La sección Latinoamericana de la Asociación Internacional de Juristas de Derecho de la Viña y el Vino (AIDV) ha propuesto para estos días un foro que versará sobre “El paisaje cultural del viñedo”, un evento online donde expertos locales e internacionales compartirán su experiencia en legislación y tendencias en esa materia.
Si bien el tratamiento del tema propuesto será eminentemente jurídico, ya que se analizarán los elementos legales para la mejor protección del paisaje del viñedo desde el punto de vista legal, sentimos como propicio analizar los viñedos como paisajes primordiales de nuestra geografía y la necesidad de su protección y, en muchos casos, puestos de su salvaguarda frente a un vigoroso y no siempre planificado crecimiento inmobiliario.
Prescindimos del enfoque de los especialistas del cónclave que abordarán los aspectos jurídicos a proteger, tanto en Mendoza como en otras partes del país. Además, no analizaremos en esta entrega los vaivenes de la industria del vino mendocino y el desarrollo que tal sector ha brindado a nuestra provincia, y sí en la necesidad de amparar viñedos de zonas históricas de lugares como Luján de Cuyo y Maipú, productoras de uvas de alta calidad, y que hoy están dominadas por ladrillos y hormigón, elevando las temperaturas medias en dichos microclimas. En el caso de Guaymallén y zonas de Las Heras, se han perdido además áreas que tradicionalmente abastecían de hortalizas.
En el mismo sentido rescatamos el pensamiento del ingeniero agrónomo y ex integrante del Conicet Mendoza, Eduardo Méndez, ya fallecido, quien afirmaba que en el término de casi 80 años (1922-2000), Luján de Cuyo había perdido 62% de su superficie agrícola, remplazada por la trama urbana. Este investigador vaticinaba que “siguiendo las tendencias apuntadas, dentro de tres décadas (su afirmación data de 2009) se habrá hecho uso de todo el suelo agrícola disponible, a no ser que se proteja parte de esas superficies con la creación de áreas urbano-rurales ambientales protegidas”.
En la particular fisonomía de la vitivinicultura local, que contiene la mayor extensión de viñas del país, en un territorio de características desérticas, defender ese paisaje es primordial, más considerando la importancia que tiene la cultura del riego, que se nutre con el agua de los deshielos que proceden de la alta cordillera.
El paisaje del viñedo es entonces en nuestra provincia, sin duda alguna, un elemento de características singulares. Constituye una de las principales señas de identidad de su pueblo dentro de los límites geográficos y culturales en que se ubica. Históricamente se ha constituido en un punto de encuentro entre laboriosos nativos e inmigrantes, entre connacionales y extranjeros. En la actualidad, ha producido una atracción turística muy particular, combinando viñas y bodegas, y dando surgimiento a una oferta muy ponderada en el medio y entre los visitantes de otros lugares.
Todas estas consideraciones y otras más que se podrán aportar, hacen necesario reinstalar la protección del paisaje que surge de nuestros viñedos a través de leyes específicas, que contemplen la opinión de eruditos y la moderna y exitosa experiencia normativa extranjera en la materia, como reaseguro para el disfrute en el presente y de las futuras generaciones del bien jurídico que se tiene que proteger: el paisaje del viñedo.