Mochilas: el placer de improvisar

Para los que se alejan de los circuitos tradicionales, aman los días de aventuras y diseñan su camino: Tayrona en Colombia; Ruta de Volcanes en Guatemala; Machu Picchu y propuestas verdes en Jamaica.

Mochilas: el placer de improvisar
Mochilas: el placer de improvisar

PARQUE NACIONAL TAYRONA Y MÁS

“Santa Marta tiene tren, Santa Marta tiene tren pero no tiene tranvía” oyen en una vieja canción los que arriban desde lejanos parajes buscando esencialmente el Parque Nacional Tayrona y sus sendas escarpadas, húmedas y atrevidas en medio de la selva, para llegar a las más hermosas playas del Caribe colombiano.

Sin embargo debe informarse bien sobre cómo encarar su periplo pues en esta localidad las montañas de la Sierra Nevada, la selva, el desierto y las arenas blancas se conjugan; entonces no hay tiempo que perder.

Hay que elegir un camino para ingresar a un pedacito de las 15 mil hectáreas del Tayrona con su geografía irregular, sus más de 700 especies de plantas, más del 60% de las aves del país y su aire en falta, que hace que los ojos se sientan desorbitados y las mochilas sean livianas, para cargar nada más que agua y una toalla, algún repelente de insectos y protector solar. Febo arrasa con las fuerzas como la espesura de la huella.

Desde el ingreso al parque hay que caminar 14 Kilómetros -ida y vuelta- para hallar el paraíso prometido. Entre tanto unos niños de la comunidad tayrona le ofrecerán cocos. Bébalos. Sacian la sed, aparecerán reptiles y se oirán monos aulladores; observará variedades de flora insospechadas para las latitudes mendocinas, y otra vez la materialidad del aire resultará asfixiante, pero cuando justo en un claro selvático se cuela un celeste maravilloso, líquido y seductor, se arribó a Cabo San Juan de Guía y allí los pesares desaparecen. El chapuzón es preciso.

Algunas hamacas coloridas cuelgan a la sombra. Hay carpas porque algunos deciden apropiarse de esa Arcadia; también hay ecohabs para los que cuentan con más dinero. Hacer playa en la Piscina, obligación del que llega. Neguanje y Playa Cristal son dos de las arenas más bellas según todas las guías y tienen accesos independientes, sin tanto esfuerzo.

La primera, a 45 minutos de Santa Marta, cuenta con aguas cristalinas ideales para el buceo en una amplia extensión; a la segunda se accede en barco en menos de 10 minutos desde la anterior y es el Edén del área, con arenas blanquísimas y un arrecife coralino que alberga a cientos de especies, ideal para hurgar con snorkel bajo el agua. A investigar viajeros cuál les sienta mejor. Para los que buscan más aventura: trepar por la Sierra Nevada durante cinco días de marcha para llegar a la Ciudad perdida de los indios tayrona, una oportunidad única para acceder a un centro arqueológico indescriptible.

Un paseo por la cultura tayrona

A menos de 60 km de Santa Marta, por la ruta Troncal del Caribe, se accede al Parque Taironaka, situado a orillas del río San Diego por lo que una barca deberá llevarlo hacia el sitio de interpretación en el que se encuentra parte de la ciudad habitada por los nativos, destacados orfebres, artesanos y navegantes. Allí las ruinas de sus casas circulares, las castas, y el cultivo en terrazas, habla de los que domaron las Sierras Nevadas. Se puede pasar el día en el sitio, comiendo pescado fresco y patacones, disfrutando jugos naturales y caminando por los senderos con guía.

La ciudad del tranvía

Santa Marta fue fundada en 1525, es la más antigua del país y jugó un papel clave en la conquista española. En la desembocadura del río Manzanares y custodiada por montañas, la bahía de aguas claras parecía un remanso para proteger los tesoros de la corona, y hoy lo es para los viajeros intrépidos.

Su casco histórico difiere del de Cartagena o Bogotá, más pequeño y acodado; presenta -cómo no- la plaza principal, Casa de la Aduana, la catedral y la filial local del Museo del Oro con las obras de los aborígenes tayronas, mientras el paseo público por el malecón invita a detenerse ante el faro de El Morro y seguir hasta la playa El Rodadero donde cientos de familias cada fin de semana se arrojan al sol.

La quinta de San Pedro Alejandrino, fue el sitio donde murió el libertador Simón Bolívar en 1830 y muy bien conservado. Invita a dar un vistazo por la historia de esa Patria. Pero un paso ineludible en el viaje a esta zona es la playa y el poblado de Taganga, al norte de la ciudad, encerrada entre montañas.

