La ordenanza que nació en una escuela agrícola del Valle de Uco

Un proyecto para plantar flora nativa en plazas y espacios recreativos de la escuela Colonia Las Rosas de Tunuyán terminó siendo adoptado por el municipio y el INTA.

“Es contradictorio. Vivimos en zona de desierto y nuestras plazas y parques tienen vegetación estilo jardín inglés. Sería mejor sembrar flora autóctona, que  consume menos agua”, reflexiona Cristian Sandoval. “Hay muchas especies que no conocemos. Siempre me gustó un árbol que mi abuelo tiene detrás de su casa y ahora descubro que es algarrobo”, suma Gabriel Montiel.

Ambos son alumnos de 6to año de la escuela técnica 4-203 Colonia Las Rosas, de Tunuyán, cuya modalidad se basa en el “aprovechamiento de los recursos hídricos”. Desde hace años, el colegio desarrolla un proyecto que busca poner en valor las plantas autóctonas del Valle de Uco y promover su uso en espacios recreativos.

Esta iniciativa escolar se convirtió, a fines del 2015, en ordenanza municipal y hoy exige revisar los métodos y especies elegidas para forestación en espacios públicos de Tunuyán.

Pero mejor aún es que devino en una mesa de gestión, donde actualmente se sientan diferentes actores para estudiar los alcances de la flora nativa, tanto para fines turísticos y culturales como para una remediación ambiental, clave en tiempos donde crece el riesgo aluvional y la región empieza a sufrir las consecuencias de un desarrollo sin planificación.

Cambiar la mirada

“Le damos más importancia a lo exótico, a los colores; pero nuestras plantas tienen una belleza particular”, comenta Camila Estrella, en un paseo por su huerta escolar.

Tras recibir la capacitación sobre usos y propiedades del chañar, algarrobo, jarilla, piquillín y otras especies locales, los alumnos hicieron sus propios plantines para armar un vivero autóctono. “No pudo funcionar en la escuela porque las napas están muy altas, nos llevaremos los plantines a nuestras casas”, dice la profe Luisa Barroso.

La ordenanza 2711, votada por unanimidad en el CD de Tunuyán en octubre de 2015, dispuso varias e interesantes medidas. Entre otras, crear “un Plan de Rescate y valoración de la Forestación Autóctona”, implementarla “en espacios verdes y recreativos” y destinar un sitio para su producción, la que hoy se realiza en el vivero municipal.

Los chicos y profes de la escuela Colonia Las Rosas reconocen no haber imaginado que su “humilde propuesta” desataría tal movida. Enseguida, se armó un ente técnico guiado por el INTA del que participan municipio, técnicos, IES, gente del turismo y hasta los puesteros, quienes tienen mucho que aportar desde sus prácticas con la flora nativa.

“El tema es muy actual y despierta interés. Surge como respuesta a la crisis hídrica en el Valle de Uco, la cual se va a ir acentuando”, opina Javier Castillo, Jefe de la Agencia de Extensión Rural de INTA en Tunuyán.

Según detalló el ingeniero, primero hicieron un diagnóstico de la situación en el Valle de Uco. En una segunda etapa, dieron capacitaciones -para alumnos y comunidad, en general- sobre los usos y propiedades de la flora autóctona y luego analizaron su reproducción en vivero: “Ahora, estamos en el cuarto paso y el desafío mayor: ver cómo implementamos la flora autóctona en espacios recreativos y para remediación ambiental”.

A través de experiencias concretas en su vivero, el municipio ya proyecta incorporar estas plantas en rutas, calles, plazas y espacios verdes. Los especialistas rescatan la necesidad de pensar propuestas innovadoras: como producir algarrobos sin espinas a fin de que no sea un riesgo para los niños en las plazas.

“Los técnicos tenemos la responsabilidad de ayudar a repensar lo estético y los usos de estas plantas”, señala Nancy Grancara, de la Tecnicatura agronómica en el IES 9-010 Vera Peñaloza de Eugenio Bustos.

Quizá por su modalidad hidráulica, los chicos reconocen que todos somos responsables de las inundaciones y riesgos aluvionales que se dan en la zona, por el desarrollo productivo y la modificación de ríos secos sin planificación. “Los empresarios, los políticos y los investigadores deberían ver cómo mitigar estos resultados”, apuntan.

Beneficios ecosistémicos

Integrarla en circuitos turísticos. Recuperar su valor y usos medicinales, alimenticios y estéticos para la comunidad. Forestar cuidando el agua. Todas estas buenas prácticas de rescate y valoración de las plantas autóctonas surgieron del proceso que se está dando en el Valle.

Sin embargo, quizá el beneficio ecosistémico más importante sea el de devolverle un poco de su forestación nativa al pedemonte. “La construcción de corredores biológicos (o cortinas de forestación autóctona) permitirá el tránsito de la fauna -hoy acorralada-, la protección de los vientos y de las correntías, que bajan de las montañas cuando llueve mucho”, explica Castillo.

Quizá por su modalidad hidráulica, los chicos reconocen que todos somos responsables de las inundaciones y riesgos aluvionales que se dan en la zona, por el desarrollo productivo y la modificación de ríos secos sin planificación. “Los empresarios, los políticos y los investigadores deberían ver cómo mitigar estos resultados”, apuntan.

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