Marian Cruz: “El sexo y la muerte van de la mano, son caras de la misma moneda”

Antes de ser psicóloga y sexóloga, esta mendocina que reparte sus días entre Bariloche y Mendoza se dedicaba a la kinesiología y los cuidados paliativos. Cuenta que lo que más le gusta de su profesión es el servicio y meterse en zonas controvertidas.

Marian Cruz, sexóloga. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Marian Cruz, sexóloga. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Al observar su vida y su recorrido profesional, repite convencida que haría exactamente lo que ha hecho hasta ahora. “No cambiaría nada de lo que he vivido”, asevera Marian Cruz. En sus épocas de juventud se recibió de kinesióloga, luego se dedicó a los cuidados paliativos, más grande se recibió de psicóloga y optó por la sexología para hacer lo que más le gusta: “el servicio al otro”, apunta.

“Me gustan los desafíos y meterme en zonas controvertidas”, admite y argumenta que las dos actividades están rodeadas de tabúes. La diferencia -señala- es que en paliativos se está ante algo normal, “es decir, todos vamos a morir”; en tanto, “en sexología se ven dolores que no todos tendrían que estar sufriendo”.

Con total naturalidad como si nos conociéramos de toda la vida, la charla -de casi una hora en su departamento iluminado por el sol de la siesta mendocina- rompe cualquier barrera y hace un “recorrido superficial” pero abarcativo de algunos de los temas que llegan a su consultorio.

Dice que hablar sobre lo que nos pasa es fundamental. Insiste en que la sexualidad es un condimento más de la comunicación humana y que “el sexo y la muerte van de la mano, son caras de la misma moneda”. “El sexo -se explaya- te conecta con la vida; de hecho, da vida si uno quiere”, aclara.

Entre mitos y tabúes

La valoración del sexo como algo impropio o sucio que hay que reprimir, o ligado sólo a la procreación, con tintes de obligatorio dentro del matrimonio -durante tantos años en el Código Civil como “débito conyugal”- ha contribuido a mitos, tabúes y traumas que las generaciones más jóvenes están dejando de lado, pero que aún persisten culturalmente.

La sexualidad es para el disfrute, para el placer y para segregar un montón de neurotransmisores que te hacen sentir vivo. Cada orgasmo despierta un montón de circuitos neuronales que te activa hasta el sistema inmune. El sexo es, para mí, tan importante como la ingesta de agua, de comida”, grafica.

Marian agrega que “es una comunicación fantástica con el otro” y engancha con uno de los tabúes más grandes: “la sexualidad que uno desconoce que es la sexualidad de uno con uno mismo”.

Marian Cruz, sexóloga. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Marian Cruz, sexóloga. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En este sentido, considera que la masturbación es el inicio. “Si alguien no conoce su propio cuerpo, cómo reacciona ante diferentes estímulos es inviable que pueda hacer que el otro te conozca”, apunta a la vez que cuenta que en las franjas etárias más chicas hablan del tema como “algo supernormal”, mientras que los más grandes lo niegan. “Allí es donde los sexólogos trabajamos con lo que se llama psicoeducación para que las personas empiecen a conocer su cuerpo y a ver cómo reacciona su cerebro”, detalla.

El desconocimiento también incrementa esa obsesión por el tamaño que desvela a tantos varones. “Los hombres creen que mientras mayor es el tamaño del pene, mayor es el placer y es el error más grande que hay”, manifiesta Marian. La profesional explica que las terminales nerviosas donde se produce el orgasmo en la mujer es en el clítoris -”fuera de la vagina”, remarca-. “Cuando ingresa el pene, apoya sobre el clítoris. No tiene nada que ver con el tamaño”, insiste.

Preguntas frecuentes

Algunas de las consultas más frecuentes que recibe tienen que ver con eyaculación precoz, eyaculación retardada o disfunción eréctil en el caso de los varones.

Marian especifica que el caso de la disfunción eréctil puede ser a cualquier edad porque normalmente es por estrés, aunque puede estar causada por medicamentos como los antidepresivos que muchas veces bloquean la excitación.

