Investiga en Israel cómo hacer caminar a robots humanoides

Jonathan Spitz se fue a ese país cuando tenía 17 años. Allí se formó en Ingeniería Mecánica y le dio una profesión a su hobby: la robótica. Quiere hacer prótesis y exoesqueletos para personas con discapacidad.

Investiga en Israel cómo hacer caminar a robots humanoides
Investiga en Israel cómo hacer caminar a robots humanoides

Habitualmente esta sección tiene una logística bastante “virtual”. Vía mails o teléfono -en el mejor de los casos- las notas se construyen sin contacto cara a cara.

Es que la distancia y los husos horarios no ayudan mucho. Afortunadamente éste no fue el caso, ya que Jonathan Spitz (29), de paso por la provincia, acudió a Los Andes para contar su historia de vida y presentar a su ‘amigo’ el robot Billy.

En 2002, Jonathan dejó la provincia y a su familia cuando tan sólo tenía 17 años y se fue a vivir a Haifa, la mayor ciudad del norte de Israel y la tercera más grande del país. La Quinta Sección, la Escuela Israelita y el Martín Zapata quedaron atrás. Lo nuevo, lo más arduo y lo desafiante estaba por venir.

“Terminé la secundaria antes, empecé a estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional de Cuyo, pero sólo cursé medio semestre y me fui a Israel.

Recibí una beca en la Universidad Tecnológica Technion y haciendo cursos intensivos de hebreo, porque hablaba poco, comencé con mis estudios”, comenta Jonathan agregando que es una de las mejores universidades del mundo.

En Israel estudió Ingeniería Mecánica, obtuvo su título de grado en cuatro años, luego se especializó en robótica y siguió en la misma universidad para la maestría y posteriormente el doctorado.

“Siempre tuve afinidad para la robótica y para armar cosas. Es más, de chico conseguí un juego completo de Lego Mindstorm -línea de juguetes de robótica- que todavía no había llegado a Mendoza”, relata el joven profesional, hijo de Marta Chernikoff y Daniel Spitz y hermano de Alexander.


El robot tridimensional
Su actual investigación consiste en desarrollar métodos de control para hacer que los robots -humanoides- caminen. La dificultad que se le presenta es que debe lograr que se adapten a distintas superficies, ya sean lisas o terrenos inclinados, por ejemplo.

La idea de Jonathan, según explica, es poder elaborar prótesis para las personas y también exoesqueletos, como el que presentaron en el Mundial de Brasil.

A continuación muestra a Billy, el robot que es parte de su investigación y que es una “simulación sacada al mundo real”. “Es mucho más difícil pasar las ideas a algo real que sólo verlo en la computadora”, agrega.

Cabe destacar que el robot Billy es un hexápodo -tiene seis ‘patas’- cuyas piezas fueron creadas mediante una impresora 3D que la universidad compró especialmente para que Jonathan pudiera llevar adelante su investigación.

“En setiembre empecé el robot y en pocos días ya tenía algo caminando. Sin una impresora de 3D este tiempo -unos 20 días entre el primer prototipo y el robot final- hubiera sido imposible”, comenta el mendocino, quien suele viajar a Argentina una vez al año, al menos.

Mostrando que puede controlar a Billy a través de su teléfono celular, dice que su idea es probar diferentes versiones y poder arribar a una más chica, más compacta, barata y con posibilidades de insertarle una cámara que transmita imágenes para Internet.


Adaptarse al entorno
Al llegar a Haifa, una ciudad de unos 300 mil habitantes, tuvo que vivir seis meses en un centro de absorción -que permite que los extranjeros se adapten al país- mientras seguía aprendiendo hebreo.

Luego pudo trasladarse a los dormitorios de la Universidad Technion y actualmente, luego de graduarse, se mudó a un departamento cerca de la institución donde puede ir y venir en bicicleta.

Aprender a vivir en un nuevo entorno, para Jonathan, tuvo muchos condimentos pero afirma que de a poco comenzó a manejarse. “Al principio me costó y a mis padres también. Pero después me vieron bien, progresando y digamos que todo fluyó”, describe.

Uno de los puntos sobresalientes de la conversación tuvo que ver con la seguridad. Jonathan cuenta que cada uno la percibe de manera diferente.

Dice que se ha acostumbrado a la inseguridad de allá y que le da más miedo la de acá. “Allá, cuando suenan las alarmas de los misiles tenés tiempo de ir al refugio. En cambio acá nunca se sabe qué puede pasar. Es más tranquilo allá”, afirma sin dudarlo.

Igual, asegura que 2006 fue el peor año para él. En guerra con el Líbano, israelitas y extranjeros no tuvieron un buen pasar. Así, cuenta que unas diez veces al día sonaban alarmas de misiles y eso interrumpía la vida cotidiana de todos.

“En general no pasaba nada pero la única vez que estaba filmando para mostrar a mis padres que no pasaba nada, cayeron misiles alrededor de toda la universidad”, cuenta. En el video puede verse a Jonathan en el refugio anti bombas contando la situación, mientras de fondo se escuchan las explosiones.

Pensando en el futuro, el mendocino asegura que espera graduarse en pocos meses y luego evaluar distintas oportunidades para irse fuera de Israel y realizar un postdoctorado para tener una nueva experiencia.

Una de las opciones, dice, es Nueva York y más específicamente la Universidad de Columbia. “En Mendoza no sé si tendría las mismas oportunidades y la inseguridad no me alienta a volver. Igual creo que sí se podría adquirir el mismo nivel de estudios”, finaliza.

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