedido de que se adecue la ley de arrendamientos, de modo de garantizar la permanencia de los pequeños y medianos productores en la producción, que minimice el ingreso de capitales por fuera del sector y la especulación. También que se formule una ley de economías regionales que permita estimular y reactivar esas producciones, conteniendo el entramado socio productivo de cada región, así como también que se busque algún mecanismo de generación de precios de referencias en producciones que no lo tienen, para evitar la distorsión entre lo que reciben los productores y lo que pagan los consumidores.
Insistimos con la necesidad de avanzar con la reglamentación de la Ley de Agricultura Familiar que brinde herramientas eficaces para su promoción, desarrollo y arraigo de la familia rural. Finalmente, tal como hicimos el año pasado, pedimos que se le de forma a un plan arraigo de mujeres, hombres y jóvenes, que contemple condiciones económicas y sociales, de infraestructura para la regeneración del entramado rural del interior del país.
El panorama para el 2023 no se ve muy alentador. El gobierno ya gastó a cuenta los dólares de las cosechas, que no tendrá en un año electoral. No sabemos cómo generarán los ingresos que necesitarán para salir adelante como país ni cómo resolverán la tormenta perfecta que pareciera que se avecina, con altísima inflación, un escenario político poco claro y crecientes demandas sociales, consecuencia de la profundización de la pobreza.
Como entidad, no vamos a bajar los brazos y lucharemos con los productores para lograr lo que necesitamos. Sabemos todo lo que hace falta para poder seguir produciendo con nuestras familias en las chacras, en los campos y en las fincas. No queremos dádivas, queremos que se nos den condiciones para trabajar. En este sentido, sería deseable contar con créditos por producción, que se puedan implementar mecanismos de compras públicas y de mercados de cercanía, que beneficien a los productores de la agricultura familiar; también que se pueda quitar el IVA a productos de la canasta básica, que impacte en el poder adquisitivo de todos los argentinos.
También pedimos que se modifique el sistema impositivo, por uno progresivo y distributivo. En cuanto a las retenciones a la soja, pedimos que se eliminen, y que hasta llegar a cero se establezca un mínimo no imponible desde abajo hacia arriba, desde las primeras toneladas de producción. Además, pedimos que se levante el cepo a la carne vacuna. Se deben frenar las medidas públicas que solo han favorecido la concentración, generando una expulsión de más de 5000 productores por año, así como también el deterioro de los pueblos del interior. También hay que frenar la inflación, que deteriora nuestro poder adquisitivo, golpeándonos a los que menos tenemos, por acción de algunos pocos pícaros, sin que el Estado cumpla su rol específico de contralor.
Ojalá la política reflexione y termine la fiesta financiada por los que trabajamos. Que quienes ejercen el poder se den cuenta de las crecientes necesidades de tantos millones de argentinos y nos escuchen. Nosotros continuaremos con nuestras banderas en alto, defendiendo a los productores, como venimos haciendo a lo largo de estos 110 años de vida y tal como lo hicieron nuestros pioneros de Alcorta.
Nuestra fuerza de trabajo está intacta. Nuestros ideales y principios también, por lo que comenzamos este 2023 con la esperanza de poder ir logrando esas respuestas, para poner fin a tantas necesidades y para hacer realidad nuestros sueños, que son los de nuestros pioneros, de poder continuar dándole vida a los pueblos del interior, produciendo alimentos y aportando en familia para construir un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Que sea un mejor 2023 para todos los argentinos.