“Para la eyaculación precoz, los sexólogos tenemos un montón de técnicas que las trabajamos codo a codo con los kinesiólogos y que son ejercicios de control”, indica Marian a la vez que admite que también representa un tabú para algunos varones reconocer que cuando se masturban están plenos. “Allí es donde se hace un trabajo sistémico que se hace con la pareja. Hacemos una planificación para que entre los dos tengan un diálogo más fluido, corporal y que funcione”.

Las mujeres, por otro lado, consultan más por menopausia y dispareunia, en tanto los más jóvenes llegan con problemas de identidad u orientación sexual.

“Cuando baja la testosterona y bajan los estrógenos, naturalmente el deseo baja. En sexología siempre tenemos esta ecuación matemática: primero el deseo, después empieza la excitación y cuando la excitación ya es plena, de diez, ahí tenemos orgasmo”, indica Marian para explicar lo que sucede como consecuencia de la menopausia. Para mitigar esta situación, la sexóloga dice que hay actividades psicológicas en pareja que contribuyen, pero además hay chip que viene con carga de testosterona y estrógeno.

De acuerdo con su recomendación, el ginecólogo hace una medición sanguínea para controlar los valores hormonales y si son bajos puede colocar el dispositivo que es como un grano de arroz. “Liberás esas hormonas que no solamente te dan los mismos deseos de cuando tenías 30 años, sino que te da más lubricación, actividades cognitivas, te hace bien a los huesos y como que rejuvenecés sexualmente”, destaca y vuelve a sugerir que lo ideal es abrirse al diálogo y consultar con el ginecólogo la falta de deseo.

La otra pregunta frecuente entre las mujeres que llegan al consultorio de Marian es la dispareunia. Se trata del dolor en las relaciones sexuales “porque los músculos de la vagina involuntariamente se contraen”. Según Marian, “sucede por traumas porque te enseñaron de chica que el sexo es pecado; por miedo a quedarse embarazada; porque has tenido un abuso sexual”. En este último aspecto, cuenta como abuso a la obligación de tener sexo determinado por el débito conyugal.

Infidelidad y deseo

En distintos momentos de la entrevista, Marian insiste con la necesidad de comunicación y respeto como “piso” del vínculo de una pareja.

“Las infidelidades ocurren por un montón de cosas, no solamente por falta de sexo. Como sexóloga no creo en la fidelidad, lo que sí creo es en la lealtad. Pienso que las cosas pueden ser habladas y trabajadas consensuadamente porque las traiciones son muy dolorosas no sólo para la pareja sino también para los hijos”, reflexiona.

En este sentido, recomienda ser honestos y buscar la ayuda de un sexólogo. “Es inviable que vos estés con una persona y en algún momento no te guste otra; somos seres humanos y genéticamente estamos hechos para tener un montón de actividades sensoriales. El punto es ¿qué hago cuando siento atracción por otro?”, describe Marian y responde que ella sugiere hacer el camino más sano. “Para mí el camino más sano es hablarlo; decir: ‘me gusta otra persona, ¿qué está pasando con nosotros?’. Ahí está el trabajo para el cual los sexólogos estamos completamente entrenados”, precisa.

El otro punto para alimentar el deseo en la pareja -sugiere la licenciada en Psicología- es la construcción diaria de la vida sexual. “No solamente cuando llegás a la cama. Es las 24 horas, los 7 días”, subraya. Hacer cosas básicas como enviar mensajes más seductores con estímulos que saquen de la rutina va generando un juego sexual previo y “tiene que estar vivo siempre, porque si no -argumenta- nos empezamos a hermanar con la pareja”.

Marian Cruz sugiere también la actividad física.
Marian Cruz sugiere también la actividad física.

Y, aunque parezca algo bastante dicho, repite que el cuidado personal es fundamental: “Es humanamente entendible que el deseo vaya bajando. Por eso, las máximas consultas que tengo no son de parejas que recién inician, que están en la etapa de las feromonas y endorfinas. El tema es cuando todo eso baja y empieza la convivencia.”

Una mirada al pasado

Como buena alumna de secundaria, toda la familia esperaba que Marian fuera médica. Sin embargo, mientras cursaba en la UBA (Universidad de Buenos Aires) se dio cuenta de que no le gustaba. Intentó decir que se cambiaba de carrera, pero ante el enojo generalizado decidió cursar Kinesiología a escondidas. “Cuando dije ‘me recibí de kinesióloga’, todos me retaron. No fue ninguna fiesta”, se sincera.

