Como todos los años, nuestro país recuerda hoy el histórico desembarco en las Islas Malvinas. Aquella acción del 2 de abril de 1982 fue el comienzo de una breve, pero histórica gesta soberana que dejó en alto el histórico reclamo argentino por la usurpación británica de las islas, el 3 de enero de 1833.
Dejando de lado la polémica sobre la oportunidad de aquella aventura, cuya responsabilidad política recae sólo en las torpezas e intenciones ocultas del gobierno militar de aquel entonces y no en el respetable fervor puesto por la inmensa mayoría del pueblo, aún así no se puede negar que la invasión y la guerra posterior potenciaron la necesaria reivindicación de los derechos soberanos de nuestro país en esos territorios que siempre nos pertenecieron. Y cuya posesión por los ingleses se debió y debe al uso de la fuerza, no de la razón.
Esa postura quedó, más adelante, expresamente incluida en la Constitución Nacional a partir de la reforma de 1994. “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del derecho internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”, remarca la disposición constitucional transitoria primera.
Se advierte que la Argentina cuenta con un claro aval de la comunidad internacional cuando nos remontamos a 1965, año en el que, a través de una resolución, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció la existencia de la disputa de soberanía en torno a Malvinas y determinó que ese conflicto se encuadra en una situación de colonialismo a resolver. Este último aspecto es el que nunca debe dejar de observar la política internacional argentina en virtud de cuestiones tan importantes como el desarrollo económico y la utilización de los recursos naturales en relación con el Atlántico y Sur y el continente antártico.
A punto de cumplirse cuatro décadas de vida democrática, entre las cuestiones pendientes que la dirigencia en general tiene con la Argentina, con su ciudadanía, se encuentra determinar una línea coherente en el objetivo de Malvinas. Una política de Estado sobre bases sólidas y que no merezca ningún tipo de planteo a través del tiempo. Una línea conductora que merezca y adquiera el respeto de la comunidad internacional, que no tiene por qué dudar de la legitimidad del reclamo soberano de nuestro país.
Y no puede quedar de lado la mención a los combatientes de la gesta de 1982. Oficiales, suboficiales y soldados. Cada uno puso su esfuerzo para tratar de cumplir con un desafío enorme para el que, con total seguridad, muchísimos no estuvieron preparados debidamente. A ellos va dedicada la conmemoración de hoy. A los muchos que cayeron en combate y a los que pudieron regresar cargando con el dolor de la guerra, tanto en su físico como en su corazón, pero con la enorme satisfacción de haber sido partícipes de una gesta histórica para nuestro país. Todo ese esfuerzo sirvió para apuntalar el reclamo soberano cada vez más fuerte.
Los soldados argentinos fueron los grandes protagonistas y en su honor y reconocimiento el feriado de hoy se denomina, con absoluta justeza, Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas.