Cambios significativos (Primera parte)

Hace apenas unos días, caminaba por el centro de nuestra querida ciudad cuando, inesperadamente, me encontré al ilustre catedrático, doctor Pedro Barcia; él había venido a Mendoza, traído por una universidad privada, para compartir generosamente, en una conferencia, su saber no solamente lingüístico y literario, sino su peculiar visión del contexto en que estamos insertos. Para mí, humilde exdocente universitaria, constituía un honor poder dialogar con quien ha liderado la Academia Argentina de Letras y la Academia Nacional de Educación.

Café de por medio, hablamos de los problemas que enfrenta hoy la enseñanza en sus distintos niveles; entonces, coincidimos, una vez más, en la necesidad de insistir en la formación de los docentes en nuestra lengua, como base para encarar de modo adecuado la comprensión lectora, que nuestros jóvenes no tienen, entre otras cosas, por carencia de rigor en su formación, por desconocimiento léxico, por apatía frente a lo que demande concentración y esfuerzo, por falta de exigencia, por negligencia sistemática ante lo que implique búsqueda, investigación, dedicación…

Hablamos, además, de la importancia de la figura del corrector lingüístico, tanto en las publicaciones de toda índole como en las instituciones que se comunican en forma escrita.

Una rápida lectura de los tuits y de los memes que podemos encontrar a diario en cuanta publicación se hace por internet nos lleva a advertir el descuido con que se habla y escribe; no me estoy refiriendo únicamente al abuso de expresiones soeces y malsonantes que revelan la vulgaridad entre los interactuantes ni tampoco a las faltas ortográficas, que constituyen el común denominador de estos mensajes, sino –lo que es mucho más grave– a las fallas lógicas en la construcción de cada comunicado y al desconocimiento del vocabulario con que se expresan. Así, leo a diario la confusión generalizada entre ‘haber’ y ‘a ver’ o entre ‘haya’ y ‘halla’; la contradicción en el uso entre ‘negación’ y ‘abnegación’; el desconocimiento de una diferencia entre ‘posible’ y ‘pasible’ o entre ‘gajos’ y ‘gajes’, por mencionar los que, en un rápido examen, han saltado a la vista.

Ante una crítica, algunos pocos se asombran y, con actitud humilde, se avienen a incorporar un conocimiento nuevo; otros, la gran mayoría, no aceptan esta crítica y tratan de oponer argumentos para desautorizarla; finalmente, completan esta mayoría los que, con desprecio e ironía, ignoran el comentario autorizado porque consideran que lo verdaderamente relevante es la espontaneidad y la destrucción de todo lo que pueda aparecer como producto del orden y de la sistematicidad.

Si se trata de las llamadas “malas palabras”, que en sí no son ni buenas ni malas, se justifican diciendo que es el único modo de comunicación entre quienes quieren mantenerse jóvenes o ser entendidos por ellos y caen en la lamentable reducción del léxico a unas pocas expresiones descalificadoras y denigrantes; si se trata de la ortografía, la consideran “cosa de viejos”, obsoleta, perimida, aburrida, fuera de época, sin pensar que la correcta escritura es un bien social, igual para todos los usuarios y factor de unidad frente a la diversidad regional de pronunciaciones y de léxico.

Aclaremos algunos de esos errores: ‘haber’ es un verbo con vieja historia en nuestra lengua. Proviene del latín ‘habere’, lengua en la que significaba “tener, poseer”. Hoy, el español conserva este término como sustantivo y como verbo. ¿Cómo es que el verbo ‘haber’ puede ser también un sustantivo? Vaya si puede serlo: si ‘sustantivo’ es lo que designa la sustancia, ¿tenemos mejor sustancia que el haber mensual con que nos mantenemos?: ‘haber’ es, como sustantivo, sinónimo de “sueldo, remuneración’: “Verdaderamente, cuando se habla de ‘haber mínimo’, no hay que caer en la exageración de reducirlo a casi nada”. N

o olvidemos que, al empezar a estudiar una materia contable, una noción básica es la contraposición entre el ‘debe’ y el ‘haber’. También, se puede usar el término en plural: “Ya están depositados en sus cuentas los haberes de abril”. Este sustantivo ‘haber’ conserva el núcleo de significado de aquel viejo ‘habere’: es lo que se tiene, lo que se posee. Por eso, también ‘haber’ puede aludir a las cualidades positivas o méritos que alguien o algo posee: “Marcela tiene en su haber una paciencia infinita”.

Cuando ‘haber’ es un verbo, puede ser un auxiliar seguido de un participio y forma el infinitivo compuesto: “Haber estudiado es sinónimo de voluntad”. También, puede ser un verbo con significado pleno si equivale a “existir”: “Va a haber una crítica generalizada” (= va a existir una crítica generalizada). Además, se da la expresión ‘lo habido y por haber’ para indicar toda clase de cosas imaginables: “Ella cuenta, en relación con los otros, lo habido y por haber”.

En cambio, ‘a ver’ (la preposición ‘a’ y el verbo ‘ver’) puede usarse para indicar expectación ante algo: “A ver cuál es el resultado”; también puede indicar una actitud interrogativa: “A ver qué te has comprado”. Sirve, en otros contextos, para llamar la atención: “A ver, aclaremos la situación”. Muchas veces se acompaña con la conjunción ‘si’: “A ver si cambia la actitud”. En ocasiones, es sinónimo de “para observar, para comprobar”: “Vino a ver cuánta gente había concurrido”.

(Continúa el sábado próximo)

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