¡Un legado que no debemos olvidar!

Recuerdo por el 165° aniversario de la muerte del Libertador José Francisco de San Martín.

"Al americano libre corresponde transmitir a sus hijos la gloria de los que contribuyeron a la restauración de sus derechos".
José Francisco de San Martín. Lima. 1821

Los duros años en los ejércitos europeos, bajo la inspiración de los más destacados estrategas y políticos de la época, bajo el influjo de las ideas de libertad e igualdad prodigadas por la Revolución Francesa y difundidas por las sociedades secretas, permitieron a José Francisco de San Martín adquirir competencias de liderazgo, conducción, experiencias de guerra, sociedad y política que harán del pequeño niño de las misiones guaraníes un conductor de hombres y naciones prudente, visionario, austero, valiente y comprometido, con la nueva causa de la humanidad: La declaración de los Derechos del Hombre Nuevo.

Las nuevas ideas calaron hondo en José; y como muchos otros americanos, impulsados por las palabras y el accionar en pos de la libertad de América del precursor Francisco de Miranda, San Martín se sumó en Cádiz y en Londres a la idea de emancipación de las colonias sudamericanas propiciada por las logias y/o sociedades políticas como: la Sociedad de los Caballeros Racionales y la Gran Reunión Americana, entre las más destacadas surgidas a la luz de la prédica y accionar del gran patriota venezolano.

Las vivencias y experiencias adquiridas en la guerra de independencia española contra Napoleón Bonaparte, la decadencia de la clase dirigente peninsular más la anarquía y descomposición social de las clases dirigentes, en contraposición a la gran atracción que generaba el sistema político inglés de la moderada y atemperada monarquía constitucional, forjaron en los americanos residentes en Europa la idea de que un “Nuevo Mundo” era posible y hacia allí partirían.

Como miembro de aquella élite de hombres ilustrados y librepensadores, San Martín llegó a América sin más que ofrecer que su experiencia y sus servicios a la causa de América que ya había comenzado y que tenía en Manuel Belgrano su máximo exponente.  El mismo San Martín, años después, comentaba su presentación en Buenos Aires: “Fui recibido por la junta gubernativa de aquella época, por uno de los vocales con favor y por los dos restantes con una desconfianza muy marcada”.

El gran interrogante que daba vueltas en las mentes de los hombres destacados de Buenos Aires era: ¿Qué motivó al coronel español a abandonar los ejércitos europeos y la tierra de sus padres para aventurarse a la América Revolucionaria? El propio San Martín explicó el paso trascendental de su vida y providencial para el destino del nuevo continente diciendo: “Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos, acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno a nuestro país de nacimiento a fin de prestar nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar.”

Como es conocido, a partir de su rápida inserción en los cuadros dirigentes de la revolución, San Martín mostró sus dotes de conductor y líder, logrando en febrero de 1813 la primera acción, el Regimiento de Granaderos a Caballo, aquel que siguiendo los pasos de su comandante y creador llenarán de orgullo y de honor las páginas de la historia argentina destacándose en infinidad de acciones hasta el combate final por la independencia de América librado en Ayacucho en 1824 por los ejércitos bolivarianos a las órdenes de Sucre; habiendo paseado su gloria y su estandarte por los actuales territorios de Argentina, Chile, Perú, Bolivia y Ecuador.

El vaticinio que Manuel Belgrano había realizado en una carta escrita al mismo San Martín en diciembre de 1813 desde Jujuy poco antes de que se encontraran personalmente se había cumplido: “Crea usted que he tenido una verdadera satisfacción con la suya del 6 de este mes, que ayer recibí, y que mi corazón toma un nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca, porque estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la patria...”.

Y así fue. San Martín sumó a la revolución su profesionalismo en el campo de batalla  el que complementó con la constante preocupación por evitar el mayor derramamiento de sangre posible; su esmero por dotar de símbolos patrios a las naciones independizadas y garantizar la fidelidad de sus soldados a los mismos (banderas, escudos e himnos); y fundamentalmente su preocupación por promover la ilustración a través de las letras, las artes y las ciencias como principal sostén de la libertad (aún más que las armas), a los efectos de vencer la ignorancia como columna principal del despotismo.

Pero si su acción en esta tierra fue admirable, su vida en el exilio es digna también de relatar: lejos de retirarse; su defensa de la Argentina ante el bloqueo anglo-francés (aún hasta pocos meses antes de su muerte); sus desvelos para garantizar la mejor educación para Mercedes, su hija, plasmados en las Máximas; su legado a las generaciones de su tiempo y futuras a través de sus escritos, conversaciones y cartas constituyen un verdadero decálogo de honor y virtudes cívicas: verdadero testamento cívico y político de uno de de los más destacados padres fundadores de nuestra América.

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