Paloma Herrera pasó por Mendoza: el vuelo del adiós

La bailarina argentina se despidió de los escenarios en el teatro Independencia, encarnando una apasionada Giselle ante una sala repleta.

Lo que volcó a los mendocinos al teatro Independencia el jueves por la noche no fue solo la oportunidad de ver a una bailarina extraordinaria, o la mística que despierta el final de algo, en este caso de una carrera: Todos fuimos a verla para vivir en carne propia un capítulo en la historia del ballet.

Ella, la entrañable niña prodigio de la danza, la primera figura del American Ballet Theatre, que desde los 14 años representó a nuestro país en el mundo entero y llenó las tapas de todas las revistas en los años 9o, le dejo adiós a su sueño más grande: Adiós a los aplausos, adiós a los ensayos, adiós a la palpitante absorción del escenario y a todas las historias que vivió sobre él.

Sí, Paloma Herrera ya no bailará más, y se despidió en esta porción de Cuyo con “Giselle”, de Adolphe Adam, el mismo ballet que eligió para dejar el ABT el 27 de mayo pasado. Antes de emprender esta gira por el interior, que la llevó también por Rosario y por Córdoba, se despidió de los porteños el mes pasado, ofreciendo su versión del Romeo y Julieta de Prokófiev en el teatro Colón, su primera casa.

A las 21.15 la música sonó, contundente y pletórica, desde los parlantes, el telón se izó y un teatro colmado se dispuso a emocionarse con el eterno idilio entre Giselle y el duque Albrecht, interpretado en esta ocasión por Juan Pablo Ledo, un partenaire de alto vuelo.

En el transcurso de los dos actos, las pasiones por las que evoluciona la protagonista encontraron su más perfecta expresión en Herrera, que demostró una vez más el porqué de su grandeza. Esa grandeza que prefirió guardar intacta en la mente de sus seguidores, optando por retirarse en plena madurez artística.

La evolución desde la inocencia hacia el amor, del amor a la locura, y de ésta hacia la muerte (esa clásica receta del romanticismo), tuvo en la sensibilidad de la bailarina un puente directo al corazón del público, que la ovacionó en cada uno de sus números.

El ballet estable del Teatro Colón cumplió de forma excelente su parte, pese a la cantidad de bailarines en un espacio más bien reducido, y cautivó con el vestuario (y escenografía) de Nicola Benois y, por sobre todo, la estilizada coreografía de Maximiliano Guerra, que la trabajó sobre la original de Marius Petipa.

Sin embargo, el espacio reducido y la música de parlante no quitaron nobleza a la ocasión. Al contrario, el Independencia, que por estos días festeja sus 90 años, con su foso orquestal tapado, estrechó el sentimiento entre el público y los artistas. Ella, la pequeña y ágil corporalidad que surcó los escenarios más grandes del mundo, se despidió como si aleteara sus pies en la intimidad de la familia, a poquitos metros de un público que le agredeció cada movimiento con miradas enardecidas.

Tenues y feéricos, sus pies se desplazaron en el escenario y se despidieron lentamente de la vista de todos, al igual que Giselle, ya convertida en hada, se despide de su amante. El telón final dio paso a una ovación unánime, de pie y de varios minutos, pero que dejó sabor a poco para muchos.

Paloma, incluso después de la música, siguió dando todo de sí: se sentó en el proscenio, se desató las zapatillas en punta, las besó y las dejó en el medio de las tablas, como agradeciéndoles haber vivido 25 años sobre ellas.

Ficha

Paloma Herrera, última función de su gira de despedida.
Ballet: Giselle, de Adolphe Adam
Fecha y hora: fue el jueves 19 de noviembre, a las 21
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo) - Sala llena
Calificación: Excelente

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