Los Estados mundiales y la industria bélica

La producción de armas, por parte de empresas estatales o privadas, es una actividad que cuenta generalmente con el apoyo y estricta vigilancia de los respectivos gobiernos, dado que ese quehacer no sólo tiene connotaciones mercantiles sino, fundamentalmente, de naturaleza geopolítica.

Cuando concluyó la denominada Guerra Fría, por la desaparición de uno de los grandes contendientes, se inició un período de paz idílica, que parecía hacer innecesario contar con grandes y costosos arsenales. Las armas sólo constituían un pesado lastre que pocos estaban dispuestos a sobrellevar, cuando todos o la mayoría de los conflictos habrían de desaparecer.

Este interregno de paz, que de algún modo caracterizó a la década de 1980, fue barrida por los violentos huracanes que soplaron a comienzos de 2000, cuando junto con las Torres Gemelas, el fatídico 11-S, cayó el prestigio de la primera potencia Mundial, y los EEUU declararon la "guerra global contra el terrorismo".

Incidencia geopolítica

La ríspida situación internacional fomentó el desarrollo de la industria de la muerte. Las violentas guerras del continente africano, muchas veces fomentadas por los ex Estados colonialistas y a su vez proveedores de armas, el caldero hirviente del Oriente Medio, las amenazas demenciales del presidente de Corea del Norte, los conflictos de China con sus vecinos por cuestiones de soberanía territorial y marítima, han impulsado con fuerza el desarrollo de las fabricaciones militares de estos tiempos, catapultando las erogaciones en armas a la impresionante cifra de 1,7 billón de dólares en 2014, período que se distinguió, precisamente, por ser el más belicoso de los primeros años de este siglo. Al panorama descripto cabe agregar el rotundo cambio de la política exterior de los EEUU, luego del triunfo del imperialista Donald Trump.

Tanto es así que la propia primera potencia mundial, que había iniciado un proceso de reducción de su inmenso presupuesto militar, retornó rápidamente a las cifras anteriores, las que constituyen un tercio del gasto en armamentos del mundo entero.

Francia, a su vez, presenta un comercio en pertrechos militares que alcanza los 15.000 millones de euros al año, actividad que genera más de 160.000 puestos de trabajo, de los que 40.000 corresponden al área exportable, que le permite satisfacer ampliamente sus necesidades defensivas nacionales, con la única excepción de un artefacto de reciente incorporación al arsenal militar, los "drones", campo en el que se destacan los israelitas. El jugoso ingreso que significa para la hacienda francesa la exportación de material bélico, beneficia en particular a un selecto grupo de productores, encabezados por Dassault, fabricante del famoso caza Rafale (foto). Este conjunto empresario aporta 75% del total de la industria francesa del sector y contribuye con más de 80% del volumen exportable. En 2015, por primera vez las exportaciones, superaron a las demandas internas. De esta forma una potencia media como Francia, enjugó los déficits de otros sectores y encumbró la economía gala en el concierto de la Unión Europea. Si el lector recibe una postal de Francia deseándole paz, por favor no le crea.

Paralelamente la industria bélica rusa, luego de un período de casi inactividad posterior al quiebre de la URSS, entró en un proceso de plena recuperación. A pesar de cierto retraso tecnológico, Rusia vendió material militar en 2014 por valor de 10.000 millones de dólares, lo que la posiciona como segundo exportador de pertrechos bélicos en el mundo. Entre las novedades que presentó en la Feria Internacional del Armamento, en una localidad cercana a Moscú, en 2015, se destacó un vehículo dotado de un sistema de artillería capaz de apuntar simultáneamente a 24 blancos distintos, además de contar con capacidad antimisilística. Sus mayores inversiones están dirigidas a los ámbitos espacial y nuclear, por ser los dos únicos campos capaces de generar resultados tecnológicos y estratégicos decisivos.

Consciente del valor que tienen en la actualidad los submarinos como neto símbolo del poder de un país, logró colocarlos en el mundo entero, pese a la enorme competencia y a la mala reputación que tienen en materia de seguridad. Entre los compradores destacados cabe mencionar a las monarquías del Golfo Pérsico, países de Asia, India y China. También se animaron a competir en el complejo mercado de los adquirentes de armas, los grandes derrotados de la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Japón, ofreciendo una mercancía bélica de alta competitividad.

El ciberespacio

Si bien ya se hablaba de la ciberguerra en 1995 (Times Magazine), recién a fines de 2007, los verdaderos enfrentamientos en el campo de Internet, entre las capacidades de ataque y defensa digital de los Estados se manifestaron a través de una serie de cibernautas dirigidos desde Rusia contra los servidores de la administración gubernamental de Estonia, como también contra diarios y bancos del país.

Posteriormente repitieron esas agresiones contra Georgia en 2008. Más recientemente, autoridades partidarias y oficiales de los EEUU han acusado formalmente a Rusia de intromisión maliciosa en las elecciones presidenciales de ese país, a favor del candidato republicano.

La fabricación y venta de armas y material bélico en general constituye un negocio espurio, porque su destino final es siempre la muerte de hombres y mujeres inocentes, máxime si la venta se realiza a regímenes que no respetan las libertades y derechos esenciales de todo ser humano. Atacan a sus poblaciones o lo que puede ser peor aún, revenden las armas adquiridas a otros regímenes o grupos terroristas de peor reputación.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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