Pequeño gran jinete: con 8 años, cruzó a caballo la cordillera

Tiziano Champagna es un niño de La Consulta, en San Carlos, que en marzo realizó durante cinco días, junto a su papá, el camino de la gesta del General San Martín por el paso Portillo de Piuquenes. Con sus ocho años se convirtió en la persona más joven en

Tiziano Champagna es un pibe de 8 años apenas. Es de La Consulta, en San Carlos, y tiene una gran historia para contar. Es que en marzo realizó durante cinco días el cruce de los Andes a caballo, reviviendo parte de la gesta sanmartiniana y -según dicen- es el mendocino más joven que, montado en un equino, ha tenido la oportunidad de hacerlo.

Tizi, como le dicen sus papás Pablo y Laura, relata concentrado su aventura por el paso Portillo de Piuquenes, a 4.030 metros de altura, tratando de no olvidarse ningún detalle aunque su hermano Thiago (5) lo distrae con una pelota de básquet intentando llamar la atención.

“Me gustó el paso del Portillo, porque se podía ver un glaciar. Estar arriba del caballo también me gustó mucho aunque hacía algo de frío y viento, pero no lo sentí porque me habían puesto unas gafas de esquí”, recuerda el pequeño.

Caballo al paso

El paso Portillo de Piuquenes está a 85 kilómetros del Manzano Histórico. Comunica a la Argentina con Chile a través de una senda, uniendo las localidades de Tunuyán y San Gabriel, del lado chileno.

Fue por allí por donde, en 1816, pasó una columna del ejército sanmartiniano, a cargo del capitán Lemos, quien se desempeñaba como jefe del Fuerte de San Carlos, con el objetivo de liberar al vecino país de la dominación española.

Tiziano conoce la historia, el oyente puede notar que es así, y la repasa bajo la atenta mirada de sus padres. “Por acá pasó San Martín, pero de vuelta, cuando regresó desde Chile. Se quedó a descansar en el Manzano”, informa el chico.

"Cuando estaba bajando Portezuelo me dio miedo, pero después no", dice Tizi. Y después agrega: "Cuando llegué, mis amigos de la escuela me preguntaban si era cierto que había hecho el cruce".

También es un paso con una historia reciente. En 2015, deportistas y empresas dedicadas al turismo denunciaron que Vialidad provincial había cometido una grave infracción. Es que vieron destruida una pared de la ventana natural que conforma el Portillo Argentino (4.380 msnm), en Tunuyán.

Según dijeron los testigos, una retroexcavadora había llegado hasta allí, destruyendo parte de la pared y ensanchando este paso histórico.

Afortunadamente, la belleza impactante del lugar sigue lejos del alcance de la mano del hombre.

Volviendo al relato de nuestro pequeño gran jinete, cuenta que parte del cruce lo hizo con uno llamado Almendra y el camino restante arriba de uno chileno. Los animales argentinos no pueden cruzar la frontera por disposición del Servicio Agrícola y Ganadero de Chile (SAG). 

“Yo ya sabía andar. Una vez cuando tenía 4 años había ido con mi papá de campamento al Manzano, a comer un asado y pasar la noche. Me gusta mucho dormir en la cama gaucha que se arma con la montura”, describe Tizi.

La travesía implica el paso por los refugios Portinaris, Scaravelli y Real de la Cruz, además de atravesar parajes espectaculares como el Cajón de los Arenales (el segundo mejor lugar de América Latina para hacer escalada en granito), Valle de las Yaretas y el Portillo Argentino, ubicado a más de 4 mil metros de altura. Los paisajes son únicos y el agua es tan cristalina que invita a beberla desde una orilla, con la mano, aunque baje helada de la montaña.

Como es esperable, las noches estrelladas son imperdibles y siempre es bueno tener a mano un buen fogón donde arrimarse. "No hay mucha leña así que tuvimos que buscar plantas que estaban enterradas, para tener palos secos", recuerda Tiziano alentado por las palabras de su papá.

Pablo, que habitualmente realiza este cruce a caballo con turistas, indica que en general no es conveniente llevar niños tan chicos al viaje. “Es fundamental conocer a cada chico. Yo lo traje porque lo conozco, porque sé su estructura física y su resistencia anímica. Pero en general lo ideal es que los chicos tengan al menos 12 años, porque el padre o la madre que van con sus hijos chicos no terminan atendiendo a su caballo, al camino o al lugar donde están y se pierden la experiencia concreta. Con los adolescentes es otra cosa, porque ellos son más desprendidos. Habitualmente siempre encuentran a una persona con quien compartir”, señala.

Al oeste del sol

“Cuando estaba bajando Portezuelo me dio miedo, pero después no. También tuvimos que cruzar ríos que tienen mucha agua, pero ahí no me asusté, porque mi yegua no salta mucho”, hace memoria Tizi. Agrega: “Cuando llegué, mis amigos de la escuela me preguntaban si era cierto que había hecho el cruce”.

El chico se suelta y cuenta que en el valle del río Tunuyán hicieron campamento (donde durmió como “un koala”) cerca del refugio de Gendarmería, Real de la Cruz. Allí visitaron la laguna de los patos, donde pudo trotar con su yegua. “También buscamos al Champignon, que es el caballo de mi papá y que se había ido a comer pasto. No quería venir, así que le dimos una tortita para que se acercara”, asegura entre risas. “Después tuve que cruzar el río Plomo”, añade.

Por último, Tiziano dice que llevó una linterna láser para divertirse por las noches, que una vez encontró la calavera de una cría de puma y que el caballo chileno que le tocó tras cruzar era “un poco bruto” (“van escarceando todo el tiempo, o sea que van cabeceando porque tienen mucha fuerza”, aclara Pablo). Son todos recuerdos de un niño feliz, tras realizar una aventura que seguramente lo ha marcado para siempre.

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