A 30 años de la visita de Juan Pablo II a Mendoza

El autor de la nota, quien cubrió para Los Andes este hecho histórico, recuerda cómo se vivieron las tres horas que el Sumo Pontífice pasó en la provincia el 7 de abril de 1987.

Dos veces un Papa visitó la Argentina y fue la misma persona: Juan Pablo II, cuyo nombre secular era Karol Jósef Wojtyla. La primera oportunidad fue el 11 de junio de 1982, cuando el Pontífice estuvo en suelo argentino durante el conflicto armado con Gran Bretaña por las islas Malvinas.

Cinco años después se repitió el acontecimiento. El 6 de abril de 1987 Juan Pablo II llegaba en una visita de una semana por segunda vez a la Argentina, tras permanecer siete días en Chile.

El Papa había sido invitado por los episcopados de ambos países en agradecimiento por la mediación del Vaticano en el conflicto por el canal de Beagle, y la firma del Acuerdo de Paz.

Juan Pablo II pisó Mendoza el 7 de abril -hace hoy 30 años- y permaneció unas 3 horas. Venía de Viedma (Río Negro), donde el ex presidente Raúl Alfonsín quería instalar la capital del país.

La provincia tuvo el honor de recibirlo en representación de Cuyo, ya que obispos, gobernadores y representantes de San Luis y San Juan se trasladaron hasta nuestra capital para participar de la ceremonia.

La visita fue de tarde. El Boeing que trasladaba a la comitiva papal llegó alrededor de las 16.45 y de allí se trasladó hasta el Predio de la Virgen, donde se realizó un multitudinario acto.

La asistencia fue estimada en 400 mil personas, a lo que debe añadirse otro caudal muy importante de personas a lo largo del recorrido entre el aeropuerto y el punto de concentración en Guaymallén.

El entonces arzobispo de Mendoza, Cándido Rubiolo, fue quien estuvo a cargo de la recepción como titular de la curia local. Junto con él estuvieron sus pares de San Juan, San Luis y San Rafael, y los miembros de los tres poderes, con el gobernador Santiago Felipe Llaver a la cabeza.

En la pista aérea de El Plumerillo Juan Pablo II -por entonces con mucha energía y buena salud- escuchó a un coro de 250 personas, dirigido por el maestro José Felipe Vallesi, que entonó "Tu eres Pedro" y luego una canción de cuna polaca.

El traslado hasta el Predio de la Virgen se hizo en el Papamóvil y el viaje demoró más de la cuenta por el entusiasmo de la gente al borde del recorrido.

En el espacio reservado para la ceremonia, la muchedumbre tuvo un comportamiento ejemplar y de gran emoción, actitud que rescató el ingeniero Justo Pedro Gascón, hoy de 91 años.

“Recuerdo el maravilloso comportamiento de la gente…  Todos compartiendo el momento con una actitud uniforme de alegría y fraternidad. Nunca vi algo igual en otra concentración masiva; fue una notable vivencia que compartí con mi esposa, ya fallecida, Josefina Figueres”.

El Papa no dio una misa en Mendoza sino que ofreció la Liturgia de la Palabra y luego pronunció una homilía, muy sentida, en un clarísimo castellano, con referencias a la paz y el valor de la familia, además de reiterar su condena a "todo lo que degrada y deshumaniza". En la organización de esta parte específicamente religiosa del encuentro actuó el entonces sacerdote Aldo Godino.

Pañuelos al aire, vivas y aplausos fue la respuesta permanente de la feligresía ante la palabra del jefe de la Iglesia. No hubo incidentes, salvo algunos sofocones por la larga espera.

El carisma de Juan Pablo II

Otro testimonio de la histórica jornada lo brindó Oscar David Cerutti, quien actuó como coordinador del equipo de protocolo de la visita.

Tenía 42 años: “El Santo Padre, carismático como era, quiso responder a la gente que lo vivaba y cuando el Papamóvil recorría lentamente el puente sobre los accesos, se bajó del vehículo y se acercó a la baranda para saludar a los fieles. Aunque Juan Pablo II rompió el protocolo, fue un momento espectacular. La estructura de hormigón vibraba...”, relató.

También contó que de regreso al aeropuerto hubo más gente que en el trayecto de ida. Antes de abordar el avión que lo trasladaría a Córdoba, todos los participantes directos del operativo recibieron un rosario y una medalla de bronce.

Fue el mismo Cerutti quien reveló un detalle poco conocido: en algún momento el Vaticano imaginó la posibilidad de juntar al Pontífice, al cardenal Antonio Samoré (representante papal en la mediación) y a los presidentes de Argentina y Chile en el Cristo Redentor, pero finalmente se desistió por razones de seguridad.

Uno de los cronistas de ese acto, Luis Fermosel, y el autor de esta nota, regresaron a pie a la redacción de Los Andes sin poder evitar las lágrimas por la experiencia vivida.

Las palabras finales del mensaje de Wojtyla fueron: "En este día siento una gran alegría por haber llegado a esta región cuyana, a los pies del Cristo Redentor, y poder contemplar la belleza de vuestros paisajes, las altas cumbres elevadas que elevan el alma en contemplación, los alegres viñedos y olivos, los hermosos almendros y árboles frutales. Y, sobre todo, vuestros ánimos joviales, iluminados por la luz de la fe y de la devoción a María".

La larga espera, las emociones y el llanto que no se pudo contener fueron estados vividos por la docente Esther Sánchez, de Luján, quien participó de la convocatoria con sus hijos pequeños.

“Se vivió un clima muy especial. La ansiedad se calmó un poco cuando vimos pasar al Papa por el Acceso Sur… un momento que quedó en la retina para siempre”.

El publicista Julio César Bac, hoy de 96 años, confesó que tampoco experimentó nada igual en su vida como esa tarde de abril de hace tres décadas, en vísperas de Semana Santa.

En tanto, Adriana Mateo (60) se enorgullece al mencionar que participó de la decoración floral del palco, que proyectó el arquitecto Valentini, como integrante del Aconcagua Garden Club.

“Hasta hicimos con flores la leyenda ‘Totus tuus’ (Todo tuyo), que era visible desde distintos ángulos”, se enorgullece.

Ana Stalloca (85), de Perdriel, señaló que estuvo cerca del proscenio ayudando a la organización con un grupo de personas de Luján.

“Tuvimos entonces la sensación, y lo ratifico ahora, que estábamos ante un santo, como finalmente lo fue tras su proclamación por el Papa Francisco, en 2014”.

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