En línea y aterrado

El anárquico mundo del ciberespacio marcó el año 2016 como un punto de inflexión en la historia política estadounidense.

Y sucedió que en el invierno de 2016, el mundo llegó a un momento crítico que fue revelado por la colección más insólita de actores: Vladimir Putin, Jeff Bezos, Donald Trump, Mark Zuckerberg y la tienda departamental Macy’s. ¿Quién lo habría dicho?

¿Y cuál fue este momento crítico? En el que nos dimos cuenta de que una masa crítica de nuestra vida y nuestro trabajo se había alejado del mundo terrestre para ir al reino conocido como ciberespacio. O sea, una masa critica de nuestras interacciones se había cambiado a un reino en el que todos estamos conectados pero nadie está a cargo.

Después de todo, no existen los semáforos en el ciberespacio, ningún policía que haga la ronda, no hay tribunales ni jueces, no hay un Dios que proteja del mal y recompense el bien; y, desde luego, ningún 0-800 al que llamar si Putin piratea las elecciones. Si alguien te calumnia en Twitter o Facebook, bueno, a menos que sea una amenaza de muerte, buena suerte para que la quiten, especialmente si fue anónima, lo que es bastante común en el ciberespacio.

Y, no obstante, ahora es este reino donde pasamos cada vez más horas de nuestro día. Ahora, el ciberespacio es donde hacemos más compras, tenemos más citas, hacemos más amistades y las conservamos; es donde aprendemos, comerciamos más, enseñamos más, nos comunicamos más, hacemos más transmisiones de noticias y las buscamos, así como más de las ventas de bienes, servicios e ideas. Es donde tanto nuestro presidente electo como el dirigente del EI, se pueden comunicar con igual facilidad con decenas de millones de sus respectivos seguidores a través de Twitter, sin editores, revisores de hechos, abogados en libelos y otros filtros.

Y, yo argüiría, 2016 será recordado como el año en el que entendimos totalmente lo alarmante que eso puede ser, lo fácil que fue para un candidato presidencial tuitear falsedades y medias verdades con mayor rapidez de la que cualquiera podría corregirlo; lo barato que fue para Rusia intervenir en nombre de Trump con el ciberpirateo a las computadoras de militantes demócratas, y cuán inquietante fue escuchar decir a Bob Lord, el director ejecutivo de seguridad en la información de Yahoo, que su compañía todavía “no había podido identificar” cómo fue que se pudieron piratear mil millones de sus cuentas y la delicada información de los usuarios, en 2013.

La velocidad a la que este momento crítico se hizo crítico tomó por sorpresa hasta al presidente Barack Obama. “Creo que subestimé el grado al que, en esta nueva era de la información, es posible que la desinformación, por el ciberpirateo y todo eso, tenga un impacto en nuestras sociedades abiertas”, le dijo a This Week, de ABC News.

En Navidad, Amazon.com les enseñó a los minoristas todavía más tradicionales lo duro que ha golpeado el cibermomento crítico a las ventas al menudeo. La semana pasada, Macy’s dijo que va a recortar 10.000 empleos y a cerrar docenas de tiendas porque, según The Wall Street Journal, “Macy’s no ha podido solucionar el cambio del consumir hacia las compras en línea”.

En un principio, Zuckerberg, fundador de Facebook, insistió con que las notas con noticias falsas que circularon en Facebook, “sin duda que no habían tenido ningún impacto” en las elecciones y decir eso era “una idea bastante loca”. Sin embargo, en unas elecciones muy cerradas no fue para nada loca.

Ahora Facebook -que quiere a todos los lectores y anunciantes de los medios de la corriente dominante, pero sin tener que cargar con humanos que editen y revisen los hechos- está tomando más en serio sus responsabilidades como proveedor de noticias en el ciberespacio.

Alan S. Cohen, director comercial de la firma de ciberseguridad Illumio (yo soy un pequeño accionista), notó, en una entrevista en siliconAngle.com, que la razón por la cual este momento crítico se hizo crítico ahora es porque son muchas las compañías, los gobiernos, las universidades, los partidos políticos y los individuos que han concentrado una masa crítica de información en centros de datos empresariales y entornos de la informática de nubes.

Hace 10 años, dijo Cohen, los malos no tenían las capacidades para llegar a toda esta información y extraerla, pero “ahora la tienen”, y, a medida que más herramientas creativas, como los macrodatos y la inteligencia artificial, se “convierten en armas”, esto se hará un problema todavía más grande. Es un enorme problema legal, moral y estratégico; distenderlo requerirá “de un nuevo compacto social”, agregó.

El trabajo en ese compacto tiene que comenzar con que en cada escuela se enseñe a los niños civismo digital, enseñarles que internet es una cloaca abierta de información sin tratamiento y sin filtrar, en donde necesitan tener escepticismo y pensamiento crítico en todo lo que lean y una decencia cívica básica en todo lo que escriban.

En un estudio de la Stanford Graduate School of Education, publicado en noviembre, se encontró “una terrible incapacidad de los estudiantes para razonar sobre la información que ven en internet. Por ejemplo, a los estudiantes se les dificultó distinguir los anuncios de los artículos de información o identificar de dónde provenía la información. En una evaluación se pedía a los alumnos de secundaria que explicaran por qué podrían no confiar en un artículo sobre planeación financiera que escribió un ejecutivo bancario y patrocinaba un banco.

Los investigadores encontraron que muchos alumnos no mencionaron la autoría ni el patrocinio del artículo como razones clave para no creer en el artículo”.

El profesor Sam Wineburg, principal autor del informe, dijo: “Muchas personas suponen que, dado que los jóvenes dominan los medios sociales son igualmente perceptivos sobre lo que encuentran en ellos. Nuestro trabajo muestra que lo contrario es verdadero”.

En una época en la que cada vez más vidas se han mudado a este reino digital, eso es categóricamente aterrador.

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