En manos de millonarios

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Abraham Lincoln dijo una vez: “La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. De las preposiciones utilizadas a mí me preocupa el “por”. ¿Realmente son personas de extracción popular los que nos gobiernan? ¿Son gente que ha padecido las dificultades que un laburador común y corriente sufre todos los días, y más los días en el que le llega el momento de llorar su sueldo?

¿Saben, por haberlas vivido, las contingencias desfavorables que debe soportar un ciudadano común y corriente para hacerle frente a las exigencias de una vida que cada día pide más?

Miro el panorama y me desaliento. Porque hay ejemplos en América que están indicando que en otros lugares ocurre u ocurrió: Lula, el ex presidente de Brasil, es de extracción gremial, de los gremios de base,  y antes de ser la figura que ahora es, luchó desde su país lumpen, por el derecho de los trabajadores. Sin embargo, los últimos acontecimientos, lo involucran con hechos de corrupción y el monumento de bronce se vuelve barro.

Puede que se salve Evo Morales, el presidente de Bolivia, que fue pobre del verbo pobre y todavía mantiene su piecita de soltero, con minúsculos enceres donde pasó gran parte de su vida (no digo que la habite, pero la conserva).  El Pepe Mujica siempre fue vecino de la pobreza y jamás se aprovechó de sus posiciones políticas para mejorar sus condiciones económicas. No estoy alabándolos, no es esa mi intención, estoy diciendo que ellos saben del olor a pueblo, de las carencias de la vida simple.

Veámonos a nosotros, repasemos la situación de nuestros dirigentes anteriores y los actuales. El único que se salva es Alfonsín, al que nunca le sobró la plata y donó gran parte de lo que ganaba. Pero por los demás, cacerola.

Duhalde tiene mucha plata, no es novedad; De la Rúa viene de una familia con dinero más que suficiente para dar varias veces la vuelta al mundo como turista (All inclusive), incluso ahora le han descubierto cuentas en paraísos fiscales;  de Menem ni hablemos porque si hablamos nos vamos a poner a llorar en suizo. Hasta el presidente mínimo, Adolfo Rodriguez Saá, tiene billetes como para empapelar varios galpones.

Veamos los que roncan ahora: Macri lo dice todo con el apellido, aunque debería ser mejor “Macro”. Por cualquier dato recordad los Panamá Paper. De  los Kirchner no hace falta esgrimir argumentos porque de ser cierto nada más que el cinco por ciento de lo que se investiga bien pueden prestarle algunos millones al Fondo Monetario Internacional.

¿Qué conocen estos “guitudos” presidentes de los problemas de un tipo simple con un sueldo que le queda demasiado corto de mes?

¿Qué pueden entender de necesidades si nunca les ha faltado plata  para hacer lo que se les cante? Sé que, al leerme, alguno estará diciendo: no es necesario haber sido pobre para entender a  la pobreza. Es cierto, pero deberán aceptarme que no es lo mismo leer la Divina Comedia que haber estado realmente en el infierno, que no es lo mismo hacer dieta que tener hambre.

Cuando los políticos  le hablan a la gente del pueblo paupérrimo y dicen: “Yo sé lo que ustedes están sufriendo, yo sé las penurias que están pasando”, mienten descaradamente. No lo saben, no pueden saberlo y no lo sabrán jamás, porque no creo que abandonen sus confortables casas de barrios privados para ir a vivir, aunque sea un mes, a una choza de chapas y nylon donde se cuela todo el universo.

No es lo mismo conocer, suponer, saber, que sufrir, soportar, padecer. Definitivamente no es lo mismo. A  los argentinos siempre nos  han mandado los ricos, esta es la verdad, con muy pocas excepciones (Viejito Arturo, me acuerdo de vos). Tal vez Abraham Lincoln debería haber cambiado su frase diciendo: “La democracia  es el gobierno del pueblo, por los ricos y para el pueblo”. Aunque eso de “para el pueblo”, me deja con dudas también.