Tercera ola: entre el resurgir de los temores, el hartazgo y la adaptación

Tras 21 meses de pandemia en el país, el rebrote llegó con cambios, incluso en la actitud de las personas. Hay más miedo por posibles restricciones que por la enfermedad y relajo por el cansancio.

La variante Ómicron no tiene el mismo impacto que las anteriores y genera un escenario epidemiológico distinto. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
La variante Ómicron no tiene el mismo impacto que las anteriores y genera un escenario epidemiológico distinto. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

La tercera ola en el país, así como cualquier número ordinal que le toque en otras latitudes, llegó para instalarse con ciertos cambios. Claramente, no es igual a las anteriores y esto por diversas causas.

Además de las cuestiones epidemiológicas, que sea la tercera también hace que las personas la afronten de manera diferente. Aunque en este sentido no puede hablarse de una generalidad, lo cierto es que hay quienes con el rebrote vieron resurgir ciertos temores creados y arrastrados tras 21 meses de pandemia. Otros, de algún modo se han adaptado y la enfrentan con más recursos tras haber incorporado las nuevas condiciones. Pero, hay que decirlo, lo cierto es que el agobio y el cansancio por la situación puede ser el factor común mientras que sobrevuela los imaginarios la inquietud ante la posibilidad de implementación de nuevas restricciones.

En definitiva, en cuanto a la salud mental, de algún modo puede asegurarse que esta nueva ola también es diferente en este sentido y, en general, no parece estar afrontándose del mismo modo.

Menos amenaza percibida

Hay una sumatoria del arrastre de lo ya vivido junto con lo que genera la nueva situación. En este sentido es insoslayable señalar lo tantas veces mencionado por la Organización Mundial de la Salud: las pandemias dejan estrés postraumático y otra pandemia paralela de salud mental.

Tras 21 meses de pandemia, el estupor, el desconcierto y el mundo cotidiano puesto patas arriba han dado lugar a cierta adaptación y hartazgo. Aunque no se han perdido los miedos, ya no son los de antaño y de algún modo una buena proporción de personas se acomodó a esta tan mentada “nueva normalidad” incorporando nuevos hábitos.

Ese estar en permanente alerta dio lugar a cuidados preventivos que se han incorporado a una forma de llevar adelante las actividades cotidianas.

El doctor José Bonet es psiquiatra y trabaja desde la perspectiva de la psicoinmunoneuroendocrinología (PINE). Es director de la maestría de PINE de la universidad Favaloro y presidente de la Sociedad Argentina de PINE. Dijo que la tercera ola es reciente y por ello lo que puede haber es una primera percepción. En principio, en una buena proporción de las personas, ha bajado el nivel de amenaza percibida.

Bonet explicó que en primera instancia lo que están viendo son personas que aún están lidiando con las consecuencias de las olas anteriores. Lo enmarca en el conocido como “long Covid” y, tal como ya se ha señalado, se asocia al estrés postraumático.

Al servicio de estrés de la fundación Favaloro de Buenos Aires, donde se desempeña, asisten personas con complicaciones de las olas anteriores, que sufren cansancio generalizado, dolores, fatiga y niebla mental.

“Permanece un cierto temor y respeto por la enfermedad, no es el mismo nivel de amenaza percibida que lo que se percibía el año pasado cuando aún no estaban las vacunas y cuando la enfermedad era más grave y más dañina. La gente se enfermaba de maner más grave, duradera e impactante”, señaló Bonet.

“El nivel de amenaza es menor, aunque en porciones grandes de la población permanece una cierta cautela pero al mismo tiempo hay grupos también grandes de la población que siguen esa idea de que es una gripe más, y ‘si me contagio, me contagio’”, observó el especialista.

Inquietud por las restricciones

Por tratarse de individuos y, según las experiencias, habrá diversas vivencias. La licenciada en Psicología, Paola Cohen, del servicio de Salud Mental del hospital Lagomaggiore, señaló que al comienzo de la pandemia había mucha incertidumbre y que ha disminuido o se ha cambiado por una de otro tipo.

De todas formas, hay personas que siguen viviendo la situación con niveles altos de ansiedad. En algunos casos incluso con síndromes ansioso-depresivos por el reacomodamiento o todavía no lograr acomodarse a las rutinas habituales.

“Hay personas que tienen más temor a las restricciones y medidas que a la enfermedad”, mencionó la licenciada Cohen en referencia a si van a poder trabajar, si les va a afectar en lo económico, cómo planificar su trabajo o sus vacaciones o quizás la imposibilidad de estar cerca de algún ser querido.

Por otra parte, la psicóloga aclaró que es distinto según las edades: “Para los adultos mayores sigue siendo mucho más la incertidumbre y el miedo por lo que conlleva el Covid en esas edades”. Además, señaló que los más jóvenes lo viven de otra manera.

Las experiencias de la pandemia también marcan las emociones actuales. “Quienes lo han vivido más traumaticamente reviven el temor a tener una enfermedad o para quienes tuvieron familiares fallecidos es actualizar el miedo a qué puede pasarles”, apuntó Cohen.

Pero también reconoció que hay gente que ha relajado los cuidados por el tiempo transcurrido y el verano.

Un capítulo particular destinó al personal de la salud, que advirtió que sigue muy agotado. La especialista dijo que no se han recuperado porque no les ha dado el tiempo. Eso les genera ansiedad, depresión, cambios en los estados anímicos y síndrome de burnout, entre otras situaciones.

La normalidad

En referencia a qué factores pueden haber influido en una mejor forma de pararse frente a la tercera ola, Bonet señaló que, como todas las cuestiones complejas, hay una multiplicidad de variables que influyen.

Mencionó en primer lugar las vacunas, el gran tema si a Covid se refiere desde hace un año. Para el médico, éstas han dado cierta seguridad o tranquilidad a las personas, ante la promesa de evitar cuadros graves y muertes en la mayoría de los contagios.

Otro elemento son las medidas preventivas básicas ya incorporadas, como el uso del barbijo y la distancia. “Hay una habituación, al menos en un grupo de la población, y tercero, (influyen) estas noticias que aparecen del resto del mundo que indican que esta ola de Delta y Ómicron sería menos agresiva. No habría que desestimar el cansancio de muchos meses de estrés y temor, vivir asustados, eso favorece la pérdida del respeto a la enfermedad”, explicó Bonet.

La “nueva ola”

Esta nueva ola presenta diversas situaciones que la determinan como muy diferente a las anteriores. La principal responsable es la variante ómicron, que no tiene el mismo impacto que las anteriores y genera un escenario epidemiológico distinto. Ha implicado suba de casos más abruptos y descensos en los contagios igualmente drásticos, como se ha observado en otros países. Esta ola también se ha presentado con cuadros más leves, lo que ha implicado menos internaciones y muertes. La demanda sobre el sistema de salud se trasladó de las áreas críticas a la atención primaria. Ya señalan los especialistas que ha implicado un cambio de paradigma y requiere otros abordajes.

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