Salinas del Diamante, el imponente desierto blanco que abastece a Cuyo

Con un paisaje único, el yacimiento a cielo abierto se ubica sobre la ruta 144 en San Rafael. Su historia, tan rica como milenaria, es resguardada por un museo.

Para llegar al exótico destino hay que tomar la ruta 144, que une San Rafael con Malargüe, y llegar hasta el kilómetro 724.
Para llegar al exótico destino hay que tomar la ruta 144, que une San Rafael con Malargüe, y llegar hasta el kilómetro 724.

A lo lejos, la inmensa blancura sólo se corta con el azul del cielo, en 200 hectáreas de sal. El vasto terreno es testigo mudo del paso de millones de años, de otras culturas, y de otros procesos de extracción de la imprescindible sustancia cristalina. Y cada año las Salinas del Diamante reciben a miles de visitantes, que se pierden en su blanco manto en San Rafael.

Para llegar al exótico destino hay que tomar la ruta 144, que une San Rafael con Malargüe, y llegar hasta el kilómetro 724, a unos 70 kilómetros de la capital sanrafaelina. Allí se encuentra la mina de sal a cielo abierto en el distrito El Nihuil.

Desde el camino se divisa lo que parece una laguna enorme en la que el sol refleja sus enceguecedores rayos. Allí se permite el ingreso de los visitantes desde hace nueve años; puntualmente desde enero de 2015.

“La estadía incluye una visita guiada, tanto en el museo como en el salar, con un vehículo de la empresa que te deja ahí y te van a buscar para que puedas sacar fotos y disfrutar del lugar. Podés llegar por tus propios medios o por las empresas de turismo de San Rafael que organizan excursiones a Las Leñas, Los Molles y El Sosneado”, cuenta a Los Andes Gonzalo Alias, gerente y encargado del lugar.

Foto: archivo Los Andes
Foto: archivo Los Andes

Se debe abonar una entrada de 2.000 pesos por persona mayor de edad y de 1.000 pesos por menor para dejarse sorprender por el paisaje. Los lentes de sol se volverán aliados fundamentales para sobrellevar el resplandor cuando los pies se entierren levemente en el condimentado suelo, creando huellas más oscuras.

En el lugar se siente el paso de miles de años y de la historia, ya que fueron suelos que pertenecieron a los pueblos originarios. Allí se erige actualmente el Museo de la sal, en rigor, un punto de información que detalla la actividad del lugar, su historia y cómo impulsó la economía de la zona.

Incluye el muestrario de las sales condimentadas que allí se elaboran y aún hoy se venden a otras provincias. El museo también cuenta con un local de venta de artículos hechos a base de sal y saborizados con hierbas de la zona, productos regionales y hasta sales para baños termales.

A su lado, una pintoresca capilla impresiona ya que sus paredes están cubiertas por verdes enredaderas que trepan hasta el techo en algunas épocas del año. Se trata de un templo que fue refaccionado para venerar a la Virgen de Schoenstatt, protectora del valle. Sus pisos también están cubiertos de sal.

“Caminé sola con mi perrita Eureka por todo el salar. Lamenté haberme olvidado los anteojos porque era pasado el mediodía y el sol se reflejaba como en un espejo en cada lugar donde yo pisaba”, comentó sobre su visita a la salina, Agostina, creadora del blog de viajes Leerdelviaje.com.

“En el interior del museo hay muestras de granos de sal de los cuatro salares más importantes de América: Uyuni (Bolivia), Salinas Grandes (Argentina), Atacama (Chile), y Maras (Perú). También hay mapas explicativos, fotos de cómo se realizan las extracciones y un puesto de venta de sales comestibles y sales para baños. Vale la pena ir a que te cuenten en persona cómo es el proceso de la extracción y cómo se mantiene el lugar”, agregó en su posteo la inquieta viajera, bloguera, abogada y community manager.

Sal de aquí

Tras la llamada Campaña del Desierto, dirigida por Julio Argentino Roca, las tierras cercanas a donde hoy se disfrutan las Salinas del Diamante se repartieron entre algunos pobladores originarios y los habitantes de los fortines que se habían levantado. “Las tropas que habían quedado fueron formando asentamientos poblacionales y colonizando. Por eso es que del fuerte 25 de Mayo partieron negociadores, que consiguieron la paz con el indio y firmaron con el general Rufino Ortega el reparto de las tierras, asignando a los indios las suyas y delimitando el resto para la colonización”, se lee en el sitio web oficial de la familia encargada de explotar las salinas.

El cura Manuel Marco fue designado capellán del fuerte y comenzó el contacto con los caciques de las tribus de la zona. Así terminó entablando amistad con Juan Goico, cacique que tenía en su territorio las salinas denominadas “Del Diamante” debido a la zona de su ubicación. Los pehuenches utilizaban el mineral como mercadería de trueque y lo llevaban a Buenos Aires y a Chile.

Según cuentan los encargados de explotar el lugar hace más de 100 años, luego el cacique Goico le vendió las salinas a Marco. La escritura se firmó en la Ciudad de Mendoza en 1886 y se certificó la posesión y el uso del yacimiento.

Los sucesores del sacerdote comenzaron una explotación más organizada del recurso. Y fue don Luis Remaggi, casado con Rosita Maturana, quien realizó la explotación comercial del lugar. Este pionero de la minería buscó mejorar los caminos existentes y así logró, con el paso de los años, la creación de la ruta nacional 144. Además, impulsó la construcción del ramal ferroviario que iba desde la estación Pedro Vargas hasta Malargüe. A un costado, aún persiste la estación, aunque abandonada desde la década del ‘90.

Finalmente, Remaggi se asoció con Arturo Santoni y, una vez terminado el contrato, se formó la empresa Salinas del Diamante, cuyos principales socios eran Luis Remaggi Maturana y su hermano, Horacio Remaggi Maturana.

“El primero de ellos vuelca toda su actividad durante casi 40 años, siendo ésta la época de mayor esplendor de las salinas, en que se construyeron la fábrica y viviendas para el personal y se adquirieron las maquinarias apropiadas para cosechar y emparvar la sal”, cuenta con orgullo la familia Remaggi Maturana en la web oficial del lugar.

Cómo es el proceso de extracción

“Son salinas de depósitos marinos y se las considera una fuente inagotable. Es un recurso que se regenera a través de la lluvia. La cosecha de sal generalmente se realiza de noviembre a marzo, que es cuando hay mayor temperatura y favorece la evaporación más rápida del agua de lluvia. Esa sal actualmente se vende a todo Cuyo”, detalla el encargado del exótico paraje a este diario.

Como bien explica Alias, cuando se formó la Cordillera de los Andes quedó parte del mar entre los cerros, pero el agua se fue absorbiendo a lo largo de millones de años. En la actualidad se genera el proceso inverso: el líquido emerge a la superficie y se evapora. Esto hace que la sal que contiene se vaya secando en contacto con el aire y el sol.

Foto: archivo Los Andes
Foto: archivo Los Andes

Para la llamada cosecha de la sal, una motoniveladora raspa el suelo unos 10 centímetros. Así forma un borde que luego es levantado con una máquina parecida a una cosechadora de granos. Luego, una cinta transporta el producto casi transparente hacia un camión.

Una vez extraído, el preciado mineral es sometido a un proceso industrial que lo deja apto para el consumo. Las toneladas obtenidas se distribuirán en bolsas de 50 kilos y se comercializarán en toda la región.

Visitas

Para coordinar las visitas a las Salinas del Diamante se puede comunicar al correo sal.diamante@hotmail.com o a través de los teléfonos: 0260-4430695 y 0260-4402713.

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