La bahía hace alarde de su fiesta orillera, de los gringos que alguna vez llegaron y hechizados no supieron escapar del encanto de chiringos a la orilla de la calle, pescados frescos a cada hora y buenos tragos. La apacible herradura permite días de buceo entre otros deportes náuticos y, antes que se oculte el sol, las arenas son pistas de baile, sitios de reunión y largas tertulias. El final lo elige cada quién.

Más datos: LAN llega al Aeropuerto Simón Bolívar de Santa Marta, desde Bogotá. (Desde Buenos Aires desde $ 5.984. Vía terrestre está a 209 km de Cartagena, $ 300. Hospedaje en Tayrona desde U$S 20 a U$S 100.

GUATEMALA, TIERRA DE VOLCANES

Guatemala es reconocida por ser uno de los territorios con mayor biodiversidad a nivel mundial. Por ejemplo, diremos que allí viven el 17% de todas las especies terrestres conocidas, y que atesora más de un tercio de todas las especies amenazadas que habitan en Mesoamérica. El destino es entonces un lujo para los que buscan contactarse con natura. Es el Altiplano con sus bosques de pinos y activos volcanes un sitio indicado para aquellos que quieren salir de las guías de viajes tradicionales.

Entre senderismo, escalada y ecoturismo, el pasado maya y los dejos de la conquista, fusión que se palpita en la gastronomía, en la idiosincrasia, en los modos de hablar y ser. Vale decir que Guatemala cuenta con 37 volcanes, algunos activos, y todos ellos singulares para la práctica del montañismo, que conlleva adrenalina, por supuesto. Quizá una buena base para la aventura sea la bella ciudad de La Antigua. Desde allí hacia San Vicente Pacaya, hay pocos kilómetros y una verdadera maravilla, el volcán homónimo que mantiene actividad casi durante todo el año.

Por ser de fácil acceso es apto para gran cantidad de viajeros. La escalada no reviste mayores dificultades y se llega a 100 metros de su cráter.

En la Comunidad La Soledad, comienza el ascenso al Volcán Acatenango, el tercero de mayor altura del país, con 3.976 m.s.n.m. En el camino hay plantaciones de maíz y bosques de pino propios de la región. Para subir hace falta contemplar una noche en mitad del cono. En el área de acampe, que ofrece una panorámica sobre todo el Altiplano guatemalteco, y si está activo el volcán de Fuego, el espectáculo es alucinante.

Los viajeros conviven y se pasan datos para los próximos días. No hay quien contenga la ansiedad a la mañana siguiente, pues la idea es lograr el pico y tener ni más ni menos que 360° de visual sobre la maravillosa cordillera.
Quetzaltenango, segundo departamento de importancia de Guatemala, donde se habla español, quiché y mam, está rodeado de cerros y obvio, volcanes. Son 6 precisamente -Santa María, Santiaguito, Cerro Quemado, Siete Orejas, Chicabal y Lacandón- que ofrecen múltiples oportunidades de andinismo.

La propuesta es atrapar al Santa María. Para ello hay que prever un traslado hacia las faldas del gigante que en 1922 tuvo una erupción tan feroz que fue considerada una de las más violentas del siglo XX. Alcanza una altura de 3.775 m.s.n.m. y el ascenso lleva alrededor de 4 horas. Podrá observarse una docena de volcanes en derredor entre parajes únicos. Otro atractivo son los baños termales, fuentes naturales, cálidos y azufrados para relajarse después del esfuerzo físico.

En esta ruta de volcanes es imprescindible arribar al lago Atitlán, situado a 144 kms. de la ciudad de Guatemala, cuenta con una superficie de 125 kms2 y está situado a 1.560 metros sobre el nivel del mar. Tres espectaculares volcanes, Tolimán, Atitlán y San Pedro, forman el marco natural del espejo. Para subir al San Pedro (3.020 metros) se deberá caminar unas 5 horas entre ida y vuelta. Luego es menester dar un paseo en lancha a los pueblos que rodean el Atitlán. Muchos eligen acampar a la vera y otros alojarse en los caseríos circundantes, disfrutar de las playas en los poblados ribereños. Y si busca más aventura, vuelo libre y dedicar un día a las poblaciones mayas para inmiscuirse en su cultura.

