Otro show redondo: 100 mil personas

El ex Redonditos volvió a San Martín, con un nuevo show masivo. Aunque la producción estimaba 45 mil almas, finalmente más del doble accedió al Autódromo de ese departamento. El acampe de los fans, los famosos en la vip y algunos incidentes en la previa.

Otro show redondo: 100 mil personas
Otro show redondo: 100 mil personas

Como un señorito inglés, anoche a las 21.30 arrancó el show del Indio Solari. Con menos expectativa que el año pasado y menos gente (alrededor de 45 mil personas, aunque al cierre de esta edición había otras 50 mil afuera intentando entrar, sin mucha resistencia de la producción ya comenzado el concierto...) pero con la misma pasión en la amplia superficie del Autódromo Ciudad de San Martin.

El protagonista de esta historia,  el heredero de la mística de Los Redonditos de Ricota, vestía camisa a cuadros celeste y jeans.

La orden de salida para el cantante y su banda fue una voz en off: “Señoras y señores, con ustedes Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado”.

¿La primera tanda de canciones?: “A los pájaros que cantan...”, “La dicha no es una cosa alegre” (de la etapa Redondos, disco “Luzbelito”), “Ceremonia durante la tormenta” (algunas gotas cayeron en San Martín) y “Drogocop” (otra ricotera), para delicia de los seguidores de la primera hora.

El show tomaba color con “Nike es la cultura”, aunque el sistema de sonido ya mostraba las mismas deficiencias que el año pasado. Fue entonces cuando el vocalista le dedicó el concierto a la hija del periodista deportivo Tití Fernández (el movilero de todas las canchas estaba presente en la vip), Sole Fernández, quien murió en Brasil durante el Mundial y era una acérrima fan del Indio.

Al cierre de esta edición, mientras se esperaba el pogo más grande del mundo, sonaba “A la luz de la luna” (de su último disco “Pajaritos, bravos muchachitos”). Pero esta historia había comenzado mucho antes.


Una tarde redonda
Las puertas al recital se abrieron a las 17 y durante más de cuatro horas la gente entró con sus remeras y sus trapos, algunos con sus jarras de vino y todos con la alegría de volver a escuchar a su ídolo rock; amigos abrazados y parejas de la mano, tipos solitarios y pibes junto a sus padres; de a poco fueron dejando atrás el parque Agnesi y las carpas en las que muchos vivieron estos últimos días, para entrar al autódromo y tomar terreno.

No todo fue en paz y la caballería terminó dispersando a un amplio grupo de gente que varias veces intentó entrar sin boletos y que, frustrados, en un momento se la agarró a botellazos y ladrillazos con el resto de la gente.

¿Cuándo arranca la previa en un recital del Indio? ¿Veinte días antes o esa misma mañana? La respuesta depende del momento en que uno llega al acampe, y es por eso que existe la comunidad ricotera, al menos en el espíritu de la mayor parte de la gente, que aunque no se haya visto en la vida, no tiene problema en prestarse una parrilla, en convidarse un almuerzo o un trago de vino, en intercambiar relatos y domicilios para cualquier gauchada futura. O para la próxima misa.

Historias hay muchas, solo basta caminar para encontrarlas: Gustavo tiene 25 y es de Quilmes, el pibe enviudó hace un par de años y desde entonces cría a su hijo en soledad; llegó al Agnesi en la mañana cargando una mochila, el bulto de una carpa y a Bruno, que tiene apenas cuatro años y que va agarradito de su mano.

Cuenta que el recital es un regalo que se ha dado para levantar el ánimo de un año bajón y que su hijo es lo que lo mantiene a flote: "Somos muy unidos", dice, y siguen camino en medio de la gente.

Llega el tibio mediodía y hay miles de personas por todos lados en una enorme tribu ricotera que no va a bajar el ritmo en toda la tarde; por allí, bajo la fresca sombra de un pimiento, se arma una rueda de gente y suena una guitarra tristona; dos tipos con talento imitan las voces de Ricardo Iorio y del Indio Solari y cantan aquello de "Marita lo hace por la guita con los bomberos del cuartel. Su barrio es tan inclemente y su comparsa siempre es cruel...".

La gente aplaude y ríe, alguno filma con su celular. Todavía falta un largo rato para que caiga la noche y para que el otro Indio, el de verdad y al que todos vinieron a ver, salga a escena y cante lo suyo.

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