Colombia, un destino imprescindible

De Bogotá a Cali, de Cartagena a San Andrés, los mejores rincones para enamorarse del aroma de café, del ron, de los relatos románticos, cascos coloniales y urbes modernas.

Bogotá. Cuentan que que Gonzalo Jiménez de Quesada, como tantos españoles, perseguía la leyenda del Dorado, el gran tesoro de estas tierras nuevas. A su paso encontró junto a su expedición oro, esmeralda, salinas y aguas cristalinas, frutos que jamás habían visto en sus vidas, quizá mucho más que el Dorado. Entre los cerros de Guadalupe y Monserrate erigieron una iglesia y un par de chozas, la llamada Santafé y más tarde nueva Granada, hoy Bogotá.

La capital colombiana es desbordante, atestada de gente y con un tránsito caótico, pero esto no le quita encanto. Situada a 2.600 metros de altura, al borde de la Cordillera Oriental, con más de ocho millones de habitantes, las tradiciones ancestrales, la historia del encuentro de primitivos habitantes y españoles, y todas las dotes de una urbe ultra moderna, se dan lugar.

Quizá un paneo por el centro histórico brinde una imagen de la city. Allí el Barrio de la Candelaria ostenta sus mayores testimonios de un pasado glorioso. Un divertido retroceso a tiempos coloniales en los que las construcciones cuentan siglos y las angostas calles miles de relatos desde la fundación de Bogotá.

Sus edificaciones datan de los siglos XV, XVI y XVII, y entre tanto el aroma al café más delicioso, que hay que beber de un sorbo en algún bar de antaño. El casco aglutina iglesias y palacios virreinales, y el legado de franciscanos y jesuitas que crearon colegios y universidades en torno a La plaza de Bolívar. Otro ícono indiscutible al que hay que llegar, con la Catedral primada, el Palacio de Justicia, el del Líevano y el Capitolio, un conjunto arquitectónico bellísimo. Al centro, la estatua de Simón

Bolívar. Palomas por doquier, vendedores, turistas, trabajadores que se toman un descanso, una explanada que deriva a callecitas impactantes con buenos altos para comer arepas.

Una de las visitas más mentadas es el Santuario de Monserrate, ubicado en el cerro del mismo nombre. Desde su construcción allá por 1640 es centro de peregrinación y ahora de turismo; cada domingo hay misa. Es genial ascender en funicular porque se ve el verde enraizado de la montaña y la ciudad a sus pies, pero si hay ganas y estado físico, a pie, es una delicia.

Arriba té de coca, para todos por la altura, y un sinfín de artesanías para traer de recuerdo como las mejores fotos desde lo alto. En la iglesia la más preciada pieza es el Señor caído, realizado en madera; es de esos imperdibles que la ciudad ofrece.

Por supuesto nadie que llegue a Bogotá puede obviar el Museo del oro. Un recinto que habla del pasado precolombino, de la sabiduría de los pueblos originarios. Son más de 35 mil piezas únicas, es el mayor museo en su tipo. Exquisita orfebrería de las culturas calima, quimbaya, tayrona, muisca y San Agustín.

Allí el oro de los dioses entramados en las costumbres de los mortales; también hacen elementos realizados en tumbaga, la aleación de oro y cobre. La cosmovisión de los aborígenes con sus ritos e idiosincrasia se leen en cerámica, piedra y hueso, una herencia sin precedentes para comprender más de nuestra América.

Otro museo a tener en cuenta es el de Botero, con pinturas, esculturas, dibujos que fueron donados por el artista. Los robustos personajes dan paso a algunas obras de Picasso, Joan Miró y Salvador Dalí. Allí mismo la Casa de la Moneda, data de 1620 y fue la primera en acuñar monedas de oro y plata en Sudamérica. Y casi enfrente, el Centro Cultural García Márquez.

La Quinta Casa de Bolívar es un paseo por la Independencia. Allí se conservan prendas, objetos y muebles del libertador, donde lo privado y lo público de su vida se entremezclan. Su cama de agonizante en la habitación intacta.

Ya fuera de la urbe la Catedral de la sal de Zipaquira integra la lista de imprescindibles pues a 180 metros hay un templo cavado en la antigua mina de sal. Se desciende de a poco entre luces que hacen lucir cada paso del paseo, hasta llegar a una hermosa y enorme cúpula, la nave central de la iglesia con sus 14 estaciones del Vía Crucis.