MACHU PICCHU FUERA DE RUTA
La idea de conocer la ciudad sagrada circula en la cabeza de todos los aventureros del orbe. No por nada en los últimos años figura entre las preferencias de viajes de quienes tildan entre sus exigencias: cultura, adrenalina, paisajes y experiencias memorables. Muchos de ellos toman tours completos desde agencias de viajes. Es la manera más cómoda de hacerlo. Sin embargo, uno de nuestros cronistas se aventuró al lado "B" de la vivencia, y regresó para contarla.

Se calcula que existen por lo menos ocho caminos con final en la ciudad perdida. La ruta fijada para el trayecto alternativo de hoy se marca desde Santa María hacia la ansiada tierra prometida incaica. Aclaración: aquí no hay porteadores, cena, ni servicio de carpa, cama o asistencia alguna; es instinto, saber preguntar, segregar adrenalina y optar por el camino más auténtico, al entender de este viajero selectivo.

Dos días antes, todo se inicia en Cusco. La urbe, médula del imperio, fue tomada por los españoles y reinventada sobre los cimientos incas, aunque pervive el trazado urbano entre numerosos testimonios pétreos de la época del Tahuantinsuyo. Entre hispanas casonas de arcadas, tejados y balcones de promesas, las calles de piedra y los grandes edificios como las iglesias San Pedro y Santa Clara (siglo XVI) y el Arco homónimo, la Plaza de Armas –centro neurálgico- su entorno de dos plantas coquetas y la Iglesia de la Compañía (levantada sobre la antigua residencia del emperador Huayna Capac) y la Catedral (construida arriba de lo que fuera el Palacio del Inca Wiracocha). También se ve la transmutación en el Koricancha- Convento de Santo Domingo. De estilo barroco, del siglo XVII, está arriba de un templo incaico, tal como sucede en Roma, piensa el viajero. Pispear el mercado central servirá para los víveres, pero más para un semblante cultural.

Desde la terminal de buses salen los colectivos hacia Santa María. Hay que ponerse cómodos o al menos intentarlo pues 6 horas se transitan entre verdes explosivos y alturas inimaginadas; la boca se hace agua, comienza a palpitar lo que vendrá. En el poblado, la primera tarea es buscar -si no lo hizo con antelación- un sitio para dormir, y aquí no hay purismo de ninguna índole. El bolsillo le mandará la comodidad que requiera; tampoco hay tantas alternativas.

Entre las terrosas callejuelas, las casas bajas, humildes, y las tonalidades que en las alturas resplandecen haciéndose brillantes, casi saturando los colores como para que no se pierdan los que los llevan puestos, en ese verde que se hace espacio entre la montaña.

La jornada debe empezar rapidito, nada de flojera a estas alturas. Desayuno como para cobrar fuerzas y energía, algo de coca y a caminar. La ruta sube a lo largo de 3 kilómetros, más tarde un cerro la frena. Junto con la selva en pendiente y pendiente, implacable, aunque surgen algunos claros, y el vértigo que intuye, la altura lo dice todo. Alguna pircas, alguna casita de piedra, algunos animales trepando como si tal cosa, pero no hay que distraerse demasiado; la empinada huella sigue, y el final es feliz, es el de las películas, el valle entero, de relieves varios, de cortadas laderas, de verdes,

luces y sombras, de eternidad. Por supuesto eternidad. Por aquí transitaban quienes diseñaron el imperio más notable de la América del Sur. Y sí, el blanco con Pizarro a la cabeza los hizo tambalear, intentó borrarlos de la historia de un plumazo, pero cuando uno pisa esas piedra, habla con su gente y amanece agradeciendo al sol, se comprueba que el esfuerzo de aquellos fue en vano.
Tras un marcado descenso, aparece el Río Urubamba, ése que también es guía, de fuerza arrasadora y sustento para la zona. Parece una linda postal pero hay que atravesarlo.

Los pobladores usan una gran canasta de metal que, validos por sogas, les permite sortear el agua desde arriba. El viajero debe utilizar manos, pies, cabeza, todo sin mirar hacia abajo. Con la caída del sol Santa Teresa ofrece el reposo necesario, allí con sus termas naturales que aplacan el cansancio y dan esperanzas al cuerpo que sabe que aún resta un trecho para alcanzar lo sagrado.

¿Otra vez el río? Sí, y nuevamente a caminar entre ¡otra vez el verde!, aldeas, palmeras, caminantes nativos y hasta cascadas. Después de dos horas aproximadamente la central hidroeléctrica y las vías del tren, en mutuo acuerdo, depararán unas 3 horas de los más fascinantes paisajes hasta arribar a Aguas Calientes. Allí la percepción de soledad y de infinito desaparecen; los idiomas se mezclan y las ofertas de alojamiento son más variadas, como la comida y los relatos de los que por otras vías llegaron hasta aquí; las exclamaciones de admiración en todos los casos.