Sin embargo, no se dio por vencida. La primera formación fue en Neurología y luego en Respiratorio. “Tuve como sostén a mi marido médico, que me ayudó a crecer y a formarme aunque tenía a los chicos chiquitos”, dice tras contar que a los 22 años se casó con Ricardo Lorenzo, un ginecólogo que por estos días ejerce en Bariloche, por lo que Marian reparte su vida entre Mendoza y la ciudad patagónica.

Hacia el 2007, le diagnosticaron cáncer a su abuela, que la crió como si fuera su mamá. “La familia entró medio en pánico. Y la empecé a atender yo en la casa. Así conocí a Marcela Holgado, que creo que fue de las primeras paliativistas de Mendoza, y me dijo que hiciera la especialidad”, rememora Marian que cursó Psicosociooncología en la Universidad de El Salvador.

“Lo hice con mucho amor durante muchísimos años. Es mi pasión. Tengo cada recuerdo bello de las personas que pasaron de plano. No me olvido de ningún paciente”, señala al considerar que es una especialidad muy demandante con los horarios.

Mientras tanto ya había empezado a estudiar Psicología (en la Universidad de Ciencias Sociales de Buenos Aires) y, aunque no se sintió identificada con la carrera, la terminó. Y como le gustan los desafíos pensó primero en especializarse en Forense, pero finalmente se inclinó por Sexología.

“Me pareció desafiante la sexología porque es la parte de la Psicología que nadie quiere porque tenés que trabajar temas que son de mucho tabú”, advierte esta profesional que ha aprendido a lidiar con esa fantasía que la gente tiene con las sexólogas.

-¿Te veías en este lugar?

-Superé mis expectativas porque en realidad mi familia fue bastante disfuncional. Tuve una mamá muy heroica que me tuvo a los 16 años, en una época muy difícil cuando estaba en 3er año del colegio, Me criaron mis abuelos. Fui demasiado cuidada. Me recibí y no fue de Medicina como ellos querían y para mí fue un golpe porque lo había hecho con todo el amor y no les gustaba mucho.

Me casé con la mejor persona que puede existir como ser humano y como papá de mis hijos -Valentina, de 30 años, y Ricky, de 31-. Superó mis expectativas porque me veo como profesional que le gusta ayudar a la gente y como mamá estoy completa. Lo medular en mi vida es sentarme con mis hijos y ver que son buenas personas, abiertas y desprejuiciadas.

Pedofilia, el área que raya con lo jurídico

“Dentro de la Sexología tenemos un área que raya con lo jurídico”, arranca Marian Cruz para describir la diferencia entre pedofilia y paidofilia. El primero es aquella persona -sobre todo hombre- que disfruta viendo sin penetrar a niños. Los paidófilos en cambio sí cometió abuso.

“Fue el primer módulo de mi formación como sexóloga”, recuerda sin encontrar respuestas a por qué la pornografía infantil es un mercado tan grande y no sale a la luz.

“Los pedófilos tienen la característica de hacerse pasar por chicos jovencitos, son habilísimos. Es un perfil psicótico tremendo. No los ves venir nunca. Los paidófilos son más fáciles de identificar por el abuso en sí”, explica.

Marian Cruz señala que la paidofilia no tiene cura. “El psicópata no es un enfermo; es una condición”, aclara y explica: “En el tratamiento con los paidófilos automáticamente se los inhibe de estar cerca de los chicos y se les hace una castración química para bajarle la testosterona, que es lo que produce el deseo sexual. Una vez que le bajás la testosterona no siente tanto deseo y lo tenés permanentemente controlado”.

La profesional advierte que este tipo de abusos se da muchas veces en el ámbito intrafamiliar y es transversal a cualquier estrato social. Lo que más llama la atención en estos casos es el silencio absoluto y la negación de los familiares.

Marian reconoce que si bien en su primera profesión -cuidados paliativos- vivió muchos momentos fuertes, considera que no ha sufrido tanto como en Sexología cuando ha atendido casos de abusos. Dice que esa víctima -tanto varones como mujeres- sufre la vergüenza y el decirlo.

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