Emociones, lágrimas y aplausos provocó la esperada llegada del medallista de oro Panamericano, José Luis ‘Pepe’ González, quien retornó a San Rafael, en un vuelo directo desde Aeroparque.
Mendocino por adopción, el Pepe es el primer deportista que le da al departamento una medalla panamericana, nada más y nada menos que la dorada. Lograda con el seleccionado nacional de voleibol que se impuso a Brasil, por 3/2 en la final de los Juegos Panamericanos de Toronto.
El grandote, feliz, agradecido y emocionado abrazó a cada uno de los que lo esperaron. Se tomó su tiempo y saludó a todos los que se hicieron un tiempo para ir a recibirlo.
Entre familiares, amigos y admiradores más de 200 personas se reunieron en el Aeropuerto Santiago Germanó, donde prepararon carteles y banderas para recibir al ídolo del deporte sureño
Sus padres, Luis González y María de Luján Piñeyro, mientras aguardaron la llegada de su hijo, le contaron a Más Deportes de los inicios de Pepe y de su amor por el voley, cariño que hoy ha dado sus frutos. “Mi hijo mayor, un día me dijo: ‘dejalo ir porque es su carrera’. Así empezó todo’, comentó el papá de Pepe.
Y María de Luján agregó que su hijo mayor, también le contó: “Dejalo papá, no sea cosa que algún día te diga ‘yo pude haber llegado y vos no me dejaste’”, cuenta sin poder evitar la emoción y el orgullo.
Así fue que se inicio en esta pasión voleibolera. Pepe, mide 2,06 metros, un ambicionado central por varios clubes locales, que en 2002 integró la Selección Mendocina Sub18, que dirigió otro sanrafaelino, José Gómez. Disputaron un torneo en Córdoba y lo ganaron.
González fue uno de los centrales más destacados. En esos días ocupaba el puesto de central, hoy juega como opuesto (atacante).
Luisina Arbeloa, jugadora del Sub 16 de Deportivo Argentino, también emocionada, sostuvo sobre el jugador: “Es un ídolo, un grande y una persona humilde que a pesar de sus éxitos y grandeza comparte con nosotras sus vivencias y enseñanzas cuando viene a San Rafael”.
Nació en Capital Federal, pero se instaló definitivamente en el sur mendocino a inicios de 1999. Por lo tanto, cuando vuelve al departamento sureño comparte entrenamientos y asados con jugadores de UTN.
“Para aquellos que no lo conocen, te cuento que Pepe es un tipo muy humilde, sociable, que siempre se toma su tiempo para los festejos y para compartir con su gente. Que se acuerda de su gente y de San Rafael que es el lugar que eligió para vivir y disfrutar de su familia. Él siente a San Rafael como su lugar”.
En el momento de colgarse la medalla, a José Luis se le pasaron muchas imágenes por su cabeza: "Fue muy emocionante. Tantos años que no teníamos logros deportivos en el voley. Para la actividad es un volver a vivir. Reivindicarse", dijo el hermano.
El vuelo que trasladó a González estaba arribando y la esposa del medallista panamericano, Alejandra Sosa, que lo esperaba con su hijo Ian en brazos, contó sus sensaciones mientras miraba a lo lejos el avión.
"Tengo muchas ganas de abrazarlo, disfrutar con él de este gran momento y siento mucho orgullo por el logro obtenido. Muchas veces se complica su carrera, pero sabemos entenderlo y apoyarlo en lo que a él le gusta. Lo primero que haré es felicitarlo", dijo.
Mientras José Luis era recibido con gritos y aplausos, su mamá nos comentó que “lo seguimos siempre y esto es un premio que nos la vida. Esta fue su elección, porque uno lo pone en la puerta de la vida y ellos eligen”, dijo entre la algarabía María.
Y agregó: “Él ha tenido suerte porque tiene una pareja que lo acompaña mucho y ya tienen un hijo. A veces tiene añoranzas porque la Selección no le permitió estar más tiempo con su hijo, que es todo para él. Cada uno construye la vida como cree conveniente. Nosotros lo acompañamos en sus decisiones y lo disfrutamos mucho cuando viene”, dijo sobre su hijo.
Pepe González volvió a San Rafael, la tierra que lo vio crecer y que ha elegido como su lugar en el mundo. Tierra que lo idolatra desde hace tiempo y que ayer lo recibió como la gran figura que es, el único deportista sanrafaelino que logró una medalla panamericana. En pocas palabras, un grande.