Es la última posta antes de lo anunciado: Machu Picchu.

Con las estrellas en retiro, los caminantes toman sus mochilas para dar el paso final, una hora más o menos, según las paradas, el clima, la lluvia o las fotos, en franco ascenso. El amanecer no se hace esperar en el más sagrado de los valles y los rayos se cuelan por el tesoro inca, y atraviesan los ojos y corazones de los que observan incrédulos la parte terrenal de la divinidad.

JAMAICA ALL RIGHT

Son muchos los que llegan a Jamaica persiguiendo el espíritu de Bob Marley, moverse con el reggae en los oídos y empaparse del mítico mundo de los rastafaris. Sin embargo la isla no se acota a su aspecto cultural. Sus abundantes recursos naturales son la panacea para los viajeros que optan por un estilo de vida sustentable y en armonía con todo y todos. Jamaica no los desatiende, les ofrece restaurantes con platos a base de ingredientes cosechados localmente para una experiencia “de la granja a la mesa”; excursiones que destacan el respeto por la naturaleza y la comunidad; destinos ecológicos como las ocho playas y marina reconocidas con la Bandera Azul por la Fundación para la Educación Ambiental o las diez propiedades han recibido la certificación Green Globe. Un destino amigable, eso es.

Hay cuevas de estalactitas para descubrir como buscadores de diamantes; hay bosques de piedras calizas; hay alojamientos en cabañas en lo alto de los árboles y se dictan seminarios sobre tecnología verde sostenible en un ambiente de bienestar para cuerpo y alma. Lo que sigue es a lo que invita:

A menos de una hora de la Costa Norte de Jamaica se asienta un paraíso para los amantes de la naturaleza y el sueño de cualquier fotógrafo: se trata de Cockpit Country. El denso bosque de piedra caliza húmeda, surcado por senderos, es el hogar de especies de plantas exóticas, aves y reptiles, muchas de las cuales son exclusivas de la isla.

La visita a las cuevas, una caminata de medio impacto que implica una subida por una pendiente de 45 grados hasta el ingreso a la cavidad. Una vez adentro las cámaras resplandecen con los haces de luz tenues del afuera, reflejan las estalactitas que brillan cuales diamantes. http://www.stea.net/tours

Lisa y Chris Binns abrieron su granja orgánica Sionistas, en las frescas colinas de Santa Ana, en 2009. Ellos clasifican sus comidas como " Vegetarianismo sexy " con una combinación de agricultura Ital y verduras exóticas. Los sibaritas pueden caminar por la granja con Chris y elegir una ensalada para la mesa mientras disfrutan de los pájaros, flores y amplias vistas de la Costa Norte de Jamaica. Más tarde, los huéspedes son invitados a la cocina con Lisa para aprender los secretos de sus sabrosas vinagretas y mermeladas y cocinar con ingredientes frescos y saludables. http://stushinthebush.com

Viajar como mochilero, hacer senderismo en la jungla, espeleología, observación de aves y excursiones donde los visitantes pueden caminar en los Jardines de Cinchona en las Montañas Azules, una zona llena de plantas de cinchona, o quina, conocida por sus efectos medicinales, es parte de la oferta. También es posible realizar cursos de formación sobre naturaleza, ecoturismo y desarrollo sostenible para los que van con más tiempo. http://www.sunventuretours.com

Enclavado en la cima de un acantilado con vistas a la Bahía de Boston en Port Antonio, se hallan las distintivas cabañas de temática safari y casas en los árboles de Great Huts, incluyendo una cabaña elevada a 100 metros sobre el mar Caribe con vistas panorámicas de 360º. Allí ofrecen programas culturales afrocéntricos y judaicos y está comprometida con el servicio comunitario voluntario local. Ofrecen alojamiento de un mes o más a precio mínimo para voluntarios. www.greathuts.com

Ubicado en las Montañas Cabeza de Delfín, en Westmoreland, Camp Cabarita es un retiro ecológico dedicado a atender las necesidades físicas y mentales de sus huéspedes. Dictan seminarios y actividades que involucran tecnología verde y sostenible, la autosuficiencia, la permacultura y las energías renovables. www.campcabarita.com 
Más información: www.visitjamaica.com

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