Cartagena. Sin Cartagena no hay Colombia. La desmesura de su historia y de las de García Márquez de la mano, en una mezcla sabia de la primera América, de África, de la junta obligada con Europa, de aromas, colores y sabores de cada rincón que supo traer la memoria de su gente.

Patrimonio de la Humanidad desde 1984, fue fundada en 1533 por Pedro de Heredia y pronto se convirtió en el fuerte militar más importante de España, siempre asediada por piratas ya que se embarcaba el oro y la plata hacia Cádiz. También obsesión de amores desencontrados y de curioso sin destino. Por tanto el casco histórico protegido entre murallas grita a voces aquel esplendor. Balcones y arcadas, callejuelas empedradas, plazas en lugares inimaginados y bellas iglesias donde las campanas cantan y los niños y las ancianas rezan.

Aquí lo más importante es perderse, y ya. Buscar la parte de la muralla que da al mar cada atardecer y trago en mano, perderse en ese sitio de presente continuo. La Plaza de Santo Domingo, siempre concurrida ideal para un refresco y de paso alguna boda, comunión o bautismo, seguro lo alcanzará. El barrio de Getsemaní, muy concurrido por las noches; la Puerta del Reloj; el famoso Castillo de San Felipe, visita que da cuenta de la relevancia de esta plaza para España colonial.

Quizá parezca esnob pero recorrer la calle de las Damas, la de los cocheros, la del Agua y tantas otras entre faros amarillos a bordo de un coche de caballos, es una página más de realismo mágico. Murallas afuera la Cartagena moderna, de hoteles enormes, de fiestas fastuosas y de mares eternos como sus centros de compra, tiene lugar.

Isla de Barú y Parque Nacional Corales del Rosario. Ubicada a 40 km de Cartagena, la isla de Barú es conocida por Playa Blanca, un sitio público donde se puede practicar buceo y los isleños atienden puestos de comidas y artesanías. Allí se puede disfrutar de las langostas, mariscos y arroz con camarones. También en Barú, pero en la zona de Playa Portonaito, hay un hotel con servicios "all inclusive" de la cadena Decameron, para aquellos dispuestos a quedarse unos días.

A casi 50 km de Cartagena está el Parque Nacional Corales del Rosario, un grupo de treinta islas, pobladas de bosques y playas. Es ideal para fotografiar aves y delfines en el Oceanario Islas del Rosario y en el Museo de la Vida Marina. Rosario y Tesoro son islas accesibles para quienes van a pasar el día -tiene lagunas interiores conectadas al mar- pero se necesita un permiso especial si la idea es acampar por varios días. Lo mismo vale para la isla San Bernardo, famosa por sus playas.

San Andrés. Con sus playas de arenas finas y aguas ideales para bucear, con innumerables hoteles de cadenas internacionales, shoppings y una mezcla de culturas afroantillanas de habla inglesa, las islas del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina -en el mar Caribe a 700 km de la costa norte de Colombia y a 180 km al este de Nicaragua- son probablemente el destino turístico más visitado del país. San Andrés es más grande y desarrollada que las demás, pero todas las islas son una reserva natural protegida por su fauna y flora.

Los 11 km de largo de la isla San Andrés están hechos de coral y trepan hasta los 120 metros de altura, con rincones pintorescos como la Cueva del pirata Morgan, el Hoyo Soplador, la Piscinita, la Casa Museo Isleña, una iglesia bautista de 1847 y, por supuesto, la zona de playas espectaculares en Spratt Bight y San Luis. La isla de San Andrés es famosa en Colombia por sus estilos musicales, que van desde el calypso al reggae y la música sacra que se interpreta en las iglesias. También hay conciertos en el Old Coliseum. No faltan barcos de excursión hacia la zona de cayos, como Johnny Cay, El Acuario, o Haynes Cay.

De origen volcánico y sembrada de barreras coralinas, la isla Providence es más tranquila, no tiene edificios altos de departamentos, tampoco shoppings. Pero hay playas salvajes como Manzanillo y vistas imponentes desde sitios como Casabaja y Aguamansa. Para bucear, Cayo Cangrejo es uno de los sitios recomendables. La pequeña isla de Santa Catalina está unida a Providencia por el "malecón de los enamorados", un puente que conduce hacia el santuario de la Virgen, con imponentes vistas panorámicas de ambas islas.

Santa Marta y Parque Nacional Tayrona. Fundada en 1525 por los conquistadores españoles, Santa Marta es la ciudad más antigua del país y un puerto puerto clave en el Caribe colombiano, ubicado en una bahía rodeada de acantilados y montañas sobre la desembocadura del río Manzanares. A unos 50 km al este se ven las cumbres de la Sierra Nevada, custodiadas por el parque nacional Tayrona. Fue en la quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, donde murió el libertador Simón Bolívar en 1830.

El sitio es hoy un museo muy visitado. En el casco histórico de Santa Marta se lucen la Casa de la Aduana, la catedral y la filial local del Museo del Oro, mientras el paseo público por el malecón invita a detenerse ante el faro de El Morro y seguir hasta la playa El Rodadero. Desde Santa Marta hay excursiones a Aracataca, pueblo natal del escritor Gabriel García Márquez a 60 km.

Santa Marta es también la base para excursiones al Parque Nacional Tayrona, donde no faltan playas frecuentadas por mochileros europeos y estadounidenses, como La Piscina o Cabo San Juan de Guía, casi escondidas entre los selváticos caminos del parque. Hay cabañas, pocas y muy exclusivas en el interior del parque para quienes quieran quedarse una noche. Para los más audaces, está la aventura de trepar por la Sierra Nevada durante cinco días de marcha para llegar a la Ciudad Perdida de los indios tayrona.

Medellín. Capital de la región de Antioquía, Medellín es "la ciudad de la eterna primavera" para los colombianos, al menos desde 1826. Los "paisas", como se conoce a los nativos, son gente hospitalaria que han hecho de esta ciudad de 2,6 millones de habitantes un centro de la música, las artes y la gastronomía, con festivales -como el "desfile de silleteros" dedicado a las flores, en agosto- que atraen a miles de visitantes.

Medellín es la ciudad natal del pintor y escultor Fernando Botero. Sus obras decoran parques, museos y plazas públicas. Si es la primera vez que visita Medellín, vale la pena tomar el Metro, que conecta con tres sistemas de cablecarril que permiten apreciar vistas panorámicas de la ciudad, ubicada entre cerros como El Volador, Nutibara, Pan de Azúcar y El Salvador. Para los tangueros, Medellín impone una visita a la Casa Gardeliana, donde se guardan testimonios y fotografías del cantante argentino.

En el cerro Nutibara se ha reconstruido una típica aldea de Antioquía, es "el pueblito paisa", donde no faltan restaurantes y centros de artesanías. Otros sitios para andar: el parque de Bolívar junto a la catedral de Medellín; el Jardín Botánico, el Museo de Arte Moderno y el Parque de los Pies Descalzos, un sitio para relajarse ante una taza de café, jardines zen y fuentes de agua.

Un dato para los entusiastas del café colombiano es que Medellín es la puerta no oficial hacia el "paisaje cultural cafetero", ya que ciudades como Pereira, Manizales y Armenia están cerca, con innumerables circuitos turísticos para visitar importantes haciendas cafeteras ubicadas en las alturas de la cordillera central colombiana.

Cali. Dominando el Valle del Cauca, la ciudad de Cali tiene la fama de ser la "capital colombiana de la salsa", con infinidad de sitios para bailar, las "salsatecas" (versión colombiana de las discotecas) ubicadas en el Barrio Granada y en la Avenida 6 Norte, con nombres como Zaperoco, Blues Brothers, Escondite y Talberts Pub. Hay un largo calendario de fiestas, como la Feria de Cali que es tal vez el mayor festival de salsa en América Latina, con carnaval en las calles, desfiles populares y bailes de máscaras.

Para los más sedentarios, Cali tiene también otros atractivos. El parque artesanal Loma de Cruz es un sitio amable, con cafés junto a un parque, ideal para comprar artesanías. En el casco histórico de Cali sobresale la Plaza de Caicedo, rodeada por la catedral y el elegante Palacio Nacional. Se han restaurado recientemente hermosas iglesias del siglo XVIII como la del Monasterio de San Francisco y la iglesia de La Merced, con un notable Museo Arqueológico y la filial en Cali del Museo del Oro colombiano. El barrio de San Antonio, con otra espléndida iglesia barroca, es la parte más antigua de Cali, donde se vive el pasado colonial de la ciudad, también es un barrio bohemio, sobre todo los fines de semana.

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