Los compadres, "como el Santo de Pelé"

Los compadres, "como el Santo de Pelé"
Los compadres, "como el Santo de Pelé"

Entre cientos de recuerdos y de anécdotas, el “Cachorro” evoca de un modo especial la entrañable relación, amigable y cordial, plena de bohemia y picardía, que a lo largo de su carrera mantuvo con Víctor Antonio Legrotaglie, el “Bolita” Sosa y el “Polaco” Torres, con quienes integró el llamado grupo de Los Compadres.

Los Compadres: “Nos pusieron Los Compadres porque con el Víctor, el “Bolita” y el “Polaco “andábamos siempre juntos, éramos inseparables. Siempre estábamos de buen humor y tirábamos para el mismo lado. Hacíamos un culto de la amistad, en las buenas y en las malas, dentro y fuera de la cancha. Los cuatro íbamos siempre al frente, defendíamos a los más débiles y cuando había que arreglar los premios poníamos la cara por todos los demás. Después del recordado partido que el Lobo le ganó 5 a 2 a San Martín en Tucumán en el Nacional del ‘70 , el periodista de Los Andes Enrique Romero nos comparó con el Santos de Pelé. No entendía nada porque la noche previa nos había visto en el casino apostando, tomando un trago, fumando como si nada y el domingo a la tarde la rompimos con una goleada increíble”.

El Víctor: “Por su fantasía, habilidad y picardía, el Víctor fue un jugador distinto, único e incomparable. Llevaba el potrero en el alma, corría a los saltitos, con las medias caídas, pisaba la pelota, la entretenía y acariciaba, tocaba de primera y tenía un guante en su exquisita zurda.

En aquel Gimnasia de grandes figuras de los tres Nacionales consecutivos (‘70, ‘71 y ‘72), que permaneció dos años y medio invicto como local y que llenaba la cancha de Godoy Cruz a las dos de la tarde, el Maestro estaba cuatro escalones arriba del resto. Le tengo un gran aprecio y un recuerdo eterno”.

El “Bola”: “Lo llevo siempre en la memoria, porque más que un compañero el ‘Bolita’ fue como un hermano en la vida y en el fútbol. Nos conocimos en las inferiores del Lobo a fines de la década del 50: yo jugaba de 9 en la Quinta ‘B’ y el ‘Bola’ en la misma posición en la Quinta ‘A’. Como quería que jugáramos juntos le sugirió al delegado del semillero: ‘Le pido que traiga al pibe Aceituno, yo le doy la 9 y a mí me ponen en cualquier lado’. Se fue a jugar al medio y desde ese día no nos separamos más”.

El “Polaco”: “Otro jugador increíble, un defensor impasable, que podía jugar de tres o de seis. ‘El hombre de la cueva’, como se lo definía por su solidez, prestancia y experiencia. Podía salir jugando desde el fondo del área y con el ‘Panza’ Videla integró una zaga que hizo historia en Gimnasia. Nunca olvido la tarde que debuté en primera. De los nervios que tenía prácticamente no había tocado la pelota, era una figura decorativa, cuando el ‘Polaco’ cruzó toda la cancha desde su posición de marcador de punta, se arrimó y me dijo al oído: ‘¿Nene, cuándo va a jugar un ratito para nosotros?’. Aunque parezca mentira, hice dos goles sobre la hora, a los 40 y 45 minutos del segundo tiempo, y ganamos el partido.

En el camarín, los dirigentes que antes me habían dado confianza me abrazaban y no dejaban de repetir: ‘Vio que nosotros teníamos razón Cachorro, Usted va a ser un fenómeno’. Creo que esos dos goles me abrieron las puertas para siempre”.

El “Mona”: “Los dirigentes de Gimnasia le dieron el pase a mi hermano Alberto para que fuera a jugar a San Roque con la condición de que yo me incorporara a las inferiores. No lo hice porque vivía en Dorrego y no tenía plata para pagar cuatro viajes en colectivo entre ida y vuelta para llegar al Parque. Podría haber firmado para Talleres, que me quedaba más cerca y al que veía todos los fines de semana cuando era local.

Sin embargo el ‘Mona’ García me vino a buscar a mi casa y cuando se enteró por qué no iba me empezó a pagar el ómnibus de su propio bolsillo. Como tantos otros, como el ‘Bola’ o el ‘Conejo’ Rogel, yo quedé en Gimnasia gracias al ‘Mona’”.

El “Profe”: “Para mí la tarea de ser jugador y preparador físico de mis amigos y propios compañeros, tarea que ejercí durante cuatro años, resultó una doble responsabilidad. Siempre me manejé con cuidado, un gran equilibrio y mucho tacto, como siempre he reconocido. Cada vez que llegaban tarde a algún entrenamiento el Víctor y el ‘Bola’ me saludaban detrás de la tela y se quedaban cómodamente sentados en la platea. En otra ocasión se quedaron dormidos sobre el césped justo arriba de un hormiguero mientras hacían gimnasia. ¿Qué iba a hacer? ¿Los iba a sancionar? Si eran dos fenómenos, dos tipos especiales”.

Don “Tito” Guzzo: “Desde la misma época del semillero conocí grandes dirigentes que se desvivían por el club, nos colmaban de afecto y nos protegían. Eran nuestros ‘padrinos’ que no nos hacían faltar absolutamente nada. Pero ninguno como don Héctor Guzzo. Cuando en 1974, dos años después de mi retiro, don Samuel Kolton me sugirió la posibilidad de que si quería podía volver a jugar, don ‘Tito’ me aconsejó de la mejor manera: “Usted ya ganó todo y se fue por la alfombra y la puerta grande, ‘Cachorro’. No necesita volver para exponerse a un técnico que no lo quiera, lo tenga de suplente y lo haga hacer banco”.

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