Parrilli y su absurda politización de la natalidad

Los tiempos de incertidumbre requieren de dirigentes con ideas, eso que parece no abundar en nuestro Congreso. Mientras que los delirios sobran.

Senador Oscar Parrilli. Foto: Federico Lopez Claro
Senador Oscar Parrilli. Foto: Federico Lopez Claro

De todo se vuelve, menos del ridículo. Algunos, empero, lo frecuentan con obstinación digna de mejores causas, tal como lo corroboró el senador Oscar Parrilli al concluir que los actuales registros de natalidad en baja de Argentina se entienden a partir de la política: “Con Cristina había más nacimientos”, se despachó.

Probablemente haya querido emular la marca cuasi imbatible de otra legisladora, Victoria Tolosa Paz, cuando aseveró que con el peronismo hay más sexo.

Deberíamos saludar con alborozo estas manifestaciones, porque permiten confirmar, contrario sensu, que a nadie se le exigen referencias, currículum, saberes o capacidades para llegar al Congreso de la Nación, institución que a lo largo de dos años cruciales para el país hizo gala de una ruidosa ausencia, quizá en la convicción de que nada podía hacer por los padecimientos de los ciudadanos.

Ausencia que se magnifica en estos días en que muchos se empeñan en danzar al borde del abismo. La atracción del vacío, que le dicen.

Por cierto, la inopia de algunos no debería restarle entidad a una cuestión que va más allá de lo mucho que mejora el sexo con algunos gobiernos: sucede que los últimos datos demográficos muestran a Argentina poniéndose en línea con los números desde hace décadas instalados en Europa, con bajas tasas de natalidad, y envejecimiento poblacional manifiesto.

El cuadro es multicausal. Y se replica en países limítrofes.

Algunas de esas causas deberían ser celebradas: por ejemplo, que la expectativa de vida se ha extendido, lo que implica una mejora en los estándares sanitarios; y, no menos importante, que el descenso de las tasas de embarazos adolescentes, un verdadero flagelo, está vinculado a los programas de contención que se vienen aplicando en la materia.

Información y prevención son las claves del caso, mal que les pese a quienes contemplan todo lo vinculado con lo sexual desde posturas tan medievales como fundamentalistas.

Un detalle no menos trascendente son los cambios de paradigma: una menor tasa de nacimientos habla de la baja incidencia del mandato maternal que por siglos ha relegado a las mujeres y las lleva a buscar otros derroteros personales, en un mundo afortunadamente diferente.

Sería sin embargo necio ignorar que en tiempos de incertidumbre, muchos consideran imprudente arriesgarse a tener descendencia, dado que, contrario a lo que sostenían nuestros abuelos, los hijos no vienen con un pan debajo del brazo.

Y los tiempos de incertidumbre requieren de dirigentes con ideas, eso que parece no abundar en nuestro Congreso, muchos de cuyos integrantes parecen empeñados en desprestigiar un poco más a una institución vapuleada. Pero no cabe esperar mucho de quienes se han empeñado en traernos hasta aquí, dado que, tal como uno se ha sincerado hace poco, ellos no hacen milagros.

En síntesis, vivimos un momento en que muchos de nuestros dirigentes están empeñados en ver quien bate el record de ofensa a la inteligencia del argentino promedio, con esas delirantes ideas sobre los nacimientos esperanzados durante el cristinismo y los desesperanzados durante el macrismo.

La politización absurda de lo que merece respuestas más profundas.

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