Juan, el incorrecto

Por un lado, el ex guionista de la Vendimia acaba de publicar el poemario "La palabra taxi", un viaje sensible por el trajín cotidiano con los sentidos despiertos. Por otro, bajo la voz de un payador desenfadado suma lecturas en internet y expande la trad

Juan, el incorrecto
Juan, el incorrecto

Contra la vanidad de los poetas - ese lugar común y fastidioso- él arroja un mensaje: “toda esa cosa de que sos distinto porque sos creativo/ todo eso del arte del cine de la literatura de la danza y del teatro/ de la sensibilidad especial de la búsqueda y la inspiración/ todo eso es basura la más elemental y deprimente basura.”

La franqueza -junto con la ironía y el humor negro- son las mejores estaciones donde se para Juan López en el recorrido de “La palabra taxi” (Elandamio ediciones), su más reciente poemario. Y una posta más: el pulso con el que mantiene su yo bajo control y  cambia el punto de vista dándole voz al ladrón, el peseguido, el marginado.

Es cierto cuando López dice que las palabras le vienen de otra parte: las aspira entre la gente, las recoge por la calle, se deslumbra con hallazgos en la jerga, el habla infantil o las conversas públicas. Acá, sentado en el sillón de la entrevista, su cabeza se mueve como antena.

- ¿Para qué escribís poemas, Juan?

- Para registrar una experiencia, imaginada o vivida. Pero también hay una responsabilidad. Creo que el que escribe calculando, falla. Para mí pasa por hacerte cargo, quizá más del “qué” escribís que del “cómo”. El tema es que se nota cuando no tenés nada que decir. Y es justo lo contrario: tiene que pasar algo con el poema, algo se te tiene que mover adentro. No importa si escribís de la rosa, del amor o de los sindicatos. Por ahí me parece que va el compromiso.

Primero fue el despunte de una vocación o tal vez algo mucho mejor: el deseo de increpar la realidad con la palabra, ya que los poemas de López son afibios: una mitad del cuerpo metida en el presente y la otra en la intimidad.

“La palabra taxi” no es un libro de poesía en voz baja. Visualmente, es rectangular y curioso. Hay, eso sí, un manifiesto de la sencillez también en la preferencia por las minúsculas: “mis palabras no son mías/las tomo prestadas o las robo/ las arranco/ a mi madre al que va caminando/ a los muertos/ mis palabras no hablan de mí/ ellas traen mensajes de otros mundos/ otras guerras/ otra felicidad/ ellas a veces se resisten y a veces se dejan llevar/ algunas huyen por su propio bien/ mis palabras no son mías/ como este fragmento de tierra que me sostiene/ como aquellas nubes que se pierden/ la mano que se acaba de soltar de mi mano...”

Así, el lector se sube al viaje con cada texto que nos lleva al paisaje de la inestabilidad cotidiana, con el menos común de los sentidos bien alerta.

La pequeña historia de un tipo que publica un aviso (casi una carta de amor a su Rambler) ya había aparecido en el rubro Clasificados de Los Andes, como un guiño poético para impregnar la realidad desde un atajo. Y también se expande un mueca contra el consumismo en su poema con sponsor. Una poesía que agita sin mitigar nunca la molestia que provoca: “a mí me encantan los autos hipermodernos y me jode que sean tan caros/ y me fascinan los celulares con mil güevaditas/ y las bicis no fijas con 800 cambios y palancas de titanio/ y esos relojes que son como alfajores de tres tapas/ en síntesis que a mí me gusta todo lo nuevo aunque sea usado/ y esa máquina que te hace el nudo de la corbata y te ata los cordones/ (creo que la inventó Píxel de Lazy Town)/ y la sartén estalinista que hace huevos fritos todos iguales...” escribe en “un hombre de su tiempo”.

Qué bueno es seguir leyéndolo, seguir desprevenidos ante su juego de “pequeñas cosas”, para conjurar el palabrerío donde se descomponen las historias pretenciosas que mueren no bien se seca la tinta.

Satiricón cuyano

Una biografía abreviada cuenta que Juan López nació en Mendoza en 1962. Que se ganó la vida como artesano, cartero, cobrador y docente. Licenciado en Letras, se especializó en corrección y edición de textos y en redacción periodística. Para publicar sus primeros poemas, creó el sello Ediciones Simples.

Hay una tradición, claro: la sátira política y costumbrista de Juan Gualberto Godoy. “Pero también la de Zuloaga”, dice.  Siguiendo entonces ese género que busca enseñar entreteniendo, Juan creó al “Payador incorrecto”, un personaje capaz de opinar sobre todo, sin filtro alguno. Y el dibujante Juampa Camarda se hizo cargo de darle su imagen en el blog.

- ¿Cómo nació "El payador incorrecto"?

- Surgió en el hospital, en marzo de 2012. Ahí empecé a escribir una suerte de sátiras hospitalarias desde mi posición como paciente. Y después este cronista humorístico me sirvió para decir todo lo que no decía en la poesía en un tono popular.

- Tanto en él como en tus poemas hay una postura irónica sobre el academicismo exacerbado

- Sí, eso está. Pero también hay algo de juego. Porque el payador, por ejemplo, menciona a Derrida, pero lo hace en un tono desenfadado.

Definitivamente, esa crítica al “artista o intelectual insoportable” es un antídoto, pero no es el único frente. El payador arremete contra funcionarios, empresarios e hinchas y puede pasar con soltura de hablar del amor entre dos camioneros que esperan se abra el paso en la montaña a una sabrosa receta de cocina.

Como sea, su instinto periodístico se funde ahí con el satiricón mendocino para ponerle pimienta.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA